Ver por los ojos de un delfín, actuar para la televisión, viajar por el espacio o entrar a un hormiguero son algunas de las experiencias vividas en el museo infantil mexicano Papalote por más de 12 millones de personas en los últimos 10 años.
”Aquí está prohibido no tocar”, reza el cartel que recibe a los visitantes en este singular museo que cuenta con tecnología de punta y donde todo está hecho para interactuar y aprender.
El museo celebrará la primera década de funcionamiento con la apertura en diciembre de una gigante pantalla esférica donde se proyectarán películas digitalizadas sobre los astros celestes a través de nueve cámaras distintas, lo cual creará imágenes de alta resolución y realismo.
”El Papalote es hoy el centro interactivo para niños más importante de América Latina y uno de los más sobresalientes del mundo”, dijo a IPS Rafael Enríquez, director de Desarrollo del museo, que pertenece a una fundación privada.
Andrea de nueve años le da la razón en parte. ”Sí, es lo más genial y divertido que he visto, me encanta venir pues hay mucho que hacer y ver sin que nadie te diga no toques eso”, declaró.
El museo está ubicado cerca de Los Pinos, residencia oficial del presidente Vicente Fox en la capital mexicana, ocupa más de 2.000 metros cuadrados de superficie y ofrece casi 300 exhibiciones interactivas.
Abierto en noviembre de 1993, el Papalote, palabra que significa mariposa en lengua indígena, recibió hasta octubre a 12,3 millones de visitantes.
Uno de sus mayores atractivos es una sala de cine que cuenta con una pantalla Imax de 17 por 24 metros, tamaño sobre el que se proyectan películas en tres dimensiones. Las cintas tienen un formato de 70 milímetros por cuadro, esto es el doble del normal de 35 milímetros.
”Es padrísimo (muy divertido), pues parece que estas dentro de la imagen, es más que real. Tienes que verlo”, señaló Arturo, de 12 años, al salir de la sala donde se proyecta por estas fechas una película sobre un viaje por el espacio.
No muy lejos de allí, varios niños bajan de un simulador, bautizado como el ”autobús fantástico”, donde volaron, nadaron y saltaron de manera virtual en diversos escenarios de la naturaleza.
En la cabina del autobús, los pasajeros miran por minutos con los ojos de un puma, una rana o un delfín al tiempo que se elevan, zigzaguean y giran sobre sus asientos en sincronía con los movimientos del animal.
En el Papalote hay diversión y aprendizaje para niños de todas las edades, pero gran parte de los módulos interactivos se ven usualmente ocupados por adultos, que parecen tanto o más fascinados que sus pequeños acompañantes.
En un salón cercano al autobús fantástico los visitantes pueden jugar con una pelota generada por computadora, mientras otros tienen la oportunidad de enviar mensajes por grandes tubos transparentes que llevan cartas con presión de aire.
”Se puede pensar que todo esto es pura diversión, pero en realidad cada módulo tiene un mensaje claramente educativo”, explicó Enríquez.
Para aprender el modo de hacer televisión, y radio o imprimir diarios, los visitantes cuentan con amplios estudios. Allí pueden usar equipos sofisticado y elaborar su propio programa o sacar una publicación.
Quienes se interesan por la naturaleza tienen opciones, como ingresar a un hormiguero gigante y recibir explicaciones sobre la forma en que se comunican su pequeños habitantes o seguir un recorrido por las entrañas de un árbol también de grandes dimensiones.
Pero el Papalote no sólo está en la capital mexicana. También hay una versión itinerante de ese museo que se traslada montada sobre grandes camiones.
Cerca de cuatro millones de niños de zonas rurales de México y de Guatemala han subido a esos camiones para aprender y disfrutar en estos 10 años de vida del museo.
La calidad educativa del Papalote ha sido premiada por el gobierno mexicano y fundaciones privadas y se ha ganado elogios de directivos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
”El Papalote tiene futuro para rato, siempre dentro de la vanguardia de los mejores centros interactivos para niños del mundo”, señaló el director de Desarrollo del museo.
