La suerte de casi la mitad de la población mundial depende de lo que resuelva este domingo la conferencia ministerial de la OMC reunida en la ciudad mexicana de Cancún, donde países del Sur y del Norte reeditan viejas disputas.
Los ministros de 146 países negocian en un clima de tensión cuál será el destino de los subsidios con que las naciones industriales protegen su agricultura, actividad de la que dependen en todo el mundo 3.000 millones de personas, de las cuales unos 600 millones sufren hambre y desnutrición.
De los intereses encontrados sobre la cuestión agrícola germinó un enfrentamiento entre Norte y Sur no visto antes en la OMC (Organización Mundial del Comercio), que celebra desde el miércoles hasta este domingo su quinta conferencia ministerial en el sudoccidental balneario mexicano.
De un lado se alinean las mayores potencias comerciales, Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Japón, apoyadas por varios gobiernos del Norte industrial, y, por el otro, 22 países liderados por Brasil, China e India, el ahora llamado Grupo de los 22 (G-22).
Conforman el G-22 Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, China, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Egipto, El Salvador, Filipinas, Guatemala, India, México, Pakistán, Paraguay, Perú, Sudáfrica, Tailandia, Turquía y Venezuela.
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En medio quedaron millones de agricultores, muchos de los cuales ni siquiera saben que un grupo de ministros de Comercio discute hoy su destino.
Aunque sólo entre 10 y 20 por ciento de la producción agrícola del mundo ingresa al comercio internacional, las reglas con las que se maneja el intercambio en el sector tienen efectos directos sobre todos los agricultores del planeta, afirma el Instituto sobre Políticas Agrarias y de Comercio de Estados Unidos.
La mayoría de las exportaciones de productos agrícolas proviene apenas de un puñado de 15 países. Estados Unidos acapara 19 por ciento del intercambio y la UE 17,5 por ciento.
Los roces registrados en Cancún, donde grupos no gubernamentales acusan a Estados Unidos de chantajear y amenazar a países pobres para que no se sumen al G-22, recuerdan las pugnas de la guerra fría, en las décadas de 1960 y 1970.
Pero ahora no parece haber de por medio asuntos ideológicos.
Según Eduardo Pérez Motta, representante de México ante la OMC, la formación del G-22 al que pertenece su país, responde básicamente a intereses comunes entres sus miembros y ”a cuestiones muy prácticas, nada más”.
La tensión agrícola ha recrudecido a medida que se acerca el 1 de enero de 2005, fecha en la que deberían quedar establecidos acuerdos para reducir sustancialmente las subvenciones internas, para abatir los subsidios a las exportaciones, con miras a su eliminación, y para mejorar el acceso a los mercados.
Ese fue el plazo acordado en la IV conferencia de la OMC celebrada en noviembre de 2001 en Doha, Qatar.
Pero tal como marchan las negociaciones, esos plazos difícilmente podrán cumplirse, advierten analistas.
Si no hay acuerdos a tiempo habrá consecuencias muy negativas para la economía mundial, señaló el comisario de Comercio de la UE, Pascal Lamy.
El G-22 demanda que los países ricos desmonten sus sistemas de subsidios en consonancia con el plan de Doha, pues aseguran que perjudican a sus agricultores y distorsionan los mercados.
Los países industriales responden que están dispuestos a concesiones, pero de forma paulatina y sectorial, pues afirman que acabar radicalmente con los subsidios sería perjudicial para todos.
Estudios independientes, como el realizado por el Centro de Análisis de Políticas Agrícolas de la Universidad estadounidense de Tennessee, les dan la razón en parte.
La eliminación de subsidios mundiales a la agricultura, estimados en 300.000 millones de dólares anuales —80 por ciento de los cuales aplican UE, Estados Unidos y Japón— llevaría a una espiral descendente de los precios agrícolas, lo cual tendría un fuerte impacto en los países pobres, apunta esa investigación.
La única solución para lograr un comercio equilibrado es establecer políticas orientadas hacia los agricultores y aumentar la cooperación internacional, añade.
Sin embargo, el Banco Mundial afirma que la reducción definitiva de los subsidios permitiría salir de la pobreza a 144 millones de personas, que ahora ganan menos de dos dólares por día.
En total, las subvenciones de los países industrializados a sus agricultores superan el producto interno bruto de todas las naciones de Africa austral y suman seis veces el monto destinado a asistencia para el mundo en desarrollo.
”No podemos permitir que un grupo relativamente acomodado de habitantes de los países ricos nos impida avanzar hacia un sistema de comercio global que sirva para que una gran cantidad de pobres pueda salir de la pobreza”, señaló en Cancún el director general del Banco Mundial Shengman Zhang.
El funcionario expresó que ”los países ricos son responsables de dos tercios del comercio mundial y están en mejores condiciones para enfrentar a largo plazo los costos asociados con las reformas que deben hacerse al comercio”.
Pero los representantes de los países industriales han dicho claro que no están dispuestos a ceñirse a las condiciones expuestas por el G-22.
El canciller de Brasil, Celso Amorim, advirtió que si en Cancún no se encuentran los caminos para reducir los subsidios, la OMC corre el riesgo de perder su credibilidad y el mundo enfrentará serios problemas comerciales.