CINE-BRASIL: Otra vez con la cámara en llaga

”Amarelo Manga” (Amarillo Mango), el primer largometraje de Claudio Assis, nutre una corriente del cine brasileño más preocupada en mostrar las heridas abiertas de la realidad del país que en contar una historia.

Amarillo mango es el color de la violencia, la miseria, las enfermedades y el deterioro de los barrios pobres de Recife, capital del estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil.

Por eso este filme estrenado en exhibición comercial a mediados de agosto en varias ciudades brasileñas tras ganar 17 premios en festivales, incluso en Berlin y Toulouse (Francia), es un amargo retrato de la falta de perspectivas de la mayoría pobre que vive en las periferias urbanas del país.

Assis, un cineasta de 42 años, tiene fama de ”rebelde” por sus ideas polémicas. Defiende funciones sociales para el cine y busca retratar la realidad de la población brasileña en la tradición cruda del naturalismo.

”Amarillo Mango” es singular también por haber sido hecho en Recife, lo cual ayuda a afirmar a esa capital del nordeste como un nuevo polo del cine brasileño, descentralizando una producción antes monopolizada por las grandes metrópolis, como Río de Janeiro y Sao Paulo.

El costo de la película de sólo 800.000 reales (unos 270.000 dólares), un cuarto de los presupuestos promedio del cine brasileño actual, fue juntado por Assis en seis años de búsqueda de financiación.

Pero en un país donde millones sufren hambre, sin salud o escuela de calidad, se justifica el esfuerzo de hacer cine a bajo costo, en su opinión.

Su película es ubicada como un nuevo producto de la escuela ”árido movie” (cine árido), encarada por cineastas de Recife sobre la región más pobre de Brasil.

El primer largometraje de ficción de este grupo, ”Baile Perfumado”, dirigido por dos jóvenes cineastas, Paulo Caldas y Lirio Ferreira, trataba de la realidad rural.

En ”Amarillo Mango”, Assis emplea mucho de su experiencia en documentales, prolongando imágenes de los barrios miserables de Recife, del comercio callejero, con gente de mirada estática, sin brillo, sin horizontes ni esperanzas.

Los pesonajes de ficción son todos crueles, con perversidades variadas. ”El ser humano es estómago y sexo”, se repite a lo largo de la proyección como si fuera una consigna del filme.

La protagonista, Kika, interpretada por la actriz Dira Paes, destacada en varias de las últimas películas brasileñas, es extremadamente religiosa y fiel a una iglesia evangélica hasta que sorprende a su marido, Wellington ”Canibal”, con una amante.

Kika ataca entonces a la rival con los dientes, arrancándole parte de la oreja.

Luego, diciéndose ”muerta por adentro”, abandona el pudor religioso y hace sexo, por ironía, con un traficante de marihuana necrófilo, cuyo placer es acribillar a balazos cadáveres que le son entregados por un funcionario corrupto de la morgue.

Prolongadas y sangrientas escenas en un matadero de ganado vacuno, donde trabaja Canibal, refuerzan la estética de la crudeza que practica Assis.

Entre los personajes centrales también se cuenta una señora gorda con frecuentes crisis de asma, siempre acompañada de un aparato de oxígeno con el que se masturba, la bella dueña de un bar deseada por todos pero que se queja de su soledad y de la fatigante labor que se repite todos los días, y un cocinero homosexual que hace intrigas para conquistar el amor de Canibal.

A pesar del presupuesto limitado, Assis logró reunir actores famosos de la televisión y el cine nacional. Matheus Nachtergaele como el homosexual, Chico Díaz como el matarife y Jonas Bloch como el traficante necrófilo son algunos ejemplos.

Pero eso difícilmente permitirá a este película alcanzar una buena taquilla. ”Amarillo Mango” molesta al mostrar un pueblo lamentoso, ”sin maquila (maquillaje)” como define el director.

Las imágenes del que es considerado hoy el mejor director de fotografía del cine nacional, Walter Carvalho, sofocan con sus tomas desde arriba o desde abajo, en espacios apretados, deteniéndose en personas feas, en paredes arruinadas.

El final no presenta una perspectiva de futuro sino que todos deben juntarse al deterioro social y moral. Kika, herida en su honor y en su moral religiosa que la hacía distinta, se junta a los demás personajes, entregándose al sexo ocasional y pidiendo al peluquero que pinte su pelo de ”amarillo mango”.

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