Las palabras no bastaron cuando la ginecóloga palestina Salwa Najaab Khatib conoció en persona a la israelí Robi Damelin, en la escalinata del Palazzo Priori, en la plaza principal de la ciudad italiana de Perugia. Sólo atinaron a sentarse en los escalones y llorar.
Khatib, presidenta de la Asociación Juzoor —organización promotora de la salud y el desarrollo social ubicada cerca de Jerusalén—, conoció el año pasado la historia de Damelin el año pasado, cuyo hijo, soldado en el ejército, murió baleado por un francotirador palestino.
Los controles en las rutas me impidieron entonces conocerla. Le escribí una carta, pero no pude encontrar su dirección. Vi su nombre en la lista de delegados a Perugia. La encontré en la escalinata, dijo la médica palestina.
Ambas asistieron, junto con varias mujeres israelíes y palestinas, a la Quinta Asamblea de los Pueblos de las Naciones Unidas, que reunió a delegados de la sociedad civil europea en Perugia, Italia.
Fue un encuentro más que simbólico entre madres de víctimas de la lucha israelo-palestina.
Robi Damelin integra el Círculo de Padres, junto con medio millar de personas que han perdido a algún hijo en el conflicto. Itzhak Frankenthan fundó la organización en 1995, luego de que el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) secuestró y mató a un hijo suyo. La mitad de los miembros del grupo son palestinos.
El rápido crecimiento del Círculo de Padres, con dos centenares de familias en cada lado, es un recordatorio de la escala que ha alcanzado la violencia en Israel y Palestina.
El hijo de Damelin integraba el movimiento pacifista israelí y cursaba una maestría en Filosofía de la Educación. Luchar por la paz era una tradición familiar, incluso cuando los Damelin residían en la Sudáfrica colonial y durante el apartheid.
La muerte del joven es una muestra más del sinsentido de la violencia.
Compartimos, como madres, un vínculo, y también reconocemos el dolor del prójimo. A menos que podamos reconocer eso en el otro bando, no podrá nunca haber reconciliación. Los políticos podrán hacer todos los acuerdos que quieran, pero no habrá paz a menos que haya perdón recíproco, dijo la israelí.
Damelin ha luchado para convertir su propio sufrimiento en paz. Miembros judíos y árabes del Círculo de Padres visitaron 1.400 escuelas en Israel para contar sus historias. Esos niños nunca habían conocido antes a un palestino. Pero si ven un ser humano detrás del estigma, reconocerán su dolor, dijo.
El Círculo de Padres hará lo mismo el año próximo en Palestina. Quizá los niños de allí vean entonces que los judíos no son los demonios que imaginan, indicó Damelin.
Hoy, el Círculo de Padres administra una línea telefónica — Hello Shalom o Hello Salaam, hola paz en hebreo y en árabe— que abre un diálogo el diálogo sobre cualquier cosa, desde la ocupación hasta la injusticia, el dolor, la ira, e incluso recetas médicas.
Luego de discar el número de Hello Shalom, quien realiza la llamada oprime el 1 o el 2 según quiera hablar con un israelí o con un palestino. La única condición para usar la línea es escuchar. Desde octubre, israelíes y palestinos se han escuchado unos a otros de ese modo, explicó la activista.
En Perugia no hay controles carreteros ni líneas telefónicas para vincular a las madres, que pueden hablar cara a cara. Damelin y su compañera del Círculo de Padres Lotty Camerman conocieron en esta ciudad italiana no solo a Khatib, sino a otras mujeres palestinas.
El contacto es significativo, en especial porque ahora no son sólo los hombres palestinos, sino también las mujeres, las que cometen atentados suicidas en Israel.
Ahora, también ellas son percibidas como terroristas potenciales por las autoridades, dijo Norma Hazboun, profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Belén.
Pero desde 1948, año en que se creó el estado de Israel y millones de palestinos fueron expulsados de sus hogares y al exilio, las mujeres palestinas han pagado un alto precio. El mundo debe escucharlas, agregó.
Las madres sufren cuando sus maridos o hijos son detenidos, pero también cuando cometen atentados, dijo Randa Siniora, directora de la organización de derechos humanos palestina Al Haq.
La madre se culpa a sí misma, se pregunta en qué se equivocó. Debemos trabajar mucho con esas madres, con su sentimiento de pérdida y también con su sentimiento de culpa, agregó Siniora.
Tengo una profunda compasión por las madres israelíes que han perdido hijos, dijo la directora de la Asociación Juzoor, Dina Khouri Naser. Soy mujer y madre. Tengo un hijo. Quiero protegerlo.
Pero, acotó, las pérdidas del lado palestino son mayores.
Debemos llegar a la causa profunda del conflicto, y la causa profunda es la ocupación. La totalidad de la comunidad internacional dice que la ocupación es ilegal, pero nadie quiere hacer nada para acabar con ella. El círculo parece vicioso y debe haber un punto para iniciar una solución, concluyó.