Los extremos políticos y sociales de España y del exterior se unieron para reclamar una acción global contra la pobreza y la injusticia social, en la entrega anual de los Premios Príncipe de Asturias.
Políticos, sindicalistas, cooperantes, clérigos, empresarios, periodistas y banqueros dieron marco a los actos que se desarrollaron durante todo el viernes hasta altas horas de la noche en Oviedo, capital del Principado de Asturias, en el norte de España.
Las donaciones empresariales para los premios, la elección para éstos de personas comprometidas socialmente y el apoyo a los galardonados por la población de Oviedo, el gobierno de Asturias y el propio príncipe Felipe, heredero de la Corona española, reflejaron un respaldo común a las reivindicaciones del Sur y a las poblaciones marginadas.
El premiado que más atención concitó, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, subrayó que ”es necesario que la comunidad internacional asuma su responsabilidad común, embarcándose en la única guerra de la cual saldremos todos vencedores: un efectivo combate contra la pobreza y la exclusión social”.
Ese reclamo lo ilustró con una cita del papa Juan Pablo II: ”Es inaceptable postergar el tiempo en que también el pobre Lázaro se pueda sentar al lado del rico, para compartir la misma comida, sin tener que continuar obligado a servirse las migajas que caen de la mesa”.
Lula recibió el premio a la Cooperación Internacional de manos del príncipe Felipe, que dedicó gran parte de su discurso a destacar la labor del mandatario brasileño y su programa ”Hambre Cero” en Brasil.
Además de Lula, recibieron galardones el periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski y el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de la teología de la liberación, en Comunicación y Humanidades.
Otros premiados fueron las escritoras Fátima Mernissi, marroquí, y Susan Sontag, estadounidense, el sociólogo alemán Jürgen Habermas, la etóloga británica Jane Goodall, el pintor español Miquel Barceló y el Tour de France, organizador de la vuelta ciclista a Francia.
Entre los patrocinadores y jurados de la Fundación Príncipe de Asturias hay empresarios como el hispanomexicano Plácido Arango, dueño de la cadena de restaurantes VIPS; Francisco Luzón, director para América Latina del Banco Santander Central Hispano, y Manuel Azpilicueta, presidente del Círculo de Empresarios.
También hay sindicalistas, entre ellos Cándido Méndez, secretario general de la Unión General de Trabajadores, políticos como el ex ministro de Educación bajo la dictadura de Francisco Franco y actual presidente de Galicia, Manuel Fraga, el ex ministro socialista Gustavo Suárez Pertierra y, con su presencia en los actos, la reina Sofía.
Al margen de los actos multitudinarios, que llenaron las calles de Oviedo con bandas de música, bailes populares y otras actividades, los premiados, jurados e invitados especiales compartieron una intensa jornada en la que coincidieron en destacar el carácter de reivindicación social de los premios.
El padre Angel, presidente de la organización no gubernamental Mensajeros por la Paz, dijo a IPS que ”estos premios llegan al sentimiento de la gente porque premian acciones altruistas, sin tomar en consideración las orientaciones políticas de quienes los reciben”.
En términos similares se pronunció el príncipe Felipe, quien en el discurso de clausura de los actos destacó ”el ejemplo y el compromiso que supone la obra de hombres y mujeres como los que hoy reciben nuestros galardones”.
Delante de empresarios y de dos ministros del gobierno español, Habermas planteó en su discurso que ”Europa debe luchar por un comercio internacional justo”, sin trabas para la importación de productos del Sur.
El tema inmigratorio también fue abordado. Fátima Mernissi resultó concluyente al decir que ”Europa es un harén con un sultán arcaico que cierra sus puertas” a los inmigrantes.
”Si el dinero árabe circula tranquilamente por Europa, así como lo hacen los empresarios y los ejecutivos, ¿por qué no lo pueden hacer las personas humildes, por qué no lo pueden hacer los pobres?”, preguntó Mernissi. No obtuvo respuestas.
Lula recibió un recordatorio de la situación de los inmigrantes al llegar al histórico Teatro Campoamor, donde se entregaron los premios. A escasos veinte metros de la puerta, tras una valla metálica y mezclados con otras personas, había un grupo de brasileños con dos carteles.
Uno decía ”Lula, os brasileiros te parabenizan” (Lula, los brasileños te felicitan). Otro ”O que queremos é estar no Brasil, mas precisamos alimentar nossos filhos” (Queremos estar en Brasil, pero necesitamos alimentar a nuestros hijos).
Cristiao, uno de los manifestantes que sostenían las pancartas, dijo a IPS que ”nuestro Brasil es un país rico en pobreza, pero tenemos esperanzas en que Lula cambie las cosas”.
Explicó también que trabajando en el sector de servicios gana cuatro veces más que en Brasil y que desde Oviedo puede enviar dinero a su país para mantener a su familia, pero que su deseo es volver cuanto antes a su patria.
El ataque contra Iraq también fue protagonista en los discursos. Susan Sontag dijo que Estados Unidos atacó a ese país porque era el objetivo militar más fácil, pero que ahora le es difícil gobernarlo y por eso pide ayuda a Europa.
Más dura fue Jane Goodall, premiada por sus investigaciones sobre los chimpancés, quien afirmó que comparar al presidente de los Estados Unidos, George Bush, con uno de esos animales es un insulto para éstos.
Por su parte, Habermas planteó la necesidad de ampliar el concepto de ciudadanía para lograr ”una ciudadanía multicultural” más allá de las fronteras nacionales.
En una línea parecida, Lula abogó en contra del ”absolutismo económico” y a favor de ”una reconstrucción de una Organización de las Naciones verdaderamente Unidas”.
En síntesis, de una Organización de las Naciones Unidas capaz de rescatar la supremacía del diálogo y el consenso multilateral, porque cooperación (nombre del premio que recibió) ”significa, ante todo, la promoción de la equidad en las relaciones entre los estados y trabajar por la justicia en el contexto internacional”.
El líder brasileño recordó en su discurso que el desarrollo técnico y la democracia social no siempre caminan juntos, que el progreso no define el destino de la riqueza y que ”el abismo entre el progreso técnico y el desarrollo moral configura uno de los pasivos dejados por el siglo XX”.
Para dar vuelta esa situación, ”el arma fundamental es profundizar la democracia económica, social, cultural y política”, dijo. Una definición que todos los asistentes premiaron con un sostenido aplauso.