Más que ocupantes, los soldados que viajaron miles de kilómetros desde Estados Unidos para liberar a Iraq de una dictadura oprobiosa parecen prisioneros en sus propios cuarteles, donde se refugian del odio que perciben en la población.
No muchos de los uniformados en Estados Unidos son soldados vocacionales y profesionales, sino reservistas llamados a filas a comienzos de este año. Se les dijo que permanecerían en Iraq unos pocos meses, pero ahora saben que deberán permanecer allí al menos hasta la próxima primavera boreal.
Antes de ser convocados, muchos eran estudiantes o empleados del gobierno. Una, ahora vestida de uniforme de fagina, dice ser maestra y que dos hijos la esperan en Estados Unidos. Como ella, la mayoría no habían visto antes la muerte o la batalla. Pero con las armas en la manos, ahora representan el poder en Bagdad.
Oficialmente, muchos no son tropas de combate, sino policías militares con el objetivo de atrapar a los remanentes del disuelto régimen de Saddam Hussein, que desapareció en medio de la invasión a Iraq iniciada el 20 de marzo y concluida el 1 de mayo.
No tienen los conocimientos y adiestramiento básico para el patrullaje civil, y desconocen las leyes que supuestamente deben aplicar, dijo el experto Curt Goerig, de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional.
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Los 1.000 efectivos del Primer Batallón de la 37 División Acorazada tomaron como base Isla Bagdad, el principal parque de las cercanías del río Tigris, que quedó así fuera del alcance de los iraquíes.
Muchos creen haber venido a derrocar a Saddam Hussein, a liberar a los iraquíes de un dictador. Pero otros dicen limitarse a cumplir con lo que consideran una obligación profesional.
Estamos aquí porque nos ordenaron estar aquí. Este es nuestro trabajo, uno tiene que cumplir con su trabajo y seguir adelante, dice el soldado raso Scanlon, de la localidad de Hampton Roads, en el sudoriental estado de Virginia.
Y muchos se dan cuenta de que la mayoría de los iraquíes no los quieren.
Anthony Parrish, conductor de tanques del Primer Batallón de la 37 División Acorazada, dijo que recibe alguna agresión a diario.
Nos disparan, nos ametrallean, cierran calles con cercas de alambre, algunos gritan, arrojan granadas desde los puentes. Algunos de los agresores son niños. Vimos algunos de 13, 14 años con rifles AK 47, con pistolas, dijo.
El Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos indicó que unos 300 soldados murieron en Iraq en Bagdad y sus alrededores por distintas causas en los cuatro primeros meses de invasión. Pero iraquíes y pacifistas en este país creen que esa cifra se queda corta.
Las autoridades militares estadounidenses quieren asegurarse de que la televisión no muestre imágenes de soldados muertos o heridos.
La mayoría de los uniformados dicen querer volver a casa. Jason Gunn, conductor de tanques de la 37 División Acorazada, dijo que lo más difícil no es soportar los ataques sino estar separado de su familia.
Uno puede lidiar con los disparos, e incluso acostumbrarse después de un tiempo. Pero volver solo al cuartel es lo más difícil, probablemente, sostuvo.
Sin amigos iraquíes, la vida de un soldado dentro de la base es casi como estar en prisión.
Los efectivos raramente merodean por las calles. Se los ve, sí, en carros artillados Humvee o en tanques, o, en todo caso, detrás de barricadas en puestos de control en toda la ciudad. Si están de paseo —de compras o para ver si recibieron correo electrónico en algún cybercafé—, siempre lo hacen en tanques y armados.
En algunos sectores, sí, son bienvenidos. El poder de compra de los militares en Bagdad, ávidos de películas pirateadas en DVD o aparatos electrónicos, es gigantesco en comparación con los nacionales, lo cual ha mejorado algo la situación del comercio.
El soldado promedio sabe poco sobre la historia y la cultura de Iraq, o de la religión musulmana. La mayoría de sus conocimientos proceden de un pequeño manual de 385 páginas editado por el Pentágono, Manual sobre Iraq, entregado a todos los uniformados enviados al frente.
Veinticuatro páginas se refieren a datos clave e información cultural, 17, al periodo histórico desde el ascenso del desaparecido presidente Saddam Hussein, otras 17, a asuntos de gobierno, políticos y económicos. El resto del voluminoso libro se refieren a las fuerzas armadas y a los arsenales iraquíes.
Pero los soldados tienen otros libros en su morral. Oraciones para Soldados de Acero o Frases para el Ejercicio Espiritual de Soldados de Acero son, esencialmente, volúmenes que justifican la guerra desde una óptica religiosa.
La ocupación se congratuló de varios éxitos militares, como la Operación Península, que permitió atrapar a varios dirigentes del partido de Saddam Hussein, Baath, y comabatientes. Pero los fracasos suman muchísimo más.
Una tarde, la 37 División Acorazada realizó una redada en un suburbio al norte de Bagdad para atrapar a tres iraquíes buscados por las fuerzas de ocupación. Se desplegaron 100 soldados en docenas de Humvees, tanques y helicópteros, pero no hallaron a ninguno.
Hubo, por otra parte, acusaciones de robo durante las requisas.
El diario Al-Muajaha (El Testigo Iraquí, en árabe) informó que un soldado se apropió de 25.000 dinares (16 dólares) del propietario de un supermercado. Un oficial de la 101 División Aerotransportada robó tres millones de dinares (2.000 dólares), según la organización de derechos humanos Amnistía Internacional.
Los únicos que realmente dan la bienvenida a los soldados, además de los soldados, son los menores de 10 años. ¡Eh, míster! ¡Míster!, gritan, intentando tocar sus armas. Es un momento encantador que puede durar hasta que suena, en cualquier momento, el ruido de balas y edificios que caen.