El avance científico puede al fin zanjar la inagotable polémica entre fervientes admiradores argentinos y uruguayos de Carlos Gardel sobre su país de origen. Todos están de acuerdo en apoyar los estudios genéticos de cuatro cadáveres para despejar la eterna incógnita.
Los análisis podrán realizarse si la justicia argentina o la uruguaya dan curso al pedido de exhumación de los restos del propio Gardel y de su supuesta madre francesa Berta Gardes, que descansan probablemente no muy en paz en el cementerio bonaerense de Chacarita, y de Carlos Escayola y María Oliva, sus verdaderos padres según la tesis de uruguayos.
Con el ADN (acidodesoxirribonucleico) se terminará toda fabulación, declaró a IPS Enrique Espina Rawson, director del Centro de Estudios Gardelianos (CEG) en Buenos Aires.
Así caerán en sus propias redes quienes han urdido esta trama absurda (del Gardel uruguayo), apoyados por mucha gente de buena fe que, en definitiva, cree lo que quiere creer, señaló con énfasis.
Así se refirió Espina a la decisión tomada por unanimidad este mes en el Congreso legislativo de Uruguay de pedir análisis genéticos de Escayola y Oliva, enterrados en un cementerio del central departamento de Tacuarembó, donde también se presume nació el cantor de tangos según la versión uruguaya y defendida por algunos historiadores argentinos.
La iniciativa fue del diputado Arturo Heber, del tradicional Partido Nacional, pero contó con el apoyo de legisladores de todos los sectores. En lugar de seguir alimentando una controversia sin sentido, respecto de si Gardel es uruguayo, argentino o francés, creemos que es tiempo de apoyarnos en la ciencia y terminar con la polémica, argumentó.
El CEG había presentado en agosto un recurso de amparo ante la justicia federal penal de Argentina para que se exhumen los cuerpos de Gardel y de Gardes, pero el juez de turno se declaró incompetente y pasó el caso a la justicia civil, ámbito donde se aguarda la designación de un nuevo magistrado.
La idea impulsada en el parlamento uruguayo reclama la realización de los estudios a los cuerpos de Escayola y Oliva, además de que se pide gestionar a través de la cancillería que se haga lo propio en Argentina con los restos de Gardel y de Gardes.
De esa manera se terminaría con una polémica que comenzó décadas atrás en torno al origen de Gardel. Pero también se corre el riesgo de poner fin a una poderosa industria cultural que consigue generar importantes ingresos con la figura del cantor que murió en 1935 en un accidente aéreo al salir de la noroccidental ciudad colombiana de Medellín.
Los miembros del CEG habían intentado esclarecer todos los misterios en un seminario internacional realizado en septiembre en Buenos Aires, que llevó como título ¿Quién es Carlos Gardel?.
Sin embargo, el encuentro, al que asistieron representantes de Argentina y Uruguay, estuvo signado por las disputas y no logró develar ninguno de los secretos.
La polémica también recrudeció en Tacuarembó este mes, cuando la historiadora argentina Marina Iñiguez avanzó en la tesis del nacimiento de Gardel en esta ciudad de Uruguay, tras los rastros de la existencia de dos personas distintas que se confunden en una misma historia personal.
Lamentablemente en la presentación de Iñiguez no estuvo presente el venezolano Israel Alvarez de Armas, un dirigente humanitario que asegura tener documentación sobre el origen uruguayo de Gardel y que se disculpó como hizo poco antes de la inauguración del seminario que se efectuara en Buenos Aires.
En Argentina, la mayoría de historiadores, coleccionistas y admiradores sostiene que Gardel nació en la meridional ciudad francesa de Toulouse. Allí fue inscripto como Charles Romuald Gardes, hijo de Berta Gardes y de un militar francés que no lo reconoció. Luego de comenzar su carrera artística en Buenos Aires se nacionalizó argentino, dicen.
Los que defienden ésta explicación del origen gardeliano se apoyan en su partida de nacimiento francesa y en la declaración de Gardel en su propio testamento. Pero a partir de allí comienzan los desvíos. Para nacionalizarse argentino, el cantor tramita su documento de identidad ante el consulado de Uruguay en Buenos Aires.
Lo hizo esgrimiendo que era uruguayo y que había nacido en Tacuarembó. Era 1923 y Gardel temía que en Francia lo declaren desertor de la primera guerra mundial, aseguró Espina para justificar el hecho de que el autor de El día que me quieras haya ocultado su nacionalidad francesa.
En Uruguay, muchos son los que suscriben la idea de que Gardel nació en Tacuarembó, pero para probarlo plantean una serie de elementos que van más allá de la declaración de Gardel ante el consulado sobre su lugar de nacimiento.
La tesis del Gardel uruguayo indica que el cantor nació en una estancia de Tacuarembó y que su padre era el coronel Carlos Escayola, jefe político y policial de esa localidad. Su madre no sería Berta Gardes sino María Delia Oliva, la amante del militar de apenas 13 años.
La historia se mantuvo oculta durante muchos años debido a la relación extramatrimonial de Escayola con Oliva, ya que María Delia era la hermana de su esposa, Blanca Oliva. La presencia de Berta Gardes se explica porque habría ido a trabajar a la estancia de Escayola, el cual le pide que adopte al niño y se lo lleve a Buenos Aires.
En Tacuarembó existe la Fundación Carlos Gardel, un museo, además de monumentos y eventos casi permanentes para reivindicar la figura del cantor. Cada año llegan hasta allí turistas de todo el mundo a fin de adentrarse en el misterio de su vida.
Los sostenedores de esta tesis aseguran que, además de su declaración ante el consulado, está el pasaporte en el que se menciona su nacimiento en Tacuarembó, su libreta de enrolamiento militar, su ficha electoral y otros documentos como un certificado de buena conducta emitido por la policía de Argentina.
Asimismo, señalan que Charles Romuald Gardés existió efectivamente, y nació en Toulouse tal como se certifica en la partida de nacimiento que esgrimía Gardel, pero a diferencia de los que creen que el cantor era francés, los uruguayos sostienen que Gardés era otra persona que murió combatiendo en la primera guerra mundial.
Por eso, unos y otros acordaron que sólo las pruebas genéticas pueden poner fin a tanta confusión. (