Banderas de unas 20 naciones pintadas de negro, grises y blanco ondean sobre la fortaleza colonial de La Cabaña, en la capital cubana, donde la visión crítica del mundo actual campea en la muestra central de la octava bienal.
Una mirada poco complaciente de nuestros días está detrás de la mayoría de las obras más significativas que pueden verse en La Cabaña y también en las de más de 100 exposiciones colaterales abiertas en otros sitios de la ciudad en esta VIII Bienal de La Habana.
Intolerancia, del brasileño Sirón Franco, llena toda una sala de cientos de muñecos de trapo de tamaño humano, con pantalones, camisa y zapatos, pero sin cabezas, que se amontonan unos encima de los otros como si fueran escombros.
El artista canadiense Richard Martel se pintó los labios de un rojo intenso, colocó vasos de agua en cuatro direcciones y en cada uno de ellos intentó introducir una pelota blanca, azul y roja. De fondo, una canción repetía God is american (Dios es estadounidense).
Si Dios es americano (lleno de poder) y creó el universo a su imagen y semejanza es lógico que el mundo esté como está, al borde del Apocalipsis, comentó en el diario oficial Granma el periodista Andrés D.Abreu.
La reflexión con multiplicidad de lecturas también puede encontrarse entre las obras cubanas, con temas cubanos, en la exposición bienal de artes plásticas inaugurada el 1 de este mes.
Autobiografía, muestra colateral de Tania Brugueras en el Museo Nacional de Bellas Artes, presenta una sala vacía, pintada de blanco, con una tribuna, un micrófono y un equipo de audio que emite consignas revolucionarias con un sonido distorsionado.
Una doble hilera de televisores que en lugar de pantallas tienen barrotes negros, es la propuesta de Yoan Capote.
El monumento al escritor y héroe de la independencia cubana José Martí, de la Plaza de la Revolución en el centro de La Habana, se repite hasta el cansancio en decenas de fotos que integran el proyecto Revolución Absoluta, 2003, de los artistas Nelson Ramírez y Liudmila Velasco.
La imagen aparece en medio del campo, rodeada de mariposas, al fondo de una pareja, al costado de una actriz famosa o de la Virgen de la Caridad del Cobre (patrona de Cuba), en un cielo tormentoso o en una plaza inundada por el mar.
En tanto, Adrián Rumbaut encierra en jaulas de hierro, que a veces parecen casas, escenas típicas de la cotidianidad nacional. Sólo una jaula, donde se ve la foto de un niño vestido de pionero (organización oficial que congrega a alumnos de primaria) y saludando la bandera, permanece abierta.
Es una obra fuerte y de muy buena factura. Se puede sentir una sensación de encierro sólo de entrar a la sala que se mantiene a media luz, dijo Gustavo Ramírez, especialista en historia del arte.
Para Ramírez, la presencia cubana confirma un retorno a una de las tendencias predominantes en la plástica de este país de fines de los años 80 y comienzos de los 90. Un arte muy abierto a la crítica social, al debate, opinó.
Más de 100 artistas de 48 países participan en la actual edición, cuya apertura estuvo antecedida de una intensa polémica sobre la libertad de expresión artística en esta isla caribeña de régimen socialista.
Las dudas surgieron cuando el artista venezolano Alexander Apóstol y la costarricense Priscila Moge anunciaron su retiro de la bienal, en ambos casos por los desacuerdos expresados por la parte cubana con los textos que acompañaban las obras.
Como resultado, el instituto holandés de cooperación Hivos, las fundaciones Príncipe Claus, de Holanda, y AFAA, de Francia, retiraron los fondos comprometidos con el encuentro, estimados en unos 200.000 dólares.
Según Rafael Acosta, presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas de Cuba, la VIII Bienal de La Habana tuvo que realizarse con un presupuesto del Estado cubano de 156.000 dólares, menos de lo previsto inicialmente.
El recorte de fondos obstaculizó la participación de artistas que debían trasladarse desde sitios lejanos, sobre todo de Asia y Africa.
Para Acosta, la Bienal, surgida en 1984 como un espacio para los artistas del Sur, se ha convertido en una plataforma alternativa de lanzamiento de muchos creadores, cuyas obras, de no ser así, no serían tan reconocidas en el mundo del arte.