CAMBIO CLIMATICO: Negociación a fuego lento

La negociación internacional sobre cambio climático arrancó hace 13 años con un fuerte impulso para reducir la emisión de ”gases invernadero”, que retienen calor en la atmósfera, pero en los últimos tiempos se hizo lenta y pesada, con momentos de freno total y muy leves aceleraciones.

”El balance es positivo” porque las emisiones se van reduciendo y la opinión pública tiene más conciencia sobre la necesidad de mitigar los efectos del recalentamiento del planeta, dijo a IPS el embajador argentino Raúl Estrada Oyuela, presidente del Comité que redactó el Protocolo de Kyoto, de 1997, para reducir el efecto invernadero causado por tales gases.

Sin embargo, admitió que los grandes responsables de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases invernadero aún se mantienen fuera del sistema de compromisos, que no todos los Estados informan sobre sus emisiones, y que los más pobres, si bien avanzaron en la reducción, lo hacen a marcha lenta.

La mayoría de las organizaciones no gubernamentales ambientalistas opinan lo mismo, aunque su desilusión es mayor ante el enorme esfuerzo que les lleva participar en un proceso largo, caro y técnicamente complejo, en el que las principales decisiones no siempre se toman ”cerca de casa”.

Del 1 al 12 de diciembre se realizará en la septentrional ciudad italiana de Milán la IX Conferencia de Partes sobre Cambio Climático, y en general hay pocas expectativas de avanzar en el cumplimiento de las metas de reducción de emisiones, tras la negativa de Rusia a ratificar el Protocolo de Kyoto.

”En estos años hubo una descomunal tarea científica, buenas movidas de algunos gobiernos, pánico de las industrias emisoras, y un desequilibrio que raya en la comedia entre Estados Unidos, el mayor contaminador, y el resto de los países”, sintetizó para IPS Silvana Buján, coordinadora de la Red Nacional de Acción Ecologista (Renace), que reúne a 79 grupos ambientalistas de Argentina.

En 1990, la preocupación por el efecto de la relación entre las emisiones de gases invernadero y el paulatino aumento de la temperatura determinó que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instara a negociar una Convención Marco sobre Cambio Climático.

En 1992 la Convención se dio a la firma de los países, y a fines de los años 90, 175 Estados la habían ratificado, pero luego se consideró necesario establecer compromisos adicionales cuantificados para los países industrializados responsables de 75 por ciento de las emisiones.

Así surgió el Protocolo de Kyoto, por el que los países industrializados se comprometieron a lograr que sus emisiones en el período 2008-2012 sean 5,2 por ciento menores que las registradas en 1990. Pero desde entonces han sido infructuosos los intentos de que sea ratificado por los principales emisores.

El tratado entrará en vigencia 90 días después de que lo hayan ratificado 55 países, que incluyan a naciones responsables de por lo menos 55 por ciento de las emisiones de gases invernadero registradas en 1990 en el mundo industrializado.

Los países de la Unión Europea ratificaron el tratado e impulsan su entrada en vigor, pero el presidente estadounidense George W. Bush anunció el año pasado que no sólo se oponía a ratificar ese compromiso, sino que además retiraba de él la firma de su país.

Luego se procuró lograr la ratificación rusa, pero hubo ”gran desilusión” entre los negociadores al advertir que no se llegaría a la cita de Milán con Moscú dentro del sistema de compromisos, reconoció Estrada.

Amanda Bertolutti, presidenta de la Fundación Red Informática Ecologista, dijo a IPS que desde 1994 se registra ”cierto retroceso” en la aplicación de los compromisos de cambio climático, que atribuyó en parte a la falta de coordinación entre países que sólo se alían por asuntos específicos.

Tras avances en los primeros años, ”las convenciones internacionales fueron cooptadas (por empresarios y políticos de países industrializados) para que actuaran de manera desordenada, y fueran cada vez más declarativas y menos activas”, afirmó.

Dirigentes políticos, grandes empresas, consultoras y grupos profesionales integrados al sistema de negociación ”lograron neutralizar” a otras organizaciones que participaron desde un comienzo ”sin interés de lucro y pensando sólo en el bien común”, opinó la activista.

”Vimos nacer esta Convención como muchas otras, participamos y apoyamos su concreción, acompañamos su desarrollo, pero cuando peleamos para que llegue a la mayoría de edad nos 'apagan', como a una radio que molesta”, lamentó.

Para Bertolutti, hubo avances iniciales pero luego varió dramáticamente el ritmo del proceso. ”Cada vez estamos yendo más lento, como si estuviéramos frenando, con algunas pequeñas aceleraciones. No vamos a frenar del todo, pero se pierde mucho tiempo en desvíos y calles cortadas”, resumió.

Según Jorge Trevín, de la organización no gubernamental (ONG) Ambiente Sur, la escasez de resultados se justifica en parte, porque se trata de procesos ”lentos y complejos” que involucran a muchos intereses, pero los problemas se hacen más complejos por el contexto del debate.

”En el escenario actual, la ley internacional está altamente desprestigiada y sometida en forma vergonzosa a los intereses de un país que la hace aplicar cuando le conviene y la viola cuando no le conviene, con la ONU limitándose al papel de mero observador”, subrayó, en alusión a Estados Unidos.

Trevín piensa que a los negociadores les ha tocado un ”periodo negro” en la historia de la justicia internacional, pero opinó que eso no debería frenar el proceso sino ”fortalecerlo” mediante la ”denuncia de las actitudes hipócritas y la falta de cumplimiento de los compromisos asumidos”.

Estrada, que participará como delegado argentino en la reunión de Milán, sostuvo que en esa reunión se podría avanzar en el debate de varios aspectos de la Convención Marco, y comenzar a discutir la modalidad de fijación de nuevas metas que van a regir a partir de 2012, cuando termine el actual período de compromisos.

Un tema clave es si se va a mantener la fijación de objetivos de reducción de emisiones en términos porcentuales o se buscará una alternativa. La posición histórica de muchos países en desarrollo es considerar ”injusto” que se consolide el daño anterior como hecho consumado, y a partir de él se planteen proporciones de reducción.

Pero Estrada admitió que aún hay que promover estudios y debates para identificar la metodología de medición más conveniente y que tenga mayor consenso, y señaló que se podría establecer cupos de emisión por habitante, o metas variables en función de los volúmenes de producción de sectores clave de cada economía.

Tampoco descartó la posibilidad de que haya ”más de un protocolo”, además del de Kyoto.

”Es perfectamente posible tener más de uno y combinarlos para que se pueda ofrecer a los Estados participar de uno u otro, o de los dos, y lograr así arrimarnos al menos a la consecución de las metas”, explicó.

Según varias ONG, esa alternativa no haría más que acentuar las fallas de los mecanismos de negociación.

”Una manera de frenar todo sería sacar nuevos acuerdos internacionales que se contrapongan entre sí”, comentó Bertolutti.

”Si no hay sinergia entre convenciones, aparece una 'sinergia negativa' que anula el funcionamiento pleno de cada una por separado”, advirtió.

”Divide y reinarás”, añadió la ambientalista.

Los negociadores en Milán definirán la próxima sede de la Conferencia de Partes, que se reúne cada año, y Estrada recordó que en 2004 le tocaría a América Latina, pero países con recursos importantes como Brasil, México y Chile no se han ofrecido como anfitriones, y Argentina ya lo fue en 1994.

”Sería raro tener que hacerla de nuevo en Buenos Aires. Hace falta mucho dinero. Pero, ante el desierto de propuestas, quizás habría que analizarlo”, opinó.

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