La amenaza de la pena de muerte pende sobre algunos asiduos visitantes al Palacio Bhagirath, antigua construcción medieval en la capital india hoy usada como centro de distribución de medicamentos falsificados.
Todos los días, en los alredores del Palacio y en los mercados de la cercana Chandni Chowk (Plaza Luz de Luna) circulan millones de dólares en medicamentos falsos como ranitidina, usada para las úlceras, y el analgésico paracetamol.
Harto de las quejas de cientos de pacientes que consumieron tiza en lugar de medicamentos, el gobierno de India anunció esta semana que propondrá leyes más severas contra los que se dedican a falsificarlos, entre ellas la pena capital.
La pena de muerte no es algo demasiado severo para personas interesadas sólo en el lucro, aun si para obtenerlo es necesario cometer asesinatos masivos, dijo a IPS el ministro de Salud, Shushma Swaraj.
El ministro hizo estas afirmaciones tras recibir el informe de una comisión especial integrada por representantes de varios ministerios y presidida por el director general del Consejo de Investigación Científica e Industrial, Raghunath Mashelkar, en el que se recomendaron medidas severas contra los falsificadores.
La pena por fabricar y vender medicinas espurias que causan graves daños de salud o la muerte debe ser cadena perpetua o la muerte, dice el informe de la denominada Comisión Mashelkar, que incluso recomenda no conceder derecho a fianza en ningún caso.
Ravi Kant, ex funcionario del Departamento de Control de Drogas, sostuvo que las nuevas leyes serán un efectivo elemento disuasivo, y lamentó que en los últimos 20 años no se ha logrado ni un solo caso contra algún traficante.
Uno de los casos más conocidos fue el de P. K. Mehngi, propietario de los Laboratorios Duefil, que falsificaba medicamentos en la ciudad de Jaipur, en el occidental estado de Rajastán.
Mehngi fue detenido por primera vez en 1979 acusado de falsificación de medicinas, pero no sólo logró salir en libertad bajo fianza, sino que reabrió su empresa mientras su caso seguía en los tribunales. La nueva legislación podría acabar con sus actividades.
Kant señaló que una de las tantas dificultades para efectuar procesamientos es la imposibilidad de demostrar que la muerte de un paciente es causada por un medicamento falsificado, en especial si es hecho con tiza, una sustancia mineral inofensiva.
Pero también hay otros problemas, como la arcaica Ley de Drogas y Cosméticos, de 1940, en la que no se usa la palabra falsificación aplicada para describir a los medicamentos espurios en todo el mundo.
La Organización Mundial de la Salud considera que los medicamentos falsificados son aquellos que en forma deliberada o fraudulenta no contienen información sobre su identidad o sobre sus fuentes.
La falsificación puede aplicarse tanto a medicamentos genéricos como los patentados, y los falsificados pueden incluso incluir los ingredientes correctos, aunque quizás no los suficientes o no en la proporción correcta.
Se conoce como genéricos a los medicamentos que, sin el amparo de las marcas que los encarecen, contienen su principio activo, comprobadamente eficaz.
El comité constató la existencia de medicamentos falsos que son copia exacta de marcas conocidas, y que habían sido vistos hasta ahora como un problema de la industria farmacéutica, más que una amenaza para los consumidores.
No es de sorprender que los principales promotores de la Comisión Mashelkar y de la legislación propuesta son los 11 principales laboratorios, agrupados en la Alianza Farmacéutica India.
La industria farmacéutica espuria represena por su magnitud la quinta parte de la legítima, es decir que tiene un capital de 1.000 millones de dólares, estimó el mes pasado ante la Comisión el ejecutivo Harinder Sikka, de la compañía estadounidense Nicholas Piramal.
Sikka también estimó que más de la mitad del comercio de medicinas falsificadas del país se desarrolla en los alrededores del Palacio Bhagirath, un dato desconocido para la mayoría de los miles de turistas extranjeros e indios que visitan la ciudad amurallada.
Nicholas Piramal es propietaria de la marca de jarabe para la tos Phensidyl, popularizada entre estudiantes y jóvenes a causa de versiones falsificadas como Phensidyl Plus, que tienen dosis extra de codeína, un narcótico.
El ejecutivo Lalit Kumar, de la compañía Vockhardt, aseguró que medicinas falsificadas en India son traficadas a mercados lejanos, como los de Vietnam y Nigeria.
Pero el activista P. V. Unnikrishnan, de la no gubernamental Asamblea Popular de la Salud, atribuyó el fenómeno a la pobre vigilancia y a la rampante corrupción de la (gubernamental) Autoridad de Control de Medicinas.
Para Unnikrishnan, la pena de muerte para los falsificadores no implicará ningún cambio en el mercado farmacéutico indio, el cual, dijo, ya está suficientemente enrarecido por la existencia de 90.000 marcas distintas.
Al fin y al cabo, las grandes compañías farmacéuticas han creado una demanda artificial, al ofrecer medicinas (promocionadas como) de 'estilo de vida', mientras la competencia (los falsificadores) toman un mordisco de ese mercado, explicó.
Mientras, a nadie le importa un comino que haya medicamentos disponibles para curar enfermedades comunes que afectan a la gente común, concluyó Unnikrishnan. (