CLIMA: ¿El tiro de gracia para Kyoto?

Delegados a la novena conferencia sobre cambio climático en la ciudad italiana de Milán discuten alternativas al Protocolo de Kyoto, que podría recibir un tiro de gracia por la indecisión de Rusia a ratificarlo.

Rusia se niega a dar su última palabra sobre el protocolo para abatir las emisiones de gases que recalientan el clima, que es el eje de la novena conferencia de las partes de la Convención sobre Cambio Climático (COP9), reunida en la septentrional ciudad italiana de Milán hasta el 12 de diciembre.

Si Moscú no recapacita y se suma a Estados Unidos, Canadá y Australia en el rechazo al protocolo, ”estará condenando al mundo a una situación peor que la actual”, dijo a Tierramérica el director general del Ambiente de Burkina Fasso, Honore Toe.

Millones de personas están afectadas directa e indirectamente por el cambio climático en marcha, que según la mayoría de los científicos es provocado por la concentración en la atmósfera de gases invernadero, en especial el dióxido de carbono por la combustión de petróleo, carbón y gas.

La temperatura aumentó entre 0,2 y 0,6 grados en el siglo XX, nuevos virus se vuelven inmortales, el nivel del mar se elevó entre 10 y 20 centímetros, los glaciares se funden (hasta 40 por ciento en el mar Ártico), la desertificación aumenta y los recursos hídricos se secan.

La ratificación de Moscú es indispensable para la entrada en vigor del tratado, firmado en 1997 en la ciudad japonesa de Kyoto para controlar los gases de efecto invernadero del mundo industrial.

Para ser vinculante, el protocolo debe ser ratificado por 55 países parte (del Norte industrial) cuyas emisiones sumen 55 por ciento del total mundial.

El 2 de este mes, el consejero económico del presidente ruso Vladimir Putin, Andrei Illarionov, declaró que Moscú no ratificaría el protocolo con su contenido actual, pues limitaría el crecimiento económico del país.

Pero al día siguiente, el viceministro de Economía Mukhamed Tsikhanov señaló que aún no hay una decisión final y que esta podría llegar a la Duma (la Cámara Baja del Parlamento ruso) en 2004.

La indecisión de Rusia, responsable por 6 por ciento de las emisiones de gases invernadero, ”es una señal negativa incluso para los mercados internacionales”, afirmó a Tierramérica el director del Instituto para Estrategias Globales del Medio Ambiente (IGES) de Japón, Srinivasan Ancha.

Kyoto es ”sólo un pequeño paso para reducir las emisiones. Otro tratado significaría perder los 11 años transcurridos desde que apareció esta iniciativa en Río de Janeiro”, dijo Ancha en referencia a la Cumbre de la Tierra de 1992.

”Las comunidades indígenas y campesinas en el mundo somos los más vulnerables al cambio climático”, señaló la representante de la comunidad indígena bri-bri de Costa Rica, Flor Morales.

”Perdemos las cosechas, el suelo se inunda o se erosiona. Tenemos un orden para la agricultura, un tiempo para la cosecha, que se está rompiendo por culpa de las prácticas de la humanidad contra el ambiente”, agregó.

El Protocolo de Kyoto obligaría al mundo industrializado a reducir hasta 2012 sus emisiones de dióxido de carbono cinco por ciento debajo de los volúmenes de 1990.

Pero el panorama es desalentador.

La Unión Europea (UE), hasta ahora principal motor político del protocolo, tuvo que admitir que no lograría su ambiciosa meta de reducción de ocho por ciento para 2010. Según proyecciones de la Agencia Europea del Ambiente, el total de gases sólo habrá caído 0,5 por ciento en 2010.

De mantenerse la tendencia actual, sólo Gran Bretaña y Suecia habrán cumplido con su parte, mientras España llegará a 2010 con 30 por ciento más de emisiones y otros países de la UE con más de 20 por ciento.

El bloque europeo está dividido. Algunos piden proyectos voluntarios como investigar la utilización del hidrógeno en el transporte, las fuentes renovables y el mejoramiento de la eficiencia energética de los combustibles fósiles.

Entre los europeos que apoyan el no estadounidense está Italia, que aumentó 7,3 por ciento sus emisiones de gases entre 1990 y 2003, y quiere impulsar programas de reducción sin reglas rígidas.

Algunas regiones como la septentrional Lombardía, una de las más ricas e industriales de Europa, apunta a políticas domésticas: electrodomésticos de bajo consumo energético, nuevos sistemas de control de gases invernadero y plantación de árboles que absorban carbono.

Alemania, Suecia y Finlandia piden la aplicación rígida de las reglas de Kyoto aun sin los países ”renegados” (Estados Unidos, Canadá, Australia).

”Necesitaremos negociar otras opciones para implementar los acuerdos ya aprobados en el marco de Kyoto. Tenemos un comité que puede presionar y buscar nuevos caminos. Tal vez podamos hacer nuevas reglas, pero tenemos que discutirlas”, señaló a Tierramérica la consejera de Asuntos Internacionales del Ministerio de Agricultura y Bosques de Finlandia, Aulikki Kauppila.

Otras naciones como Holanda son favorables a un nuevo protocolo global.

Todos esperamos que Rusia firme el protocolo. Si no lo hace tenemos que pensar en otros mecanismos. Un pequeño grupo de Estados discute acerca de un nuevo tratado, pero no podemos hablar todavía sobre el tema”, dijo a Tierramérica la holandesa Sara Affermans, del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Pero para los representantes de Asia y Africa, donde se concentra la mayoría de naciones pobres que están exentas de la reducción de emisiones en el protocolo de Kyoto, éste es irremplazable.

”Si Rusia no ratifica no podemos avanzar. No necesitamos de otro protocolo. Kyoto es un esfuerzo mundial y la comunidad internacional pasó un largo tiempo hasta llegar a él. No será un camino fácil crear uno nuevo”, dijo a Tierramérica Li Liyan, de la Oficina Nacional de Cambios Climáticos de China.

Washington, que calificó el tratado como ”inútil, ineficaz y peligroso” y retiró su firma en 2001, no da brazo a torcer e intenta convencer a las naciones en vías de desarrollo que son mejores los acuerdos bilaterales.

Grupos conservacionistas alertaron sobre las intenciones estadounidenses ante la COP9: promoción de una inversión de 1,7 billones de dólares para estudiar la evolución climática y un billón de dólares para obtener hidrógeno del carbón y crear nuevas tecnologías que eliminen los gases contaminantes.

* La autora es colaboradora de Tierramérica. Publicado originalmente el 6 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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