Los abortos y los embarazos no deseados están en aumento entre las adolescentes y jóvenes de Japón, donde los servicios de salud reproductiva no están a la altura de otros países industrializados.
Trece por ciento de los abortos, o casi 47.000, se practican en adolescentes de 16 a 19 años. Otros 80.000 se realizan en mujeres de 20 a 24 años, según las últimas estadísticas oficiales, correspondientes a 2001.
En ambos grupos aumentó el índice de abortos: casi se duplicó entre las adolescentes y subió 40 por ciento en el grupo de 20 a 24 años, respecto de las cifras registradas cinco años antes.
Funcionarios de Tokio señalaron que están intentando nuevas estrategias para atender las necesidades de la población femenina.
Un nuevo programa gubernamental lanzado en abril en colaboración con obstetras y expertos en planificación familiar procura poner al alcance de toda esa población métodos anticonceptivos eficaces, información y distintas opciones de salud reproductiva.
Sin embargo, la clave podría estar en factores vinculados con el cambio de una sociedad tradicional a otra moderna y cosmopolita, en que la actividad sexual comienza más temprano y aumenta la frecuencia del embarazo adolescente.
"Las estudiantes embarazadas tienen en común hogares rotos, falta de autoestima y vidas aisladas", comentó Yuko Ito, jefa de parteras del Hospital Ashihara, en la meridional ciudad de Osaka, uno de los pocos hospitales "amigos del adolescente" de Japón.
"El gobierno está alarmado por la situación", declaró Kiyomi Saegusa, del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social.
Diez por ciento de las madres que dan a luz en el Hospital Ashihara son adolescentes, 10 veces más que el promedio nacional.
Además de que la actividad sexual comienza más temprano (se estima que las adolescentes empiezan a los 15 o 16 años y los varones a los 14 o 15), el tabú que rodea a los anticonceptivos hace que se produzcan numerosos embarazos no deseados entre los jóvenes.
Existe un claro vínculo entre el alto índice de abortos y el bajo uso de la píldora anticonceptiva, señaló Kunio Kitamura, médico ginecólogo y director de la Clínica de Planificación Familiar de Japón, involucrada en el proyecto gubernamental de salud reproductiva.
"El condón y el retiro precoz son los métodos anticonceptivos más usados en Japón, aunque conllevan un alto riesgo de falla", señaló Kitamura.
Además, agregó, la utilización de esos métodos refleja que la planificación familiar continúa controlada por los hombres.
El alto costo de la píldora (27 dólares al mes) y la necesidad de prescripción médica también la vuelven menos accesible a las adolescentes, que disponen de menos dinero y temen revelar detalles de su vida personal a un médico.
Tras un largo debate y décadas después de que otros países aprobaran los anticonceptivos orales, el gobierno japonés aprobó la píldora de baja dosis hormonal en junio de 1999, y las ventas comenzaron en septiembre de ese año.
Sin embargo, la píldora —que no está cubierta por los seguros médicos— constituye menos de uno por ciento de todos los métodos anticonceptivos utilizados en Japón. En contraste, es el método más popular en Estados Unidos, donde se considera una forma de liberación femenina.
Algunas japonesas temen usar la píldora por los riesgos de salud que conlleva.
Grupos de activistas exigen un cambio en la ley que requiere el consentimiento de los padres para que una menor se realice un aborto, con el argumento de que esto provoca demoras que aumentan los riesgos de la intervención.
El Hospital Ashihara intenta apartarse de las restricciones de la tradición y ofrecer un ambiente abierto en que las jóvenes puedan tomar las riendas de su vida. Como política, ayuda a las adolescentes a darse cuenta de que tienen la opción de dar a luz a sus hijos, además del aborto.
"Debemos darles a las adolescentes una opción cuando se descubren embarazadas. Con frecuencia, los padres y los médicos no les ofrecen otra alternativa que el aborto", explicó Ito.
Muchas de las adolescentes embarazadas que concurren al Hospital Ashihara carecen de apoyo familiar y tienen relaciones sexuales para compensar esa falta de afecto y sentido de pertenencia, señaló.
Varias adolescentes han dicho que su decisión de seguir adelante con el embarazo las ayudó a tomar el control de su vida, contó la jefa de parteras.
"Sin embargo, enfrentan discriminación en la sociedad japonesa, que no tolera la maternidad en la escuela y espera que las jóvenes sigan un estilo de vida rígido, que estudien, trabajen y se casen antes de tener hijos", dijo Ito, que promueve el uso de anticonceptivos orales y condones para evitar embarazos indeseados.
También se percibe entre los adolescentes y jóvenes la necesidad y el deseo de una mayor educación sexual. Los varones realizan dos tercios de las llamadas que recibe la Clínica de Planificación Familiar de Japón, en busca de consejo o información.
Esta falta de información contrasta con el fácil acceso al sexo explícito, ya sea en revistas, películas o Internet.
Las escuelas primarias no ofrecen educación sexual. En la enseñanza media, cuando los estudiantes tienen de 13 a 15 años, se les brinda información limitada a un enfoque científico y al riesgo de enfermedades como el sida, pero no se habla abiertamente del condón, por ejemplo.
Los activistas reclaman una educación sexual más amplia, pero funcionarios y políticos replicaron que eso llevaría a una actividad sexual más temprana.
"La vieja generación se niega a aceptar la realidad. Los jóvenes japoneses ya tienen una actividad sexual más temprana, y se precisan medidas urgentes para crear conciencia sobre sus consecuencias", concluyó Ito.