El Protocolo de Kyoto sobre cambio climático, cuya puesta en marcha está en riesgo por el desprecio de Estados Unidos y Rusia, recibió este viernes el apoyo expreso de los ministros de Ciencia y Tecnología de Angola, Brasil, Guinea-Bissau, Mozambique y Portugal.
En la moción divulgada en conjunto en Río de Janeiro se insta a todos los países, en particular los grandes emisores de gases del efecto invernadero, a ratificar el documento que establece reglas para luchar contra los efectos de esos gases, como desertificación, inundaciones, alteración de las estaciones del año, fenómenos que hacen sufrir en especial las áreas más pobres del planeta.
La moción fue aprobada en la segunda Reunión Ministerial de Ciencia y Tecnología de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), que se realizó el jueves y este viernes en esta meridional ciudad brasileña.
El Protocolo de Kyoto, que lleva el nombre de la ciudad japonesa donde fue aprobado en 1997, ya fue ratificado por 120 países, pero que no alcanzan el 55 por ciento de las emisiones mundiales de gases invernadero, mínimo exigido para su puesta en vigencia.
El anuncio del gobierno de Rusia de que no puede ratificarlo tal como está, porque afectaría mucho la economía del país, echó un cubo de agua fría en las esperanzas de poner en práctica las metas y mecanismos para salvar la Tierra del recalentamiento y las alteraciones que ya se notan en el clima mundial.
El Protocolo de Kyoto establece para los países industrializados reducir en 5,2 por ciento sus emisiones de los gases en cuestión, uno de los principales es el dióxido de carbono, en comparación con el volumen emitido en 1990, meta a cumplirse antes 2012.
Los países en desarrollo estarán exentos de esa obligación porque su participación en el efecto invernadero es muy baja, incluso porque se trata de un fenómeno producido históricamente por la industrialización a lo largo de los dos últimos siglos.
Por mecanismos previstos en el Protocolo, los países industrializados podrían cumplir sus metas financiando proyectos en otros países, hecho que generaría un mercado internacional de compra y venta de certificaciones de reducción de emisiones.
Los 120 países que formalizaron la ratificación suman sólo 44,2 por ciento del total de las emisiones. Rusia responde por 17 por ciento y por eso es clave ya que su adhesión permitiría cumplir el mínimo exigido para su puesta en marcha.
Pero su rechazo prácticamente sepultaría el Protocolo, ya que el principal emisor, Estados Unidos, retiró su firma del acuerdo también alegando razones económicas.
Es necesario tratar este asunto con cautela, para que la posición rusa no se haga irreversible, dijo a IPS Rubens Born, dirigente de la organización no gubernamental Vitae Civilis y un experto brasileño que participa en la novena Conferencia de las Partes de la Convención sobre Cambio Climático (COP9), que se realiza desde el 1de este mes y se extenderá hasta el día 12 en la septentrional ciudad italiana de Milán..
El gobierno ruso dio señales ambiguas esta semana, con declaraciones encontradas de sus portavoces, unas realzando el rechazo al Protocolo de Kyoto y otra destacando que el país sigue negociando su adhesión y que una decisión final depende de la obtención de mejores condiciones.
Creemos que (el presidente ruso Vladimir) Putin está jugando con las elecciones en su país, buscando mantener el apoyo de su par estadounidense George W. Bush y obtener ventajas en sus negocios con la Unión Europea, evaluó Born.
Por eso la situación del Protocolo de Kyoto sólo se aclarará después de las elecciones rusas en mayo y las de Estados Unidos a fines de 2004, pronosticó para luego señalar que no hay que sepultarlo de modo precoz.
Otros protocolos podrán ser firmados en el ámbito de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, producto de la conferencia ambiental de 1992 de Río de Janeiro, pues el de Kyoto sólo cubre el periodo de 2008 a 2012 y otros tendrían que seguirlo, apuntó Born.
Otras iniciativas fuera de la Convención se están intentando, como la cumbre sobre energía renovable, que Alemania está impulsando para realizarse en junio de 2004, destacó.
Una presión por políticas que aumenten el uso de energías limpias también reduciría los gases invernadero, que son encabezados por el dióxido de carbono, aunque sean más limitados que la puesta en marcha del Protocolo de Kyoto.
Los países de América Latina y el Caribe apoyan una propuesta que Brasil presentó, sin éxito, en la conferencia ambiental realizada el año pasado en Johannesburgo, fijando una meta de 10 por ciento de energía renovable en el consumo de cada país, recordó Born.
El secretario ejecutivo del Ministerio de Medio Ambiente brasileño, Claudio Langone, adelantó que destacará la semana próxima en la COP9 en Milán que su país está prestando su contribución a los objetivos de la Convención de Cambio Climático, aunque no tenga la obligación de hacerlo.
Entre los programas están el de sustitución de gasolina por alcohol, en que Brasil es pionero, el de mejora tecnológica en los vehículos automotores para reducir la contaminación urbana, inversiones en energías alternativas y combate contra la deforestación e incendios de bosques, un problema grave en este país sudamericano.