El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, posó para la foto con dirigentes musulmanes en la Casa Blanca para convencerlos de que no quiere enfrentamientos entre el Islam y el cristianismo. Pero el gesto no tuvo el resultado previsto.
La Casa Blanca esperaba con ansias la cena de Iftar (interrupción diaria del ayuno en el mes sagrado musulmán de Ramadán) que organizó el martes y a la que fueron invitados embajadores de varios países islámicos.
El convite tenía el objetivo de mitigar el daño causado por las últimas declaraciones del subsecretario de Defensa para Asuntos de Inteligencia, el general William ”Jerry” Boykin, encargado de la búsqueda del ex presidente iraquí Saddam Hussein y del dirigente radical islámico saudita Osama bin Laden.
Boykin, quien acostumbra predicar vestido de uniforme militar en iglesias evangélicas a lo largo y ancho de Estados Unidos, dijo días atrás que la campaña contra el terrorismo es un enfrentamiento entre la tradición judeo-cristiana y ”un tipo llamado Satán”.
El militar señaló que los enemigos de Washington ”sólo podrán ser vencidos si se pelea contra ellos en el nombre de Jesús”.
Pero organizaciones musulmanas organizaron una cena de Iftar paralela en las afueras de la casa de gobierno, en el Parque Lafayette, que llamó más la atención de la prensa que el propio banquete ofrecido por Bush.
”Parece que el único momento en que este gobierno quiere reunirse con nosotros es para sacar la foto, no para escuchar nuestras preocupaciones sobre las políticas aquí en el exterior”, dijo a periodistas el director ejecutivo de la Fundación Libertad de la Sociedad Musulmana Estadounidense, Mahdi Bray.
El incidente habló a las claras sobre el creciente malestar de la comunidad musulmana en Estados Unidos, una minoría de cinco millones de personas pero de rápido crecimiento.
La ”guerra contra el terrorismo” de Bush y su apoyo casi incondicional a las políticas del primer ministro de Israel, Ariel Sharon, aumentaron el odio de los musulmanes hacia el gobierno estadounidense, sobre todo en Medio Oriente, según confirmaron encuestas recientes.
Ante esta realidad, Washington reacciona o con indiferencia o con falta de comprensión.
Bush, en su último viaje a Asia, pareció haber quedado desconcertado luego de una reunión con clérigos musulmanes en Bali, Indonesia, luego de la cual se le oyó preguntar a sus propios funcionarios: ”¿En realidad ellos creen que para nosotros todos los musulmanes son terroristas?”.
El presidente estadounidense intentó distanciarse de las declaraciones de Boykin. Sus opiniones ”no reflejan mi punto de vista ni el punto de vista de mi administración”, dijo el martes.
Mientras, el Pentágono (Departamento de Defensa) inició una investigación para determinar si el general violó alguna ley.
Pero los musulmanes están indignados porque Boykin no fue despedido o al menos asignado a otro cargo, y permanece en un puesto clave de la campaña antiterrorista. Esto parece confirmar sus peores temores sobre las intenciones de Washington.
”Otra vez vemos una contradicción. Oímos palabras agradables sobre el Islam y luego vemos una completa inacción. (Boykin) no fue reasignado. No fue despedido. ¡Nada!”, señaló indignado el portavoz del Consejo de Relaciones Islámicas-Estadounidenses, Ibrahim Hooper.
El Consejo, uno de los más grandes grupos musulmanes con representantes en 15 estados, no fue invitado a la cena de Iftar a pesar de que ha participado de otras actividades en la Casa Blanca en el pasado.
Hooper dijo a IPS que el Consejo apoyó la idea de romper el ayuno de Ramadán con otros líderes musulmanes en el Parque Lafayette.
La principal razón por la que Boykin sigue en el cargo es la presión de los grupos de la derecha cristiana, apoyados por los judíos neconservadores, que comparten la visión del general. El Pentágono y la Casa Blanca fueron bombardeados en los últimos días con correos electrónicos expresando apoyo a Boykin.
”Afirmar que la religión no está en el corazón del odio contra Estados Unidos desde el exterior, y ahora desde dentro, es negar la realidad”, sostuvo Cal Thomas, columnista de The Washington Times y amigo cercano del evangelista Jerry Falwell.
Todo intento de amordazar a Boykin ”es silenciar, en vez de hacer sonar, la alarma de que este enemigo es el más grande que haya tenido Estados Unidos”, advirtió Thomas.
Mientras, el director de la organización Musulmanes Estadounidenses por Jerusalén, Khalid Toorani, comparó las pocas invitaciones a líderes islámicos a Casa Blanca con la cálida bienvenida que suele darse a representantes de la derecha cristiana, como el reverendo Franklin Graham o el fiscal general John Ashcroft.
”Pedimos que el presidente permita una mejor relación con la comunidad musulmana”, afirmó Toorani en una conferencia de prensa para anunciar la cena de Iftar en el Parque Lafayette.
El presidente del Instituto Islámico por el Libre Mercado, Khaled Saffuri, quien sí fue invitado a cenar en la Casa Blanca, también repudió las declaraciones de Boykin, y las calificó de ”contraproducentes” por que ”perjudican la campaña contra el terrorismo”.
Saffuri aceptó la invitación pensando en que tendría ocasión de hablar personalmente con Bush para expresar su preocupación por las últimas declaraciones antiislámicas de su gobierno, pero no pudo hacerlo.
”Me sentaron estratégicamente en la cena de este año. Sólo había diplomáticos en mi mesa”, señaló.