Falta poco para que en Venezuela no se escuche más llamar tuna al agua, pehe a la tortuga y nono a la tierra, tres palabras en mapoyo, la lengua de una etnia que por siglos habitó el Orinoco medio y que hoy hablan apenas unos pocos ancianos.
La última mujer que habló ese idioma, Petra Reyes, falleció el 31 de agosto en el poblado La Urbana, a unos 400 kilómetros al sur de Caracas. Le sobreviven dos hermanos varones que, con otros dos o tres individuos, son los únicos que aún utilizan la lengua autóctona entre menos de 200 mapoyos sobrevivientes.
El mapoyo ”es una de las lenguas indígenas amenazadas de inminente desaparición en Venezuela”, dijo a IPS la antropóloga María Eugenia Villalón, de la Universidad Central, en Caracas, principal investigadora de estos casos.
Según el último censo (2001), Venezuela tiene 315.000 indígenas, aunque 511.000 individuos (entre 24 millones de habitantes) reivindican pertenecer a algunas de las 32 etnias que habitan principalmente las regiones de frontera al sur, este y noroeste del país.
Una clasificación que Villalón presentó a la Cuarta Conferencia Internacional sobre Lenguas Amenazadas, en noviembre de 2002 en Kyoto, mostró que al menos siete idiomas aborígenes venezolanos se encuentran en estado crítico, que son mapoyo, añú, baré, sáliva, yabarana, uruak y sape.
El último hablante conocido de sape falleció en 2001. Varias lenguas se extinguen por el escaso número de individuos en su etnia, y en el caso de los añú, que habitan palafitos en la laguna de Sinamaica (extremo noroeste), los cerca de 3.000 integrantes del pueblo pierden además el hábitat por el deterioro ambiental de la laguna.
Un idioma, advirtió Villalón, ”no está amenazado ni se extingue porque lo hable un reducido número de individuos, sino porque deja de utilizarse y transmitirse de padres a hijos, y su grado de amenaza se mide por el número de niños que lo hablen”.
Ese es el caso de los mapoyo, ya muy pocos, diluidos en poblados del Orinoco medio, con un puñado de adultos mayores que apenas la utilizan y el resto de ellos ganado para la lengua dominante, en este caso el castellano.
”Es una lengua recordada más que hablada, por gente oxidada como hablantes, que van perdiendo la sintaxis y la usan con un estilo formulario: tengo hambre, dame de comer, fui al sembrado, hay piña. Son construcciones muy simples”, lamentó Villalón.
El pueblo mapoyo fue mencionado y descrito por los cronistas jesuitas que se aventuraron en la Guayana entrado el siglo XVIII. Como otros pueblos caribes, tienen un héroe mítico, Marewaka o Marahuaca (nombre de un monte del sur venezolano) y tuvieron una cosmovisión que desaparece con ellos y con su idioma.
”Toda lengua es un sistema de cognición único”, argumentó Villalón. ”Al perderla, desaparece una creación humana de siglos y, en nuestro caso, un patrimonio de la humanidad y específicamente venezolano”, destacó la experta.
En el mundo se hablan unas 6.000 lenguas, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Los lingüistas prevén que en el transcurso de este siglo desaparecerán al menos 3.000 de ellas.
En Venezuela, las únicas lenguas indígenas de robusta vitalidad son el yanomami y el sanima, también de la familia yanomami, etnia del extremo sur del país (y del norte brasileño) que vive en un relativo aislamiento geográfico y escasa interacción con el resto de la sociedad.
Pero las restantes se encuentran bajo distintos grados de amenaza, porque son de poblaciones muy pequeñas, o hay constante interacción con hablantes de otras lenguas indígenas y del castellano.
Silvia Gómez, investigadora del estatal Instituto de Patrimonio Cultural, destacó para estos casos ”la diferencia de prestigio con el castellano, que abrazan precisamente los más jóvenes, quienes así se desmarcan del habla de sus padres”.
En un rango medio, ”amenazado y casi en peligro”, está la lengua de la etnia wayúu, el pueblo de la Guajira colombo- venezolana y de la que hay casi 200.000 individuos en Venezuela, ”entre quienes crece el porcentaje de monolingües” en castellano.
”No es un fenómeno exclusivo nuestro: en Perú hay dialectos o variantes del quechua con cientos de miles de individuos, que también están amenazados”, apuntó Villalón.
Hace tres décadas, Venezuela inició entre los wayúu programas de educación formal bilingüe, que luego extendió a otras zonas, pero las investigadoras concuerdan en que casi nunca se va más allá de tercero o cuarto grado de educación primaria.
Otro avance formal fue que la Constitución de 1999, impulsada por el presidente Hugo Chávez, reconoció derechos a los pueblos indígenas que incluyeron declarar oficiales sus lenguas en los lugares donde se las hable.
El antropólogo Esteban Mosonyi ha advertido que, con un programa de bilingüismo sostenido, sólo dentro de ocho o 10 años se obtendrían resultados.
”Hay voluntad política en el alto gobierno, pero no se traduce en programas, en una política de Estado”, deploró Villalón. Pero, autocrítica, ”también las universidades tienen su parte: tenemos una sola escuela de antropología y quienes estudian esta materia se pueden contar con los dedos de una mano”.