ARGENTINA: Gran orquesta de pequeños músicos

Las niñas y niños juegan y ríen hasta que la maestra cuenta tres. Entonces dirigen la mirada hacia la partitura y las manos a los violonchelos, para comenzar el monótono ensayo de unos compases, que repetirán una y otra vez como si fueran profesionales.

Los reconcentrados músicos tienen de ocho a 16 años y asisten a escuelas del barrio de Lugano, al sur de Buenos Aires, una zona pobre que el gobierno de la ciudad considera merecedora de ”acción prioritaria”, y a la que está destinado un proyecto de integración a una orquesta sinfónica, en el marco de un progranma para retener a los niños en las escuelas.

”Uno de los cambios más fuertes que se produce en los chicos es la concentración”, explicó a IPS el director de la Orquesta de Lugano, Claudio Espector. ”A poco de iniciarse, van logrando prolongar los tiempos de atención, consiguen mayor sincronicidad y mejora la respuesta ante las exigencias del maestro”, precisó.

Las maestras se sorprenden gratamente cuando las invitan a las actuaciones de la orquesta y ven el desempeño de sus alumnos como músicos. ”No pueden creer que el chico aquel que las enloquece en el aula sea el mismo que toca serio el violín”, comentó riendo Espector.

El llamado para integrarse a la orquesta se lanzó en 1998, y desde entonces el programa se desarrolla en Lugano con unos 150 niños y adolescentes que asisten a clases y ensayos. Desde hace un año se repitió la experiencia con 50 niños en otra zona crítica, la llamada Villa 31, una barriada en el centro de Buenos Aires.

”La metodología de enseñanza que utilizamos no es la tradicional de la música”, remarcó Espector, quien es además pianista y director del Conservatorio Nacional Manuel de Falla. ”Aquí se les enseña a leer música y a tocar el instrumento que les guste, pero siempre con el objetivo de tocar en la orquesta”, añadió.

Los chicos reciben el instrumento que eligen en préstamo, para practicar en sus casas, pero asisten a clases tres veces por semana, dos entre lunes y viernes, y los sábados todo el día.

Durante la mayor parte del tiempo hay ensayos por separado con un profesor, de los dedicados al mismo instrumento o a instrumentos similares, y a última hora del día practican todos juntos bajo la batuta del director.

Iván Schmutz, el más pequeño del grupo de vientos, juega con su trompeta, mientras espera indicaciones del maestro. Parece tener unos ocho años, pero tiene 10, y algunos dedos de sus pies irrumpen a través de calzado deportivo que le queda chico.

Le encanta venir a practicar, pero más le gusta cuando tocan todos juntos, dice.

Valery Cornejo tiene 12 años y es la encargada del trombón que suena junto a dos cornos. ”Mi instrumento es difícil, porque hay que sacarle el sonido con la boca y al mismo tiempo concentrarse en mover la vara”, explicó a IPS con elocuencia en un descanso del ensayo.

Muy cerca, en otro salón, una decena de niñas y niños practican escalas con sus brillantes flautas traveseras. Comparten un atril por cada dos músicos y reparten la mirada entre la partitura y la mano de la maestra que solfea. Cada tanto, en voz baja, se consultan por una nota que no suena como debería.

Arriba, en otra aula, el profesor de clarinete debe lidiar con un sonido desafinado que lo obliga a repetir el mismo compás una y otra vez hasta que ubica el error.

La maestra de violín se enoja con los pequeños músicos, que al parecer no estudiaron lo suficiente. ”Es que ya es la hora de merendar”, se queja uno de ellos.

”Hace cinco años que toco el violín y me gusta mucho”, comentó con timidez María Angeles Castro, de 16 años, mientras sus compañeros corrían al comedor. ”Me despejo, me siento en otro mundo”, confesó al quedar a solas con IPS.

Algunos instrumentos fueron provistos por el gobierno, y otros fueron donados por fundaciones. Este año la orquesta obtuvo una beca de unos 17 mil dólares para comprar lo que necesite. ”Vamos a decidirnos por un oboe, un fagot, otro contrabajo y quizás algún instrumento de percusión”, dijo Espector.

La Directora General de Educación de Buenos Aires, Haydé Cafarena, explicó a IPS que la orquesta se creó en el marco de un programa que apunta a retener a los niños en las escuelas y a bajar los índices de repetición, mediante proyectos de educación ”no formal” que contribuyen a elevar la autoestima de los alumnos y de sus familias.

Siempre fuera del horario curricular pero en la escuela, los estudiantes que participan en estos programas pueden asistir a talleres de ciencia, teatro y ajedrez, así como a jornadas de juego y deportes en familia. ”La orquesta forma parte de este objetivo de utilizar a la escuela como espacio de contención y aprendizaje permanente”, añadió Cafarena.

El dominio de instrumentos musicales usados en una orquesta sinfónica está asociado en el imaginario social con niños de clase media o alta, no sólo por una cuestión de gusto sino también porque se requiere de un gran esfuerzo económico para comprarlos, y a menudo muchos años de clases particulares para tocarlos correctamente.

”Ese mito se quiebra cuando los padres ven a su hijo tocar el violín”, aseguró.

Espector estuvo de acuerdo. Cuando una orquesta infantil empieza a dar conciertos en lugares públicos asociados con una elite cultural, como el tradicional Teatro Colón, ”en los padres aparece la fantasía de una nueva posibilidad, un proyecto, algo que jamás imaginaron para sus hijos”, destacó.

Mediante su trabajo en una Asociación Cooperadora, los padres contribuyen ”con la logística” de la orquesta. Consiguen el transporte para trasladar a los músicos a los lugares donde dan conciertos, se encargan del cuidado de los instrumentos y aportan el azúcar para la merienda de los sábados en la escuela.

La orquesta de Lugano brindó ya casi un centenar de conciertos, incluso en ciudades del interior del país, y para mediados de octubre tiene previsto celebrar su quinto aniversario con una actuación en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. ”Nos invitaron a cerrar un ciclo organizado por el Consejo Italiano de la Música”, contó Espector.

Desde que el proyecto comenzó a funcionar, algunos adolescentes se revelaron como muy buenos músicos. Dos de ellos tocaron en la orquesta juvenil que brindó un concierto para los presidentes reunidos en la Cumbre Iberoamericana de Panamá. Son los que están decididos a seguir una carrera musical.

La experiencia y conocimientos que ambos han acumulado ya es suficiente para que puedan enseñar a los más pequeños, y así colaboran con los 20 maestros de música que intervienen en el proyecto. ”De esa manera el sistema se va autoalimentando”, comentó Espector. (

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