El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, decidió pedir ayuda al Consejo de Seguridad de la ONU para aliviar a sus asediadas fuerzas ocupantes en Iraq. La pregunta es: ¿cuál será el precio?
A cambio del respaldo militar y financiero de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), a la que Bush ignoró cuando decidió atacar Iraq y llamó irrelevante, Washington quizá deba renunciar a parte del control que mantiene sobre el proceso político de Iraq y de su reconstrucción.
También es posible que Estados Unidos mantenga su capacidad de dirigir las operaciones, como sugiere el proyecto de resolución que hizo circular esta semana entre los miembros del Consejo de Seguridad.
Todo indica que el Consejo se transformará en el centro de intensas y quizá prolongadas negociaciones sobre el asunto. Sus miembros se reunían este viernes en privado para debatir la propuesta de Estados Unidos.
Alemania y Francia (esta última miembro permanente del Consejo, con poder de veto), que se opusieron a la guerra contra Iraq, ya consideraron inadecuado el proyecto presentado por el secretario de Estado estadounidense, Colin Powell.
Trascendió que Francia está preparando una lista de cambios a la propuesta estadounidense para agilizar el relevo del poder a los iraquíes y ofrecer a la ONU un papel más destacado en el proceso.
La propia administración estadounidense está dividida en cuanto a lo que está dispuesta a ceder.
El Departamento de Estado es partidario de un papel importante de la ONU en Iraq, a diferencia de los halcones (políticos más radicales y unilateralistas) del Pentágono y la oficina del vicepresidente Dick Cheney.
Además, Powell no considera que el Iraq de posguerra sea una plataforma para resideñar el mapa de Medio Oriente, como creen los halcones.
Por ahora, Powell insiste en que la resolución debería permitir a Washington ejercer un papel dominante en Iraq, aunque su principal preocupación es que todas las fuerzas de seguridad ocupantes actúen bajo un comando estadounidense unificado, similar al que se aplica a las fuerzas de la ONU en Corea.
Al Departamento de Estado le preocupa menos tener que compartir el poder con la ONU en lo relacionado con la evolución política y la reconstrucción económica de Iraq.
Por otra parte, los halcones consideran cualquier participación sustancial de la ONU en Iraq como un obstáculo a sus ambiciones, no sólo de lograr un cambio de régimen en Siria, Irán y posiblemente Arabia Saudita, sino de retener bases militares en territorio iraquí, ahora que Washington redujo sustancialmente sus fuerzas en el reino saudí.
En un editorial titulado ¿Inseguros sobre Iraq?, el diario conservador The Wall Street Journal advirtió la improbabilidad de que Francia y Rusia apoyen los objetivos políticos de Washington de erradicar los restos del Baas (el partido del derrocado presidente iraquí Saddam Hussein) y juzgar a los criminales de guerra.
Rusia también es miembro permanente del Consejo de Seguridad, con poder de veto.
Si insisten en ganar influencia en Bagdad a cambio de una nueva resolución de la ONU, Bush tendrá que arriesgarse a su veto, advierte el Journal.
El diario consideró que la única resolución aceptable de la ONU sería una que mantuviera el control de Estados Unidos pero a la vez persuadiera a India, Pakistán y Turquía de enviar las decenas de miles de soldados que Washington precisa para respaldar a sus propias fuerzas.
Esos tres países respondieron al pedido de tropas de Estados Unidos diciendo que sólo lo considerarían si el Consejo de Seguridad aprobara una nueva resolución, pero no detallaron las disposiciones que debería contener esa decisión, ni siquiera en lo relativo a la autoridad que controlaría las fuerzas.
Es casi seguro que la participación de fuerzas más experimentadas y mejor equipadas, como las de Francia, Alemania y otros aliados clave de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), dependerá de la aceptación de una resolución similar a la aprobada por el Consejo para la provincia serbia de Kosovo, en 1999.
Esa resolución otorgó autoridad política a un administrador civil de la ONU y dejó las operaciones militares y de seguridad a cargo de la OTAN, que había atacado Serbia con el objetivo declarado de poner fin a la campaña de limpieza étnica del gobierno contra la mayoría de origen albanés en Kosovo.
En el caso de Iraq, en cambio, es probable que los aliados europeos de Washington acepten que Estados Unidos retenga el comando de las fuerzas de ocupación.
La cuestión es si esa resolución sería aceptable para el gobierno de George W. Bush, como lo es para Powell.
El modelo de Kosovo ha sido invocado explícitamente por diplomáticos estadounidenses en consultas informales con sus contrapartes extranjeros en los últimos días.
Gran Bretaña también cree que esa solución sería la mejor que se puede alcanzar, según trascendió.
Por otro lado, los miembros más radicales de la administración Bush se opondrían, como señaló el editorial del Journal.
Pero debido al asedio que sufren las fuerzas estadounidenses en Iraq, los halcones están en una posición muy débil.
El diario The Washington Post afirmó el jueves que dentro del gobierno se ha formado una nueva coalición entre los líderes militares y Powell, lo cual vuelca la balanza del poder en contra de los halcones.
Según el artículo, el Estado Mayor Conjunto estableció una línea independiente de comunicación con Powell para pasar por alto a las autoridades civiles del Pentágono (Departamento de Defensa).
Por mucho tiempo escépticos del optimismo de los halcones y de sus planes de posguerra en Iraq, los militares parecen haberse revelado ahora contra el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, su subsecretario, Paul Wolfowitz, y el subsecretario de Políticas de Defensa, Douglas Feith.
Los motivos son claros. Además de la muerte de uno o dos soldados estadounidenses al día, casi 10 son oficialmente declarados 'heridos en acción', informó el Post el miércoles.
Además, los militares saben desde hace tiempo lo que la Oficina de Presupuesto del Congreso informó esta semana: que la actual presencia de unos 180.000 soldados en Iraq y sus alrededores será insostenible en dos meses, a menos que Washington abandone otras misiones en el extranjero o cree nuevas unidades.
En otras palabras, los militares concluyeron que, si no se internacionaliza la ocupación, la situación en Iraq podría convertirse en un desastre institucional.
Pero no fue sólo la alineación de los militares detrás de Powell lo que hizo a Bush recurrir a la ONU.
Karl Rove, el principal asesor político del presidente, también apoyó a Powell y le habría advertido a Bush que las continuas malas noticias desde Iraq podrían costarle la reelección, en 14 meses.
Las últimas estimaciones de la cantidad de dinero que Washington precisará para Iraq (al menos 65.000 millones de dólares para el año fiscal 2004) también contribuyó al reclamo de participación de la ONU por parte de legisladores que regresaron de su receso de agosto.
No queda claro, entonces, qué ofrecerán los halcones en las negociaciones de una nueva resolución. Aparentemente, el foro mundial tan desdeñado por Bush y los halcones puede poner el precio.