Las tecnologías de la información y de las comunicaciones presentan oportunidades pero también amenazas para derechos humanos, como la libertad de expresión y la protección de la intimidad, advirtieron organizaciones no gubernamentales especializadas.
El derecho a la intimidad, preservado por el ordenamiento jurídico internacional, afronta desafíos con la incorporación de las nuevas tecnologías, expuso la activista Meryem Marzouki, representante de Imaginemos una Red Internet Solidaria (IRIS), organización con sede en Francia.
Marzouki estimó que la declaración final de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI), que sesionará en Ginebra del 10 al 12 de diciembre, debe otorgar un papel primordial a los derechos humanos.
De lo contrario, una oportunidad se habrá perdido y se habrán sacrificado los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales que todos anhelan, dijo.
Organizaciones de derechos humanos vinculados con las tecnologías de la información y de las comunicaciones participan en la última conferencia preparatoria de la CMSI, que concluirá el próximo viernes en esta ciudad suiza.
El activista Simon Davies, de Privacy International, con sede en Londres, compartió esas preocupaciones en la presentación de Silenced (Silenciado), informe sobre la censura y el control de la red informática mundial Internet preparado en colaboración con GreenNet Education Trust, otra organización británica.
El informe indica que Internet es un medio de comunicación ideal para ser controlado y censurado, refirió Davies. Se trata de un medio muy valioso como instrumento de libre expresión, pero al mismo tiempo muy frágil, reconoció.
El estudio señala la existencia de múltiples mecanismos para arrasar con la libertad de expresión de ese medio tan débil. Algunos de los recursos empleados son las licencias y las legislacioness restrictivas, y también se puede manipular la infraestructura de las telecomunicaciones, menciona el estudio.
Las modificaciones del hardware (la parte física de los sistemas informáticos) y del software (los programas que permiten al hardware realizar las tareas indicadas por el usuario) que se comercializan constituyen otro mecanismo utilizado con arbitrariedad.
Finalmente, como ocurre en muchos países, se apela al encarcelamiento o a la intimidación de los usuarios de Internet, completó Davies.
El informe asegura que en China han sido cerrados entre 100.000 y 150.000 cibercafés. De esa manera, se limita el acceso de los ciudadanos chinos a la red.
Algunas naciones africanas cerraron Internet durante ciertos periodos a causa de problemas relacionados con la libre expresión de ideas políticas.
El fenómeno se reproduce también en países europeos occidentales, como Italia, donde el uso de terminales en los cibercafés requiere la presentación del pasaporte, mencionó Davies. Esos datos son archivados y la policía puede tener acceso a ellos, abundó.
Pero las autoridades de algunos países pueden aplicar esas restricciones porque Estados Unidos y Gran Bretaña han abierto el camino mediante la adopción de legislaciones prohibitivas y prescriptivas, sostiene el informe.
Las dos potencias también han invertido en tecnologías restrictivas luego comercializadas en el resto del mundo, si bien la responsabilidad no recae sólo en los gobiernos sino tamibén en las empresas, agrega Davies.
El empleo de las tecnologías también tiene efectos sobre el derecho a la intimidad, observó la canadiense Debora Hurley, que presentó su libro Estrella Polar: los derechos humanos en la sociedad de la información.
La exigencia de un registro del iris del ojo, supuesto medio exclusivo de identificación biométrica, para retirar una módica suma de la caja mecánica de un banco, parece un requisito de seguridad desmesurado.
La vigilancia de las personas se ha expandido a un extremo tal que en Gran Bretaña el ciudadano medio es captado 300 veces diarias por sistemas de televisión en circuito cerrado, citó Hurley.
Las cámaras de vídeo, los aparatos audionúmericos y los sensores son comercializados e instalados para registrar y analizar el rostro, el paso, la transpiración, el pulso y los movimientos oculares de las personas.
El sistema Blue Eyes, desarrollado por la transnacional estadounidense IBM, detecta los movimientos de los ojos de una persona a fin de captar la intención de su mirada sobre el mundo que la rodea y también las miradas inconscientes que posa a su alrededor.
Hurley dijo que el sistema Galvactivator, en fase de investigación, medirá la conductividad cutánea para determinar el grado de excitación de una persona y transmitir ese dato a terceros.
Esas investigaciones se realizan primero con las poblaciones más vulnerables, como los niños y pacientes de Alzheimer, pero también con personas bajo custodia en alojamientos de enfermos mentales y de personas con incapacidades psíquicas, e incluso con estudiantes.
Los estudios se extienden asi mismo a personas con derechos limitados, como los soldados, los presos y los recluidos en centros de detención juvenil y en establecimientos correccionales, agregó la autora.
Hurley recomendó estudiar la relación entre vida privada y pobreza y buscar el nexo entre el nivel de ingreso y el goce de una protección adecuada de la intimidad.
Otro estudio, Intimidad y derechos humanos, elaborado por la organizaciónno gubernamental Electronic Privacy Information Center (Epic), de Estados Unidos, expresa preocupación por el aumento de la vigilancia de las comunicaciones registrado después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Cedric Laurant, de Epic, observó que desde esa fecha los gobiernos han aprovechado la amenaza del terrorismo para fortalecer sus poderes en perjuicio de numerosos derechos humanos, incluido el derecho a la intimidad.
Australia, Francia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Suiza adoptaron legislaciones para incrementar el poder de intercepción de comunicaciones de manera de obtener datos de los clientes de compañías de servicios de Internet y de telecomunicaciones.
Estados Unidos ha debilitado la protección de la intimidad ante el espionaje electrónico, al tiempo que fortalecía la capacidad de vigilancia del Departamento de Justicia.
También Estados Unidos ha establecido bancos de datos y sistemas de identificación y de rastreo para controlar las actividades de sus ciudadanos y de los extranjeros que cruzan sus fronteras.
Muchos gobiernos aceptaron colaborar y compartir con Estados Unidos la información sobre los viajeros, al tiempo que dictaban normas para facilitar la transferencia de esos datos, dijo Laurant.
En la presentación de los tres estudios el viernes, Marzouki sostuvo que la sociedad no necesita una cultura de seguridad. Por el contrario, dijo, se requiere reafirmar la seguridad de las culturas. (