CANADA: Un agricultor alista su batalla final contra Monsanto

El agricultor canadiense Percy Schmeiser tendrá en enero de 2004 su última oportunidad de vencer al gigante de la biotecnología Monsanto, cuando la Corte Suprema de Justicia de este país falle sobre una querella que podría afectar a los cultivadores de todo el mundo.

A los 72 años, Schmeiser se ha convertido en un héroe del movimiento global contra los transgénicos por su batalla legal contra los intentos de Monsanto de cobrarle derechos de patente por las semillas modificadas que cultiva.

Cinco años atrás, funcionarios de justicia de Canadá confiscaron la cosecha completa de colza (Brassica napus) del predio de 1.630 hectáreas de Schmeiser en Bruno, sudoccidental provincia de Saskatchewan, tras una denuncia de Monsanto.

Según la compañía, el agricultor violó los derechos de patente de su colza transgénica Roundup Ready (resistente al herbicida Roundup) plantando esa variedad sin pagar por las semillas ni firmar un contrato para el uso de esa tecnología.

Schmeiser reconoció que parte de su campo contenía colza de Monsanto, pues fue contaminado un año antes por el polen procedente de un predio vecino y por semillas que volaron desde camiones cargados con colza rumbo a una planta de procesamiento cercana.

Las semillas, muy pequeñas, son trasladadas muy fácilmente por el viento, los insectos o las aves.

En diálogo con Tierramérica, Schmeiser explicó que, como lo hizo durante 50 años, en 1998 se limitó a plantar las semillas guardadas de la temporada anterior.

Esa cuidadosa selección le había dado algunas de las mejores cosechas de la zona. Pero no sabía que varias de las recogidas en 1997 contenían manipulación genética de Monsanto, y como prueba subrayó que en sus cultivos del año siguiente no utilizó el herbicida Roundup de la compañía.

Un tribunal canadiense consideró en 2001 que, sin importar cómo la colza transgénica llegó al predio de Schmeiser ni si éste se benefició o no con ella, plantarla y cultivarla fue una violación a los derechos de propiedad de Monsanto, penada con una multa de 143.000 dólares.

Además, Monsanto reclama 716.000 dólares por gastos judiciales y ha trabado embargo a la propiedad y depósitos bancarios de Schmeiser.

”Es una situación absurda, propia de alguien que arroja basura en tu tierra y luego te acusa de robarla”, dijo el experto en agricultura Brian Helweil, del no gubernamental Worldwatch Institute, con sede en Estados Unidos.

”El resultado del caso Schmeiser sentará un precedente crucial para otros países”, estimó el ecologista Peter Rosset, codirector del estadounidense Food First – Instituto para una Política de Alimentación y Desarrollo, con sede en Chiapas, México.

”Si Schmeiser perdiera, sería terrible para los agricultores”, dijo Rosset a Tierramérica.

Las implicaciones para la agricultura mundial serán profundas, coincidió Helweil.

Casi 61 por ciento de los cuatro millones de hectáreas plantadas con colza en Canadá corresponde a variedades genéticamente modificadas para tolerar el rociado de herbicidas.

Las semillas se utilizan como ingredientes de alimentos procesados, aceite de cocina y ración para ganado.

Para Schmeiser ha sido un gran esfuerzo reunir 214.000 dólares de honorarios y gastos legales. Monsanto ”usó todos los trucos legales posibles para prolongar (el proceso) y hacerlo más caro”, dijo el agricultor.

De su bolsillo salieron unos 140.000 dólares. El resto provino de donaciones a través de su sitio en Internet y de las conferencias que brinda por todo el mundo. Sin esa ayuda y su pensión a la vejez jamás hubiera considerado llevar el caso a la Suprema Corte.

”Soy la persona más feliz del mundo por haber llegado a la Corte Suprema en cinco años”, asevera.

”Monsanto perderá de cualquier modo”, arguye Helweil. Si Schmeiser gana, la compañía no podrá continuar obstaculizando la práctica milenaria de guardar semillas de la cosecha anterior. Si el agricultor es derrotado, Monsanto deberá asumir responsabilidad por la contaminación causada por su variedad.

Los activistas alegan que la liberación de cultivos transgénicos puede ocasionar daños al ambiente y a la salud humana, si bien no hay estudios científicos concluyentes sobre sus efectos.

Los plantadores canadienses no se perderán detalle de las audiencias que comenzarán el 20 de enero del año próximo, señaló a Tierramérica el portavoz de la Unión Nacional de Agricultores, Darrin Qualman.

La contaminación transgénica es un gran problema en toda la región occidental, dijo. Allí, muchos cultivadores optaron por la producción orgánica, libre de agroquímicos y transgénicos.

”El predio de un agricultor en Swift Current, Saskatchewan, quien plantaba colza no transgénica de primera calidad, fue completamente cubierta por variedades transgénicas este año. Otro plantador está a punto de perder su certificado de cultivo orgánico por la misma razón”, sostuvo.

Monsanto asegura que el problema se limita a una o dos docenas de predios. Tras la derrota de Schmeiser en 2001, ”existe una enorme resistencia en los agricultores a admitir que tienen transgénicos no buscados en sus predios”, añadió Qualman.

La compañía ”ha creado una cultura del miedo aquí, eso es bioterrorismo”, observa Schmeiser.

Una de las tácticas de Monsanto, asegura, es enviar cartas amenazadoras a los agricultores en las que les advierte que podrían estar cultivando ilegalmente variedades modificadas. Si pagan 10 mil o 20 mil dólares, no serán demandados.

Pero otros comienzan a dar batalla. Dos agricultores orgánicos de Saskatchewan presentaron el año pasado un litigio contra Monsanto y la compañía biotecnológica Aventis en nombre de más de 1.000 cultivadores cuyos predios suman 405.700 hectáreas en la provincia.

Reclaman compensación por la pérdida de los mercados que habían conquistado para la colza orgánica, contaminada por polen y semillas transgénicas.

El litigio también pretende detener los planes de Monsanto de introducir trigo transgénico en la zona entre 2004 y 2005.

Una curiosa coalición de más de 200 grupos de activistas, pequeños y grandes agricultores, compañías procesadoras de granos y alimentos y el Consejo Canadiense del Trigo -que se ocupa de la comercialización de ese cereal de este país- han cerrado filas en los últimos dos años contra la variedad transgénica.

”Lo mismo que ocurrió con la colza pasará con el trigo”, opinó Schmeiser. ”Es muy angustiante, pero si no continúo luchando, alguien más tendrá que hacerlo”, concluyó.

* Publicado originalmente el 23 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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