CINE-JAPON: Una torta no tan grande

Las pequeñas productoras cinematográficas de Japón sufren por falta de inversores dispuestos a asumir riesgos, pues las grandes compañías apuestan por éxitos seguros, como películas basadas en la manga (historieta popular) o en telenovelas.

Un centenar de pequeñas y medianas productoras cinematográficas independientes se disputan los trozos que las grandes compañías dejan de la torta que no es tan inmensa como podría sospecharse en la segunda potencia económica mundial.

La recesión ha contribuido con ese panorama. Los bancos están aplastados por los créditos sin cobrar y, para colmo, carecen, en general, de experiencia en producción de películas.

”Se han ido los días del auge del cine japonés, de grandes nombres como el de Akira Kurosawa, de directores que ganaron reconocimiento como artistas en los años 60”, dijo el presidente de la Asociación Japonesa de Cineastas, Seiya Araki.

”Hoy, Japón está atestado de producciones blandas y predecibles que le hacen el segundo violín a Hollywood”, afirmó.

De hecho, la industria cinematográfica japonesa redujo su presencia en las pantallas nacionales de 65 a 30 por ciento. Los estrenos, medio millar al año en la década del 60, cayeron a 293.

Las películas más vistas del año pasado fueron de animación: ”Nekko Onagieshi”, sobre las travesuras de un gato, y ”Meitantai Konan”, basado sobre un ”manga” cuyo personaje principal es un niño detective. Ambas producciones son de Toho, la mayor compañía cinematográfica japonesa.

La mayoría de las películas japonesas son colaboraciones entre cinco grandes compañías cinematográficas y las grandes cadenas de televisión, una combinación demasiado poderosa como para que las pequeñas productoras puedan competir.

En cuanto al celebrados creadores como el actor y director independiente Takeshi Kitano, ganador el 6 de este mes del premio León Dorado por su filme Zatoichi, ”es demasiado poderoso”, sostuvo Ikeya.

”El se ganó un nombre como actor y director, y tiene conexiones con compañías de cine y de televisión. No está en la misma situación que los pequeños productores”, agregó.

Estos deben sobrevivir filmando películas para grandes firmas, generalmente producciones muy comerciales, mientras realizan obras de bajo presupuesto que luego son exhibidas en pequeñas salas.

La compañía independiente Robot Communications, por ejemplo, ganó fama tras producir para Toho la película de acción ”Bayside Shakedown 11”, que obtuvo 125 millones de dólares en las boleterías desde su estreno el 19 de julio.

Algunas producciones independientes rompen la regla, como la exitosa ”Shall We Dance”, de Yasuyoshi Tokuma. Pero la película contó con el apoyo de la red de televisión Nippon, y, además, ocurrió en 1996. Hace mucho tiempo.

La gubernamental Agencia de Asuntos Culturales asignó este año un fondo de 22 millones de dólares a un nuevo programa de revitalización de la industria cinematográfica que concentra su atención en el entrenamiento y asistencia a jóvenes creadores, así como en la promoción de su obra en el extranjero.

La directora de la compañía que organiza el Festival Tokyo Film Ex, Kanako Hayashi, atribuyó la necesidad de asistencia al hecho de que ”la audiencia está cambiando y los directores jóvenes con buenas ideas deben tener una oportunidad”. Eso contribuirá a ”proteger la originalidad”, agregó.

Algunos críticos advierten que demasiados subsidios podrían llevar a los productores independientes a dormirse en los laureles. Dar dinero no es la única solución, coincidió Araki. Los productores deben alentar a los inversores que se arriesgan, concluyó. (

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