MUSICA-BRASIL: El rico arte popular de Wisnik

La música es el sector de la industria cultural en que Brasil controla mejor su mercado, aún en estos tiempos de globalización. Tres cuartos del consumo interno son producciones nacionales, como las del multifacético José Miguel Wisnik.

No se trata de un país cerrado a los discos y la influencia extranjera. El rock, por ejemplo, lo invadió con fuerza desde los años 50. Pero fue ”nacionalizado” por numerosas bandas, cantantes y compositores brasileños que le dieron un estilo local.

El enriquecimiento y la diversidad de la música popular brasileña se deben principalmente a la formación nacional en que participaron y se mezclaron distintos pueblos, europeos, africanos e indígenas, pero también a esa capacidad de apropiarse de aportes externos.

Una importante contribución a su calidad proviene de la adhesión de personas con educación musical erudita y de poetas consagrados, como fueron respectivamente Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes, autores de la mundialmente conocida ”Garota de Ipanema”.

José Miguel Wisnik es otro ejemplo, menos conocido y de notoriedad tardía.

Además del piano que estudió desde los siete años y que le permitió presentarse en una orquesta sinfónica en la juventud, Wisnik es profesor de literatura en la Universidad de Sao Paulo desde hace 30 años.

Compone canciones desde la juventud, pero se hizo más conocido primero como ensayista, escribiendo sobre literatura y música.

El autor del ensayo ”El sonido y el sentido” (O Som e o sentido), sobre historia de la música, sólo se atrevió a grabar un disco propio hace una década, cuando ya tenía 44 años y decidió asumir efectivamente su carrera musical.

Ahora acaba de lanzar su tercer disco, ”Pérolas aos poucos” (Perlas poco a poco). Son 13 composiciones suyas en que se destacan su voz y su piano.

En algunas canciones, prácticamente admitiendo su voz limitada y la inseguridad como cantante, es acompañado por el famoso cantautor Caetano Veloso y varias artistas amigas, como Elza Soares y Ná Ozzetti.

La música de Wisnik es sobre todo delicada, sutil, de minuciosa elaboración en la melodia y en sus versos, al punto de parecer sencilla. El disco tiene un título explicativo, ya que es propio para saborear lentamente, según los críticos. Además no se esperan grandes ventas.

Es obra de un artesano, con música pulida por el pianista clásico y versos hechos o elegidos, cuando son de otros autores, por el eximio analista de textos literarios. Por eso le falta quizás la espontaneidad que facilita la comunicación con grandes audiencias y el éxito de ventas.

Una composición, ”Baiao de cuatro toques”, por ejemplo, hace referencias a la quinta Sinfonía de Beethoven, aunque se trate de un ”baiao”, ritmo popular en el nordeste de Brasil, frecuente en los bailes de comunidades pobres. Refleja bien la opción de su autor por la música popular, partiendo de su formación requintada.

”DNA” es una canción singular, autobiográfica. Habla de la hija que tuvo fuera del matrimonio y que sólo conoció cuando ella ya tenía 17 años. Allí confiesa públicamente ”el miedo que me hizo no sentirme capaz de ser su padre”.

El disco hace un recorrido por temas y ritmos de varias partes del país, especialmente del nordeste, reuniendo baladas, vals, samba y otros estilos locales, superando su imagen de músico arraigadamente paulista, es decir de Sao Paulo.

La contribución de Wisnik a la música popular brasileña no se limita a sus discos y canciones, muchas de las cuales grabadas por variadas cantantes.

También compuso música para teatro, cine y espectáculos de danza y, como intelectual, participa activamente en el debate sobre la cultura brasileña, especialmente la musical.

Su próximo libro, anunciado para 2004, mezclará ensayos sobre literatura, música y fútbol, con el objetivo de analizar Brasil y su cultura, reflejando su complejo pensamiento.

Además de la carrera académica, que no piensa abandonar, se dedica a actividades variadas.

El año pasado respondió por la dirección musical del disco ”Do cócix ao pescoço” (Del coxis al cuello), que recuperó y valorizó la carrera de Elza Soares, conocida y veterana cantante de sambas que estaba en el ostracismo.

También es consultor de un proyecto de la estatal empresa petrolera Petrobrás para el rescate de la memoria musical brasileña.

La vocación polivalente de Wisnik floreció en los años 60, cuando la música popular ganó un poder de movilización singular en Brasil, con el surgimiento de compositores y cantantes que aún permanecen muy influyentes, como Gilberto Gil, hoy ministro de Cultura, Chico Buarque de Holanda, también escritor de novelas alabadas por la crítica, y Caetano Veloso.

Desde entonces la música brasileña no crea íconos que conquistan la unanimidad nacional ni canciones convertidas en himnos populares, observó Wisnik.

Pero mantiene su importancia vital para la nación. Es un gran producto de exportación y está contribuyendo al cine, un área en que el mercado brasileño es totalmente dominado por la producción estadounidense. Se multiplican los documentales sobre músicos brasileños.

El más reciente, que tuvo buena taquila, es ”Meu tempo é hoje” (Mi tiempo es hoy), sobre Paulinho da Viola, un compositor y cantante de sambas típicamente de Río de Janeiro.

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