ESTADOS UNIDOS: La derecha pierde el impulso del 11/9

Dos años después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el ala más derechista del gobierno de George W. Bush parece perder impulso, luego de haber aprovechado ese luctuoso episodio para dictar la política exterior.

Hoy, Washington lanza desesperados pedidos de ayuda para garantizar la seguridad y los servicios básicos a la población de Iraq. Pero hace unos pocos meses usaba un supuesto vínculo entre el hoy desaparecido presidente Saddam Hussein y los autores del ataque de septiembre como argumento para invadir el país árabe.

Era solo una cuestión de tiempo. Pero, ¿quién podría haber pronosticado que la dirección unilateralista impresa a fuego en el gobierno por los neoconservadores y halcones derechistas hace dos años se revertiría apenas después del triunfo militar en Iraq, a fines de abril?

Mientras la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decide si echa a Washington una cuerda para sacarlo del pantano, los más multilateralistas del gobierno, liderados por el secretario de Estado (canciller) Colin Powell, parecen correrse hacia el asiento del conductor.

Horas después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, que dejaron 3.000 muertos, altos funcionarios derechistas del gobierno de Bush y sus aliados fuera de la administración se propusieron utilizarlos como excusa para lanzar la guerra contra Iraq.
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Estas personalidades planificaron vincular a Iraq con los atentados o con Al Qaeda, la organización extremista islámica a la que fueron atribuidos, días e incluso horas después de esas operaciones. La intención era justificar un ”ataque preventivo” contra Iraq.

El plan tuvo éxito, aunque requirió la distorsión y exageración de datos recabados por las agencias nacionales de inteligencia.

Pero la guerra contra Iraq terminó, y la batalla por el control de la política exterior entre el Departamento de Estado (cancillería) y el de Defensa está lejos de haber concluido. En la última semana surgieron señales de lo que se ha denominado, eufemísticamente, un ”ajuste de políticas”.

Powell tiene ahora la autoridad para negociar ante el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución que, seguramente, recortará el control de Washington sobre los procesos políticos de Iraq y sobre la reconstrucción del país árabe, a cambio del envío de soldados de otras naciones para mantener la paz.

Pero también el ultraunilateralista Douglas Feith, subsecretario (viceministro) de Defensa para Asuntos Políticos, ha insistido públicamente en la necesidad de pedir ayuda a la ONU.

El viraje de Feith ha dejado en evidencia hasta qué punto se han replegado los halcones del gobierno, entre ellos el secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld y el subsecretario Paul Wolfowitz.

Estos funcionarios, considerados estrategas geniales hasta hace apenas dos meses, solían asegurar que todo marchaba según lo planeado y a pesar de la muerte de soldados estadounidenses y del costo financiero de la ocupación (80.000 millones de dólares para 2004, cuatro veces más que el presupuesto del Departamento de Estado).

Las reiteradas declaraciones sobre el éxito de la operación militar en Iraq se han convertido en el tema preferido de rutinas en las comedias televisivas y en causa de ira en sectores políticos clave, en particular las fuerzas armadas y los legisladores del gobernante Partido Republicano.

Las cuidadosamente orquestadas proclamas publicadas por Wolfowitz y sus aliados para mantener vivo el fuego en Iraq para derrotar al terrorismo internacional de una vez y para siempre, publicadas por el diario The Wall Street Journal y The Weekly Standard, fueron criticadas hasta por legisladores republicanos.

Al finalizar el receso de agosto en el Congreso, muchos regresaron a Washington reclamando a Bush una ”estrategia de escape” de Iraq y que les muestre ”la luz al final del túnel”, en una evocación de la guerra en Vietnam.

”Francamente, Wolfowitz ha tenido muy poca credibilidad por aquí”, dijo un funcionario del Congreso. El número dos del Pentágono fue el encargado de la campaña para persuadir a los legisladores de que Iraq tenía grandes cantidades de armas de destrucción masiva y vínculos con Al Qaeda antes de la guerra.

En una reunión del consejo de guerra el 15 y 16 de septiembre de 2001 en Camp David, ”Wolfowitz afirmó que la fuente (…) del terrorismo era probablemente Saddam Hussein, y (que) los ataques (…) creaban una oportunidad para atacarlo”, indicaron los periodistas Bob Woodward y Dan Balz, del diario The Washington Post.

Powell se opuso. ”Si obtienen algo que vincule a Iraq con el 11 de septiembre, bien, pero por ahora, concentrémonos en Afganistán”, propuso el secretario de Estado, según The Washington Post.

Pocos días después, Rumsfeld y Wolfowitz convocaron una reunión secreta de la Junta de Política de Defensa, entonces presidida por el neoconservador Richard Perle, quien había declarado el mismo día de los atentados a The Washington Post: ”Esto no pudo cometerse sin la ayuda de uno o más gobiernos.”

En lugar de concentrarse en la planificación de la ”guerra contra el terrorismo”, las discusiones se refirieron a cómo Washington podría usar el 11 de septiembre como pretexto para atacar a Iraq, según el diario The Wall Street Journal.

”No es imposible que grupos terroristas trabajen en colaboración con gobiernos… El régimen iraquí estuvo involucrado con grupos terroristas sunitas y ha tenido contacto directo con (Osama) Bin Laden”, dijo James Woolsey, otro miembro de la Junta y ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Osama bin Laden, hoy desaparecido y entonces radicado en Afganistán, es el saudita que lidera Al Qaeda y a quien se atribuye la autoría intelectual de los atentados del 11 de septiembre de 2001, entre otras operaciones.

Woolsey realizó sus declaraciones en una de las numerosas entrevistas televisivas concedidas el 11 y 12 de septiembre de 2001, después de que aviones comerciales secuestrados por terroristas suicidas se estrellaran contra las torres gemelas de Nueva York, el edificio del Pentágono y un campo de Pensilvania.

”Creo que Iraq es actualmente el elefante en el bazar”, agregó el mismo día William Kristol, editor de la publicación neoconservadora Weekly Standard y presidente del equipo de planificación estratégica Project for the New American Century.

”Existen crecientes pruebas de que Iraq tuvo en el pasado estrechas relaciones con Osama bin Laden y con el atentado contra el World Trade Center” de 1993, agregó.

Cinco horas después de que un avión de American Airlines se estrellara contra el edificio del Pentágono, Rumsfeld ”dijo a sus colaboradores que comenzaran a pensar en un ataque a Iraq, aunque no había prueba alguna que vinculara a Saddam Hussein con los ataques”, declaró el periodista David Martin, del canal de televisión CBS.

Rumsfeld solicitó ”la mejor información en forma rápida” para ”determinar la conveniencia de atacar a SH (Saddam Hussein) a la vez que a OBL (Osama bin Laden)”.

El general Wesley Clark, ex comandante de las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, declaró este año a la cadena televisiva NBC que ”hubo un esfuerzo concertado (…) inmediatamente después del 11 de septiembre, para atribuir esos atentados y el problema del terrorismo a Saddam Hussein”.

”El plan surgió de la Casa Blanca, de sus alrededores, de todas partes. El 11 de septiembre alguien me llamó y me dijo: 'Tienes que decir que esto está conectado, que es terrorismo patrocinado por un gobierno. Esto debe vincularse con Saddam Hussein'”, dijo Clark.

Dos años después, el propio Wolfowitz calificó de ”turbia” la inteligencia aplicada para vincular a Saddam Hussein con Bin Laden y para asegurar que el régimen iraquí contaba con armas de destrucción masiva.

Al argumentar a favor de la guerra, Wolfowitz había sostenido que los soldados estadounidenses serían recibidos en Iraq como libertadores, no como invasores. Lo mismo afirmó el vicepresidente Dick Cheney, .

Pero, cuando falta apenas un año para las elecciones generales, los legisladores expresan impaciencia por el creciente costo de la vida dentro de Estados Unidos y de la ocupación en Iraq, mientras los militares consideran que el mando civil de las fuerzas armadas hace peligrar la institución castrense.

El diario The Washington Post informó a comienzos de ese mes que el presidente del comando conjunto, general Richard B. Myers, y su segundo, general Peer Pace, esquivaron a sus mandos civiles al respaldar los esfuerzos de Powell por la aprobación de una nueva resolución en el Consejo de Seguridad.

Esto significa que Powell, ex jefe del comando mayor conjunto, pudo presentar su idea a Bush en nombre no sólo del Departamento de Estado sino de los militares en actividad, lo cual socavó la influencia de Rumsfeld y de Wolfowitz.

La voluntad militar de desafiar a sus mandos es destacable, pero existen antecedentes: Wolfowitz consideró exagerado a comienzos de año al jefe del ejército, general Eric Shinseki, quien afirmó ante el Congreso legislativo que se requerirían 200.000 soldados para mantener la paz en Iraq tras la ocupación.

Shinseki debió retirarse un año antes de lo previsto.

Ante varios cientos de oficiales de la armada, el contralmirante retirado Anthony Zinni, comandante del Comando Central hasta 2000, cuando se dedicó a apoyar la candidatura presidencial de Bush, atacó a la dirección civil del Pentágono en Iraq y la comparó con la de Vietnam.

”Nuestros sentimientos y sensibilidades se forjaron en los campos de batalla de Vietnam, donde escuchamos la basura y las mentiras, y donde vimos el sacrificio. Les pregunto, ¿eso está sucediendo otra vez?”, se preguntó Zinni.

El marino, que ahora es asesor de Powell en asuntos de Medio Oriente, también se quejó de la planificación de la posguerra en Iraq y la decisión de dejar de lado a la ONU. Zinni cosechó un prolongado aplauso al final de su discurso, según el diario The Washington Post.

El contralmirante retirado Paul Van Riper, comandante de la guerra del Golfo de 1991, afirmó, luego de las palabras de Zinni: ”Nunca vi tal descontento entre la comunidad de retirados.”

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