La aprobación de una constitución de transición para Somalia en las negociaciones que se desarrollan en Mbagathi, Kenia, constituye un gran avance hacia la paz en ese país del Cuerno de Africa, que carece de gobierno desde 1991.
Los breves lineamientos institucionales, que servirán de guía para la creación de un gobierno central parlamentarista y federal, fue acordada por los 366 delegados de 23 facciones que asisten esta semana a las negociaciones en Mbagathi, a 16 kilómetros de Nairobi.
El caos y la anarquía han reinado en Somalia desde el derrocamiento en 1991 de Mohammed Siad Barre, que había tomado el poder en 1969. Con la caída del dictador, el país quedó abandonado a la violencia de los señores de la guerra.
Las milicias tribales se disputan desde entonces el territorio, enfrentadas en duros combates por el control de ciudades, caminos y puertos.
Entre 1991 y 1992, la hambruna mató a 300.000 personas en este país de 10 millones de habitantes.
Una fuerza de mantenimiento de la paz que la Organización de Naciones Unidas (ONU) envió al país en 1993 para controlar la violencia y asistir a la población abandonó el territorio en 1994, con un saldo desastroso.
La constitución acordada esta semana ”es un signo de que las conversaciones están próximas a su fin y que nos aprontamos para tener un país en paz”, dijo Asha Abdi, delegado de una de las facciones participantes en el diálogo de Kenia.
En el texto legal se solucionan cuestiones espinosas, como el régimen de gobierno y la autonomía de las administraciones regionales. El proceso de paz casi se desbarrancó al comenzar en octubre pasado en Kenia a causa de discrepancias sobre esos asuntos. Pero las partes acordaron entonces un cese del fuego.
Otro punto que casi pone fin a las conversaciones hace tres meses fue la cantidad de legisladores, que quedó fijada en 351, un promedio entre las propuestas que oscilaban de 250 a 450. Los cuatro clanes principales se atribuyeron 78 escaños cada uno, mientras los 39 restantes tendrán uno cada uno.
Los delegados elegirán a los parlamentarios en los próximos siete días y, a su vez, éstos elegirán un presidente del congreso y al de la república. De acuerdo con la constitución provisional, el presidente —cargo al cual ya aspiran 52 dirigentes— deberá designar a un primer ministro, a cargo de nombrar el gabinete.
Mientras, los somalíes en el exilio piden a los dirigentes la designación de un líder sin aspiraciones personales desmedidas y que sea sensible a sus necesidades. ”Hemos luchado por mucho tiempo, y es hora de que hagamos la paz”, dijo el joven Abdullahi Ahmed, que da vueltas alrededor de la sede de las negociaciones en Mbagathi.
La carta acordada enfatiza en la necesidad de que los dirigentes se embarquen en un proceso de reconciliación y perdón.
El enviado especial de Kenia a las conversaciones en Somalia, Bethuel Kiplagat, dijo que el próximo gobierno necesitará estabilidad para ”actuar como agente del proceso de reconciliación y de construcción de la paz”.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, advirtió en junio que el futuro del proceso de reconciliación está en manos de los propios somalíes.
El proceso de diálogo es facilitado por la Autoridad Intergubernamental de Desarrollo (IGAD), bloque de Africa oriental que reúne a Djibouti, Eritrea, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán y Uganda. Como observadores, participan la ONU, la Unión Europea, la Liga Arabe, Estados Unidos, Egipto y Yemen.
En 2000, los negociadores acordaron la constitución de un gobierno de transición que se instaló en Mogadiscio. Pero el organismo fue incapa de controlar la totalidad del territorio y de obtener el reconocimiento de la vecina Etiopía, uno de los países vecinos que participa en la mediación.
El poder del gobierno de transición se redujo de tal manera desde su instalación que ahora participa en las negociaciones en Kenia como una facción más.
El interés internacional en resolver la guerra civil en Somalia aumentó luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Washington considera que el caótico territorio es ideal para el escondite de terroristas.
Estas sospechas ganaron credibilidad cuando un hotel de propiedad israelí en la costa keniata fue atacado con una bomba al parecer por miembros de la radical red Al Qaeda en noviembre. El explosivo, que dejó al menos 15 muertos, habría sido llevado hasta allí desde Somalia.