Una vez más, el símbolo más poderoso del conflicto árabe-israelí y el terreno más disputado de Medio Oriente, si no del mundo, vuelve a convertirse en un polvorín, con su reapertura a las visitas de no musulmanes por parte de Israel.
Para los judíos, es el Monte del Templo, su lugar más sagrado, donde se erigieron el primer y el segundo templo hasta que fueron destruidos por los babilonios en el año 536 a.C. y por los romanos en el 70 a.C., respectivamente.
Para los musulmanes, es Al-Haram al-Sharif o la Explanada de las Mezquitas, su tercer sitio sagrado después de las ciudades saudíes de La Meca y Medina.
La visita a ese lugar en septiembre de 2000 por el actual primer ministro israelí Ariel Sharon provocó la segunda ”intifada” o insurrección palestina, que dejó hasta ahora cerca de 3.300 muertos, 80 por ciento de ellos palestinos.
Desde entonces, el Waqf (organismo musulmán encargado de la custodia del lugar santo) había suspendido las visitas de no musulmanes a ese lugar de la Ciudad Vieja de Jerusalén, e Israel acató la decisión para evitar más derramamiento de sangre.
Pero el gobierno israelí anunció el lunes que permitirá la reanudación de las visitas, días después de que cerca de mil policías se apostaran en el lugar para impedir la entrada de un parlamentario israelí y un grupo de judíos ultranacionalistas.
Si se tratara de cualquier otro sitio, el anuncio habría concitado mucha menos atención, y el masivo despliegue policial en el complejo de 14 hectáreas habría sido considerado un exceso.
Pero no es cualquier sitio. La explanada contiene las mezquitas de Al-Aqsa y de la Cúpula de la Roca, también llamada mezquita de Omar, construidas en el lugar donde antes se erigían los templos judíos.
La mezquita de Omar se levanta sobre la roca que forma la cima del monte Moira. Los musulmanes creen que desde ella su profeta Mahoma ascendió al cielo hace 1.400 años.
Según la tradición hebrea, sobre ese monte Abraham iba a cumplir con el mandato divino de sacrificar a su hijo Isaac; el santuario del templo de Salomón y el palacio de Herodes estuvieron sobre el mismo lugar.
Cuando Israel conquistó Jerusalén oriental el 7 de junio de 1967, el complejo pasó a control judío por primera vez desde la destrucción del segundo templo, algo inaceptable para la mayoría de los musulmanes.
Decenas de miles de musulmanes rezan cada viernes en las mezquitas del lugar, aunque desde el comienzo de la última intifada Israel limitó el número de visitantes por temor a choques entre los fieles y la policía.
Pero el lunes, el ministro de Seguridad israelí Tzachi Hanegbi anunció que ”el Monte del Templo estará abierto a visitas de judíos a partir de la semana próxima”, aun en ausencia de un acuerdo con el Waqf, que controla el sitio en los hechos.
Israel aceptó el control musulmán del lugar aunque extendió su soberanía sobre él poco después de la guerra de 1967, una medida que no ha sido reconocida por la comunidad internacional.
El administrador del Wakf, Adnan Al Husseini, consideró que el anuncio de Hanegbi fue ”una provocación innecesaria”.
La tensión en el sitio resurgió hace algunas semanas, cuando se reanudaron de hecho las visitas de pequeños grupos de judíos israelíes y turistas.
La presencia de judíos en el sitio provocó advertencias apocalípticas de líderes árabes.
El secretario general de la Liga Arabe, Amr Moussa, la consideró ”un insulto a todos los musulmanes”.
El presidente palestino Yasser Arafat, que al igual que Sharon ha explotado el sitio para fines políticos, llamó a los países árabes a intervenir y ”prevenir hechos peligrosos… que puedan afectar el proceso de paz”.
Por temor a que las visitas provocaran más violencia, la policía israelí volvió a prohibirlas a fines de julio, pero entonces el legislador Yehiel Hazan, del gobernante Partido Likud, insistió en visitar el sitio.
Eligió para la visita el día 6 de agosto, que en el calendario hebreo es el noveno día del mes de Av, en que los judíos ayunan y lamentan la destrucción de sus dos templos.
”Así como camino libremente por Israel, subiré al Monte del Templo”, declaró Hazan, mientras enfrentaba a la policía que bloqueaba su paso. Para alivio de la policía, finalmente Hazan se rindió y se retiró.
Con su visita al sitio sagrado, el legislador ignoró las advertencias de que podría provocar nuevos choques con musulmanes, en detrimento del proceso de paz y de la tregua declarada por los grupos armados palestinos el 29 de junio.
De hecho, los grupos rompieron la tregua este martes, con dos nuevos atentados en Israel que dejaron tres muertos.
El anuncio de Hanegbi fue condenado por el ministro israelí de Infraestructura, Yosef Paritzky, que respalda el plan de paz para Medio Oriente impulsado por Estados Unidos, Rusia, la ONU y la Unión Europea.
”Aparentemente hay personas de nuestro lado, y no sólo del lado palestino, que buscan cualquier excusa para provocar conflictos en la región”, lamentó.
El monte en cuestión ha sido escenario de numerosos derramamientos de sangre.
Ya los disturbios de 1929 en Palestina, en que 67 judíos fueron asesinados por árabes en la ciudad cisjordana de Hebrón, comenzaron con un enfrentamiento entre judíos y musulmanes en el Muro de los Lamentos, la pared occidental del segundo templo, que sobrevivió a la destrucción del edificio.
”Para los judíos, el Monte del Templo es la conexión entre su nación, su religión y su tierra”, dijo a IPS Reuven Merhav, miembro del Instituto de Estudios Israelíes, de Jerusalén.
”Es un microcosmos de toda la historia judía. Pero la mayoría de los israelíes aceptan que, aunque tienen derecho (al monte), ese derecho no puede realizarse”, agregó.
Los judíos no rezan en la explanada misma, sino en el Muro de los Lamentos, también llamado Muro Occidental. Algunos creen que el templo debe ser reconstruido.
En 1984, un grupo de extremistas judíos que consideraban una afrenta religiosa la existencia de un templo islámico en el lugar donde alguna vez se alzó el templo judío elaboraron un plan para hacer volar la mezquita de Al Aqsa, y fueron descubiertos junto a tiempo.
Un ataque de judíos radicales a alguna de las mezquitas del sitio ”es la pesadilla de todos los funcionarios de seguridad israelíes”, porque sus consecuencias se sentirían en toda la región y más allá, dijo Merhav.
La última vez que ambas partes intentaron discutir el control del sitio fue en la cumbre celebrada en julio de 2000 en Camp David, Estados Unidos. El tema fue uno de los que provocaron el colapso de las negociaciones.
Merhav, quien estuvo en Camp David como asesor del entonces primer ministro Ehud Barak, no cree que la disputa por la soberanía del lugar pueda resolverse, al menos por ahora.
”Ambas partes deberían volver a la situación previa a la intifada, cuando los judíos podían visitar el sitio, pero sólo si no había musulmanes rezando”, opinó.
Hanegbi también manifestó su voluntad de restaurar la situación anterior, en que el Waqf controlaba el acceso al lugar pero permitía visitas de turistas de todas las religiones.
Según Hazan, los judíos deberían poder no sólo visitar su sitio más sagrado, sino también rezar allí.
”Pero la libertad de culto tiene un costo”, advirtió Merhav. ”Por supuesto que el derecho existe, pero ¿de qué sirve ejercerlo si el resultado inmediato es el derramamiento de sangre?”, preguntó. (FIN/IPS/tra-en/ph/ss/mlm/cr-ip/03)