BRASIL: Nuevos polos de poder en construcción

RIO DE JANEIRO, oct (IPS) – La unión de grandes países en desarrollo para reducir el desequilibrio mundial es una idea que Brasil cultivaba hace tiempo, pero que sólo ahora ganó cuerpo al acumular fuerzas con India y Sudáfrica para luego crear el Grupo de los 22.

La V Conferencia Ministerial, que la Organización Mundial de Comercio (OMC) realizó en septiembre en el sudoriental balneario mexicano de Cancún, fue la gran oportunidad para esa estrategia al presentarse una clara oposición entre el Norte y el mundo en desarrollo interesado en abrir los grandes mercados agrícolas.

El Grupo de los 22 (G-22) países en desarrollo, creado para luchar contra los subsidios y barreras al comercio agropecuario del mundo industrializado, apareció como un tercer gran actor para contraponerse a los poderes dominantes en la OMC, cuya intransigencia llevó al colapso de las negociaciones.

En Cancún, sin la posición firme de este novel bloque, sólo se hubiera ratificado lo acordado anteriormente por Estados Unidos y la Unión Europea (UE), aseguró el canciller de Brasil, Celso Amorim, portavoz del G-22 en esa conferencia.

Los resultados hubieran sido muy tímidos en agricultura y la mayoría de la población mundial tendría que esperar otros 15 a 20 años por nuevas negociaciones, insistió el diplomático en las últimas entrevistas.

Esa alternativa abortada repetiría lo ocurrido en el proceso anterior de negociaciones, la llamada Ronda Uruguay, que se desarrollaron de 1986 a 1994 para culminar en la creación de la OMC y que postergó la liberalización del comercio agrícola, acogiendo un acuerdo de Washington y la UE.

El G-22 tiende a dividirse, según evaluaron analistas internacionales, una posibilidad que es admitida por el mismo canciller Amorim.

Pero ”el movimiento, en su conjunto, no es meramente coyuntural y puede asumir otras formas de articulación”, sostuvo a IPS Theotonio dos Santos, profesor de economía internacional en la Universidad Federal Fluminense, de Niteroi, ciudad vecina de Río de Janeiro.

Lo importante es ”consolidar el nucleo central, un polo de atracción” que debería componerse de Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica, señaló.

Este es el sentido de la actuación del gobierno brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva, muy activo en política exterior desde su asunción en enero y catalizador de nuevas alianzas.

”Brasil amplió su radio de acción diplomática, buscando incluso diversificar su comercio exterior”, explicó a IPS Luiz Alberto Moniz Bandeira, autor de ”Brasil, Argentina y Estados Unidos”, una amplia historia sobre ”conflicto e integración en América del Sur”, a la luz de las relaciones con las potencias del Norte, especialmente Estados Unidos, entre 1870 y 2003.

”Dos conceptos impulsan actualmente la política externa brasileña, el de América del Sur, en lugar de América Latina, y la proyección de sus intereses hacia China, India y Sudáfrica como socios estratégicos”, definió el historiador.

El G-22 tuvo su rápida formación, en vísperas de la conferencia de Cancún, facilitada por un antecedente, el Grupo de los Tres (G- 3) que Brasil empezó a constituir con India y Sudáfrica en una reunión de cancilleres en Brasilia. La intención manifiesta es atraer a China y Rusia a esa alianza estratégica.

La multiplicación de esos grupos busca ajustarse a nuevas situaciones y ganar fuerza. El G-22, por ejemplo, ocupó en Cancún el lugar que tradicionalmente correspondía al Grupo de Cairns, compuesto de 17 países de agricultura eficiente y que desde los años 80 lucha contra los subsidios de Estados Unidos y la UE.

Pero no se trata de una sustitución, sino de ”una evolución, pues Cairns no lograba responder al desafío de Cancún y el (entonces) G-20 se formó rápidamente”, explicó Pedro Camargo Neto, consejero de la Sociedad Rural Brasileña y ex secretario de Producción y Comercialización del Ministerio de Agricultura.

América Latina contribuyó con 13 países al G-22, que son Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala y Paraguay, que también son miembros de Cairns, más Cuba, Ecuador, México, Perú y Venezuela.

China, Egipto, Filipinas, India, Indonesia, Nigeria, Pakistán, Sudáfrica y Tailandia completan el nuevo grupo, del cual quedaron fuera cinco miembros de Cairns, como son Australia, Canadá, Malasia, Nueva Zelandia y Uruguay.

”Cairns colabora mucho con el G-22”, sin necesidad de fusión, sostuvo Camargo Neto. Canadá, un país rico, también se opone a los subsidios a la exportación agropecuaria, tal como Nueva Zelanda, argumentó.

En su opinión, se registraron avances en la actitud brasileña ante las negociaciones comerciales internacionales, no cambios.

El gobierno anterior de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) tuvo ”acciones fuertes” en la cuestión agrícola, abriendo procesos en la OMC contra las exportaciones subsidiadas de azúcar de la UE y las subvenciones estadounidenses a su producción de algodón, recordó.

El canciller Amorim considera que la política externa de su gobierno presenta ”diferencias de énfasis” en relación a los anteriores, ejemplificando con la ”determinación” en obtener la integración sudamericana, acercarse a otras regiones y crear el ”foro trilateral” con India y Sudáfrica.

Además de encuentros con todos los presidentes sudamericanos, Lula tiene previsto visitar Africa a comienzos de noviembre y Medio Oriente en diciembre.

Pero el reconocido éxito de la política exterior conducida por Amorim no se debe sólo a un mayor énfasis en orientaciones históricas de la diplomacia brasileña, sino también a ”ángulos distintos”, evaluó para IPS Leticia Pinheiro, investigadora del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Río de Janeiro.

Itamaraty, como es conocida la cancillería brasileña, mantiene su ”patrón de continuidad”, aprovechando la ”acumulación anterior”, pero ”cambió su forma de tratar las cuestiones, con una visión más política”, distinta de la comercial que predominaba en el gobierno de Cardoso, sostuvo.

Es así que obtuvo ”un triunfo político” en medio del fracaso de la conferencia de Cancún que no logró resultados en la negociación comercial, ejemplificó. En un contexto en que la economía restringe movimientos, la actuación política permite cierta flexibilidad, apuntó Pinheiro.

Los grupos de acción conjunta pueden cambiar, ”no son indisolubles, porque eso significaría perder eficacia ante intereses discrepantes”, pero el G-22, producto de una ”conjunción de intereses”, ya tuvo un efecto de demostración importante de efectividad de la acción en bloque, concluyó la investigadora.

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