El levantamiento del embargo militar y económico de la ONU a Libia, que llevaba 11 años, abrió la puerta para que proveedores de armas ingresen al millonario mercado de ese país del norte de Africa, uno de los más ricos productores de petróleo.
Libia era uno de los mercados de armas más importantes antes de que fuera sometida a sanciones, dijo el analista Michael Khatama, del centro Investigaciones y Proyecciones Mundiales, con sede en Estados Unidos, dedicado a seguir el rastro de las ventas de armas y recolectar información militar.
Con el final de las sanciones de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), los rusos, los italianos y los británicos estarán pronto de regreso en el mercado, dijo Khatama a IPS.
De hecho, el gobierno libio había iniciado negociaciones con Italia antes de que el Consejo de Seguridad de la ONU levantara el embargo, para adquirir modernos sistemas de comunicaciones, barcos rápidos para patrullaje y tecnología de visión nocturna.
La Unión Europea había advertido a Italia que el negocio violaría las sanciones, pero el gobierno del primer ministro Silvio Berlusconi —que asumió poco después la presidencia rotativa del bloque— arguyó que los equipos eran sólo para controlar la inmigración desde el norte de Africa hacia Italia.
Washington impuso su propio embargo militar y económico contra Trípoli en 1981 luego de acusar al presidente libio Muammar Gaddafi de fomentar el terrorismo mundial. Libia está en la lista de estados terroristas del Departamento de Estado.
Las sanciones de la ONU llegaron en 1992, en respuesta al atentado terrorista contra un vuelo de la areolínea Pan Am sobre la localidad escocesa de Lockerbie en 1988, en el que murieron 270 personas. Trípoli fue acusada de estar vinculada al ataque.
El Consejo de Seguridad de la ONU suspendió en forma temporal algunas de las sanciones en 1999, luego de que Libia cumpliera la demanda de entregar a dos de los sospechosos por el atentado para que fueran juzgados por una corte escocesa instalada en Holanda.
El gobierno de Libia aseguró que las sanciones de la ONU y de Estados Unidos le costaron más de 25.000 millones de dólares en los últimos 22 años.
El Consejo de Seguridad de la ONU, de 15 miembros, aprobó el 12 de este mes el fin de las sanciones.
Trece países votaron a favor, mientras que Estados Unidos y Francia se abstuvieron. Esta decisión llegó después de que Libia aceptara compensar con 2.700 millones de dólares a las familias de las víctimas del atentado de Lockerbie.
Washington, por su parte, mantiene su bloqueo a Trípoli.
El jefe de gobierno español José María Aznar fue el miércoles en el primer líder occidental en reunirse con el presidente libio Gaddafi tras la resolución del máximo cuerpo de seguridad del foro mundial.
Madrid y Trípoli firmarán varios acuerdos sobre petróleo, electricidad, industria y agricultura, pero no se mencionó venta de armas. Claro que la mayoría de los países no hacen públicos este tipo de negocios.
El año pasado, el gobierno sudafricano negó rumores de que planificaba una venta de armas a Libia aprovechando la amistad personal del presidente Thabo Mbeki con Gaddafi.
Por su parte, el subjefe ejecutivo de la compañía sudafricana de armas Denel, Max Sisulu, aseguró que no haría negocios con el gobierno libio mientras estuvieran vigentes las sanciones de la ONU.
El Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos consideró una vez a Libia como uno de los países con más armas del mundo, recordó el analista Khatama, y subrayó que Trípoli cuenta con cerca de 500 aviones de guerra, según portavoces de inteligencia estadounidenses.
Los ingresos de Libia por la venta de petróleo llegan a 10.000 millones de dólares al año, que representan 95 por ciento de sus exportaciones y 30 por ciento de su producto interno bruto.
Con una población de 5,7 millones de habitantes, Libia gasta más de 1.500 millones de dólares anuales en presupuesto militar.
Las transferencias mundiales de armas suman entre 26.000 y 40.000 millones de dólares anuales. Estados Unidos es el mayor proveedor, con ventas por 12.100 millones de dólares, seguido por Gran Bretaña, con 6.100 millones, Rusia, con 3.700 millones, Alemania, con 3.200 millones, y Francia, con 2.900 millones de dólares.
Todos estos países, a excepción de Alemania, son miembros permanentes —y por tanto con poder de veto— en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Libia llegó a tener un gran arsenal, que incluyó aviones de guerra franceses y soviéticos, así como helicópteros de combate y barcos de patrulla británicos, italianos y franceses, submarinos y misiles soviéticos, cientos de tanques brasileños y camiones blindados británicos para transporte de soldados.
Trípoli distribuía dinero y armas a diversos movimientos de liberación, como el Frente Polisario del Sahara Occidental, y grupos separatistas musulmanes en Filipinas, pero todo se acabó con las sanciones internacionales.
El embargo también impidió que Libia modernizara su ejército, de unos 76.000 efectivos equipados con armas que en su mayoría datan de los años 70.
El representante permanente de Estados Unidos en la ONU, James Cunningham, dijo que Washington aún tiene grandes preocupaciones sobre varios aspectos del comportamiento libio, como su desempeño en materia de derechos humanos, el rechazo a las normas democráticas, su vinculación con el terrorismo y, lo más grave, su interés en conseguir armas de destrucción masiva.
Cunningham acusó a Trípoli de desarrollar armas químicas y biológicas.
Estados Unidos intensificará sus esfuerzos para poner fin a las acciones amenazantes de Libia. Esto incluye mantener las sanciones bilaterales en todo su vigor, advirtió el embajador.
Por su parte, el representante de Francia en la ONU, Jean Marc de la Sabliere, dijo ante el Consejo de Seguridad que levantar las sanciones era una fase importante en el proceso de reintegración de Libia a la comunidad internacional.
Para la normalización se necesita que Libia continúe haciendo los gestos necesarios que van más allá de los simples requisitos para levantar las sanciones, subrayó.