PORTUGAL: Un brasileño en ONU que cerró las puertas del imperio

La inmensa deuda histórica de Portugal y el reconocimiento de Timor Oriental con Sergio Vieira de Mello no podrán ser saldados sólo con nombres de calles o de plazas en su memoria.

Esa es la tónica dominante de las reacciones en Lisboa y en Dili tras el atentado que el martes cobró la vida en Bagdad del brasileño Vieira de Mello, el representante en Iraq del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan.

Es que este doctor en filosofía de 55 años, que había asumido en 2002 el cargo de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, fue quien cerró el largo ciclo colonial portugués en Asia, que se había iniciado en 1498 con la fundación del imperio portugués de oriente por el almirante Vasco da Gama.

Los jóvenes capitanes izquierdistas del ejército de Portugal que en 1974 tomaron el poder, tras derrocar la dictadura corporativista instaurada en 1926 por Antonio de Oliveira e Salazar, fijaron como una de sus metas prioritarias la descolonización del arcaico imperio lusitano en Africa y Asia.

Sin embargo, los genuinos esfuerzos del llamado Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) cayeron por tierra cuando Timor Oriental fue invadido por Indonesia, cuyo ejército que ocupó ese territorio insular durante un cuarto de siglo para dejarlo luego en ruinas.
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Así, fueron en vano todas las iniciativas del MFA primero y más tarde de los gobiernos civiles de Portugal ante la ONU, que durante 24 años lo reconoció como ”potencia administradora del territorio hasta su descolonización”.

A las condiciones adversas por ser Indonesia entonces una de las principales potencias regionales de Asia se unía lo que el ahora canciller de Timor Oriental, el premio Nobel de la Paz José Ramos-Horta, describió a IPS como ”la falta de determinación de (el entonces secretario general de la ONU, Javier) Pérez de Cuellar”.

Pero esa situación cambió radicalmente cuando Annan llegó a la secretaría general de la ONU y decidió avanzar con la asignatura pendiente de descolonizar Timor Oriental, el último residuo — aunque sólo formal— de la presencia europea en Asia.

Annan envió en mayo de 2002 a Vieira de Mello para cerrar el ciclo colonial iniciado y clausurado por los portugueses y acabar con el dominio indonesio, que se saldó finalmente con la muerte de 230.000 personas, un tercio de la población de Timor Oriental.

Habituado a defender los derechos humanos en los lugares más difíciles del planeta, Viera de Mello parecía, y así fue, el hombre justo para la tarea de dirigir la transición para la independencia del pequeño país asiático.

En otras latitudes ya había demostrado una capacidad enorme para dirigir equipos, para adecuar sus experiencias en forma pragmática.

Vieira de Mello, aseveran los periodistas portugueses que acompañaron todo el proceso de Timor Oriental, era el rostro de una ONU eficaz y nada arrogante.

La muerte de este diplomático ”mostró, como en todas las misiones en que participó y especialmente en Timor, que las personas, las víctimas, estaban en el primer lugar de su pensamiento, siempre”, sostuvo en un editorial este miércoles Luciano Alvarez, el periodista de ”Público” de Lisboa que acompañó la descolonización de la isla.

”Es fácil recordar con simpatía y admiración a Sérgio Vieira de Mello porque aquel carioca (natural de Río de Janeiro) de buen humor, que sonreía como un niño cuando alcanzaba un objetivo, amaba la vida con todas sus fuerzas y veía su trabajo como una herramienta para conseguir un mundo más justo, más libre y con menos desigualdades”, añadió.

Alvarez recordó que Vieira de Mello decía con frecuencia que para llevar a cabo su misión en Timor Oriental ”no tenía un manual de instrucciones”, con el orgullo de quién ”había vencido sin necesidad de una guía para orientarse”.

”Era así que le gustaba vivir. Murió luchando para construir un mundo mejor, sabiendo, como él mismo afirmó, que una vez más, estaba trabajando en un terreno minado”, apuntó el columnista.

En su visita a Lisboa, camino a Bagdad para hacerse cargo de las operaciones de la ONU en Iraq, Vieira de Mello declaró que toda su carrera había sido construida ”en terrenos minados”.

”Pero vale la pena caminar por ese campo minado si en algo puedo servir a la causa de la dignidad humana”, puntualizó.

El periodista Joao Pedro Fonseca, enviado especial a Timor Oriental entre 1999 y 2002 del lisboeta Diario de Noticias, también ensalzó la figura del diplomático brasileño muerto en el atentado contra la oficina de la ONU en Bagdad.

”Sergio, sólo Sergio. Era así que los políticos, periodistas y funcionarios de la ONU trataban al administrador transitorio de Timor Oriental cuando caminaba por las calles de Dili, siempre disponible a una sonrisa, sin evitar unas palabras de simpatía”, comentó.

Fonseca precisó que ”fue Sergio quien dio un rostro humano a la ONU, aquella máquina gigantesca, viciada en procedimientos y reglas impersonales, repleta de burócratas habituados al aire acondicionado de los rascacielos de Nueva York”.

”Mucha antipatía y una buena dosis de arrogancia alejaban a los timorenses de la ONU, pero con Vieira de Mello ”el foro mundial) adquirió una imagen positiva”, indicó.

”El pueblo de Timor entendió, gracias a él, que la ONU estaba allí para ayudar a construir un país, con la ventaja adicional de él ser de lengua materna portuguesa, lo que el usaba con gran maestría”, recordó Fonseca.

La muerte del representante de Annan en Iraq fue recibida en Portugal y en Timor Oriental con un pesar nunca antes registrado ante la desaparición de un figura internacional relevante.

El presidente luso Jorge Sampaio lamentó con poco disimulada emoción ”la pérdida de este gran hombre, de este insustituible amigo de Portugal”, y su primer ministro, José Manuel DurFo Barroso, se refirió en igual sentido y condenó vehementemente el ”sucio crimen” que truncó la vida de ”uno de los más brillantes diplomáticos brasileños”.

Vieira de Mello ”era sin duda alguna, el más brillante alto funcionario con que contaba la ONU, además de una figura humana impecable”, expresó su amiga y ex embajadora de Portugal en Indonesia, Ana Gomes, quien, sin importarle su actual cargo de portavoz del Partido Socialista y su alto rango diplomático, no contuvo las lágrimas ante las cámaras de televisión.

En tanto, el presidente de Timor, José Alexandre Xanana GusmFo, decretó tres días de duelo nacional, con la puesta de banderas a media asta, y decidió otorgar el nombre Avenida Sergio Vieira de Mello a una de las principales arterias de la capital del país.

Por su parte, el primer ministro timorense, Mari Alkatiri, declaró a la prensa portuguesa que está extremamente conmocionado por la muerte del hombre que organizó el camino de su país hacia la independencia.

La ONU y la comunidad internacional ”perdieron un gran hombre”, añadió y aseveró que su muerte ”duele a todo Timor, porque Sergio ocupaba en todos nosotros un lugar muy especial”.

”La marca de este hijo de un país de lengua portuguesa en la historia de Timor, quedará para siempre. La ONU pierde un gran cuadro, la comunidad internacional acaba de perder uno de sus mejores elementos”, concluyó Alkatiri.

Al asumir como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en reemplazo de la ex presidente irlandesa Mary Robinson, su principal preocupación era la situación africana.

En una entrevista emitida en abril del año pasado por la radioemisora portuguesa TSF-Jornal garantizó que ”se puede tener la absoluta certeza de que el continente africano será para mí una prioridad entre las prioridades”.

Sin embargo, Africa debió postergarse ante la delicada situación de Iraq y las difíciles relaciones de la ONU con Estados Unidos, derivadas de la invasión sin la luz verde del Consejo de Seguridad del foro mundial.

Annan decidió que Vieira de Mello, su hombre de confianza para las situaciones límites por su probada habilidad como lo demostró en Timor Oriental, Bosnia y Kosovo, fuera como su representante a Bagdad. Allí murió. No quedó tiempo para Africa.

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