Más de seis meses después del derrocamiento de Saddam Hussein por las fuerzas invasoras de Estados Unidos y Gran Bretaña, los iraquíes se preguntan qué beneficios obtuvieron u obtendrán del fin de un régimen tiránico de 35 años.
Para las fuerzas de ocupación, el progreso debe medirse a largo plazo, pero para la mayoría de los iraquíes, se mide por una mejora inmediata y notable en sus condiciones de vida.
Algunos confiaban en esa mejora aquel soleado 9 de abril, cuando canales internacionales de televisión mostraron a decenas de iraquíes ayudando a soldados estadounidenses a derribar la enorme estatua del presidente Saddam Hussein en una plaza central de Bagdad.
”Cuando llegaron los estadounidenses, estábamos felices. Pensamos que iban a aumentar nuestra ración de alimentos o dar 50 dólares a cada familia para mejorar su nivel de vida, pero nada cambió. La comida es la misma”, dijo a IPS Ban Ali, una residente de Bagdad.
Además de los alimentos, lo que más preocupa a la mayoría de los iraquíes son la seguridad y el empleo.
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No hay cifras oficiales disponibles, pero algunas estimaciones sitúan el desempleo en 80 por ciento. Durante el gobierno de Saddam Hussein, los desocupados representaban casi la mitad de la población activa.
A esto se agrega que 450.000 antiguos miembros del ejército iraquí se encuentran hoy sin nada qué hacer.
Parte del problema es psicológico. ”Durante el gobierno de Saddam, un oficial del ejército era respetado en el pueblo. Ahora no puede aceptar un trabajo en una tienda o pequeño comercio”, dijo Ali. Lo mismo sucede con altos funcionarios del antiguo régimen.
La vida cotidiana es todavía más dura que durante el gobierno de Saddam Hussein, y no sólo para las personas comunes.
”El nivel de vida para el promedio de los iraquíes es todavía inferior que bajo el régimen de Saddam. Hay un grave problema de marginación y aislamiento de la gente respecto de los procesos de decisión política”, comentó Sherif Ali Bin Hussein, miembro de la antigua familia real iraquí.
Por otra parte, autoridades de las fuerzas de ocupación arguyen que la situación ha mejorado notablemente en los últimos seis meses, y que los iraquíes deberían pensar a largo plazo.
Paul Bremer, administrador civil estadounidense en Iraq, culpó a los medios de comunicación por sobredimensionar los ataques diarios contra soldados estadounidenses y británicos en un área llamada ”el triángulo sunita”, al norte de Bagdad, donde el apoyo a Saddam Hussein es mayor que en otras partes del país.
”Esta área representa cinco por ciento del territorio nacional, pero en ella ocurren 99 por ciento de los ataques”, comentó el teniente coronel George Krivo, portavoz de las fuerzas de la coalición ocupadora.
Krivo admitió que ese cinco por ciento del territorio mantiene ocupados a un tercio de los 140.000 soldados estadounidenses en Iraq.
El camino a seguir es difícil, admitió el militar, que vaticinó ”terribles ataques de terroristas y fuerzas de resistencia”.
”Probablemente Estados Unidos despierte una mañana para enterarse de que hemos sufrido una docena de bajas en un único ataque”, advirtió.
Es evidente que las fuerzas de la coalición y los iraquíes utilizan diferentes criterios para medir el éxito. Además de pretender cambios rápidos, personas como Ali quieren un cambio inmediato de calidad y cantidad en su canasta alimentaria.
Para Krivo y sus camaradas, lo importante es pintar escuelas y aumentar la generación de energía en algunos megavatios.