El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunció este jueves que dejará sin efecto los aranceles que había impuesto en marzo de 2002 a las importaciones de acero, tras una intensa presión internacional.
Washington mantendrá licencias y programas de control a las importaciones de acero, lo que le permitirá impedir en el futuro que su aumento perjudique a la siderurgia nacional.
La decisión impide que se desate una guerra comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
Para algunos economistas, la medida demuestra la voluntad de Estados Unidos de actuar de acuerdo con su propia retórica de libre comercio.
Para otros, el país entrega su soberanía a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para que el resto de los gobiernos hagan lo mismo, con el fin de que las exportaciones estadounidenses hallen más mercados.
La UE había advertido a Washington que los aranceles de entre ocho y 30 por ciento rompían las reglas internacionales del comercio y presentó una queja ante la OMC.
Otros países —entre ellos Australia, Brasil, Corea del Sur y Japón— también protestaron por la medida, tomada con el objeto de proteger a empresas y a trabajadores. El gobierno de Bush atribuía a las importaciones baratas de acero la pérdida de empleos en el sector.
La industria del acero tiene gran importancia para los estados de Ohio y Virginia Occidental, donde Bush logró ganar con una ligera ventaja en las elecciones de 2000.
Un panel de la OMC compuesto por tres miembros emitió en noviembre un fallo definitivo ante la apelación de Estados Unidos. Según el panel, Estados Unidos había violado las rotas mundiales de comercio.
Corea del Sur, Japón y la UE exigieron de inmediato a Estados Unidos que eliminara los aranceles o afrontaran posibles medidas de represalia que podrían costarle miles de millones de dólares. China también sostuvo entonces que consideraba tomar medidas.
Estas medidas podrían haber significado borrar algunas exportaciones clave de Estados Unidos de esos mercados.
La fabricación de cigarrillos, verduras congeladas y productos de papel son importantes para estados políticamente clave y eventuales represalias podrían reducir las posibilidades de reelección de Bush el año próximo.
Si el gobierno no los hubiera dejado sin efecto, los aranceles al acero habrían continuado vigentes hasta marzo de 2005, periodo de tres años durante el cual se preveía consolidar al sector siderúrgico y consolidar su competitividad y fuerza en el mercado mundial.
Bush afirma que eliminó los aranceles porque ya cumplió con su promesa de dar tiempo a la industria para tomar medidas de ajuste. También argumentó este jueves que Estados Unidos está comprometido con el principio comercial superior de la libre competencia.
Los consumidores estadounidenses, la economía estadounidense, están mejor con un mundo que comercia con libertad y con justicia, dijo Bush a los periodistas en la Casa Blanca.
Actué para dar a la industria del acero tiempo para ajustarse. Actué a tiempo para decir al mundo que (…) queremos comercio con justicia, agregó.
Más tarde, Bush declaró que había tenido éxito en asistir a los trabajadores y comunidades que dependen del acero para sus empleos y medios de vida.
Los sindicatos de la industria siderúrgica presionaron al gobierno para que mantuviera las medidas de protección.
Cuando Bush visitó la semana pasada la capital acerera de Estados Unidos, Pittsburgh, miles de trabajadores se manifestaron por las calles con carteles en que le advertían que perdería las elecciones de 2004 si eliminaba los aranceles.
Algunos grupos de presión de otros sectores industriales, deseosos de comprar acero barato, afirmaban que las salvaguardias encarecían el producto y que ocasionaron a las empresas estadounidenses pérdidas por 680 millones de dólares.
El Grupo de Trabajo de la Coalición de Industrias Consumidoras de Acero indicó que los aranceles originaron más pérdida de puestos de trabajo a causa de la competencia extranjera de los que se consolidaron dentro del país.
Algunos economistas aplaudieron el anuncio de este jueves, al que consideraron beneficioso para la arquitectura del libre comercio.
Los aranceles eran —como todas las acciones de salvaguardia— una excepción y un alejamiento de las reglas de juego comerciales, dijo el presidente académico para economía mundial del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), Sherman Katz.
Katz consideró que Bush había hecho lo correcto al reconocer la autoridad de la OMC.
Después de todo, tenemos la economía más abierta del mundo, y nos beneficiaremos más que cualquier otro país si los otros obedecen las normas, dadas nuestras (grandes) exportaciones. Así que apoyar el sistema obedeciendo las normas es lo correcto, afirmó.
Otros expertos observaron que ya hubo algunos daños, tanto para la industria que usa acero como para la credibilidad de Estados Unidos en asuntos comerciales, dijo Dan Ikenson, del conservador Instituto Cato. Pero mejor tarde que nunca, concluyó.
Los aranceles fueron una decisión terrible, miope y políticamente motivada que jugó en contra nuestra, indicó Ikenson.
Por cierto, fortalecieron a quienes buscan protección comercial, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo. Difícilmente sea esta una receta para alentar a otros países a respetar sus obligaciones en el marco de la OMC, dijo.
Pero Lori Wallach, directora de asuntos de comercio en la organización de consumidores Public Citizen, dijo que la decisión indica la intención de la Casa Blanca es ceder la soberanía en materia comercial a la OMC para alentar a otros países a hacer lo mismo.
Después de que la OMC falló que la ley comercial violaba sus reglas, el presidente Bush tuvo la oportunidad de defender la superioridad de la ley estadounidense sobre las normas de la organización multilateral, dijo Wallach.
La activista recordó que la UE se negó a implementar un fallo anterior de la OMC que obligaba a los países del bloque a aceptar importaciones de carne de animales criados con hormonas artificiales.
Pero al contrario que la UE, la Casa Blanca cedió al poder de la OMC, lamentó.