AMERICA LATINA: Pobreza no cede en la región más desigual del mundo

La concentración del ingreso, más que la recesión, es la razón fundamental de la persistencia de la pobreza en América Latina, e impide que la región alcance la meta mundial de reducir a la mitad sus índices de indigencia para el año 2015.

Una característica latinoamericana ”es la tremenda rigidez que ha presentado la distribución del ingreso, aun en períodos de crecimiento económico”, dijo a IPS Juan Carlos Feres, experto de la División de Estadísticas y Proyecciones Económicas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

América Latina es la región más desigual del mundo, afirmó Feres.

Sólo siete de 18 países latinoamericanos estudiados (Cuba no fue incluida en el estudio) estarían en condiciones de reducir en 50 por ciento la extrema pobreza antes de 2015, según un informe de Cepal, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) de Brasil.

Esos siete países son Argentina, Chile, Colombia, Honduras, Panamá, República Dominicana y Uruguay, de acuerdo con el estudio, elaborado este año, pero con base en el desempeño económico y social de la región entre 1990 y 1999.

La aguda crisis que se desató en Argentina en 2000 y que se tradujo en una honda depresión en los dos años siguientes ”compromete sus posibilidades de alcanzar ese objetivo”, apuntó Feres.

La crisis argentina repercutió en Uruguay, país que, sin embargo, ”conserva sus expectativas de cumplir la meta” de abatir significativamente la incidencia de la extrema pobreza, señaló el experto de Cepal.

El trabajo desarrollado en la sede de Cepal en Santiago de Chile tomó como referencia los ”Objetivos de Desarrollo del Milenio”, acordados en septiembre de 2000 por los 189 países que en ese entonces formaban la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Los objetivos se fijaron para el año 2015 con referencia a la situación de 1990. El primero de ellos es reducir a la mitad el porcentaje de habitantes del planeta que viven en la extrema pobreza y el de las personas que padecen hambre.

Si se mantienen las condiciones de la pasada década, Brasil, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y Nicaragua también disminuirán la extrema pobreza, pero a un ritmo más lento, con lo cual no lograrán la meta comprometida con la ONU, de acuerdo con el estudio.

Los casos más críticos son los de Bolivia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela, donde los índices de indigencia tenderían a aumentar por efecto combinado de la caída en los ingresos de los estratos más desfavorecidos y por aumentos de la brecha de desigualdad.

De acuerdo con las cifras de Cepal, 43,5 por ciento de la población de América Latina estaba bajo la línea de pobreza en 1997, una reducción significativa con respecto a los 48 puntos porcentuales de 1990. Sin embargo, en 1999 el índice aumentó a 43,8 por ciento, lo cual representa 211 millones de personas.

Mientras, la extrema pobreza o indigencia disminuyó de 22,5 por ciento en 1990 a 19 por ciento en 1997 y a 18,5 por ciento en 1999. Este último porcentaje equivale a 89 millones de latinoamericanos.

En la extrema pobreza se ubican aquellas familias cuyo ingreso mensual es inferior al costo de una canasta básica de alimentos, y en la pobreza los hogares que no alcanzan a reunir ingresos equivalentes al costo de dos canastas, según sistemas internacionales de medición.

Otra referencia utilizada por la ONU es considerar pobres a las personas que sobreviven con menos de dos dólares al día, e indigentes a las que tienen un ingreso inferior a un dólar diario.

Bajo cualquier parámetro, la evolución de la pobreza es objeto permanente de debates en los países latinoamericanos, con cuentas generalmente optimistas de los gobiernos que son refutadas por la oposición o por organismos técnicos independientes.

En México, el gobierno de Vicente Fox anunció que 3,4 millones de los 100 millones de mexicanos dejaron atrás la indigencia entre 2000 y 2002, en lo que sería la primera reducción de la pobreza en 20 años, pero expertos y opositores pusieron en duda el anuncio, que contradijo estudios independientes.

En Brasil, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva considera en la extrema pobreza a los 46 millones de personas que serán asistidas por el Programa Hambre Cero, más del doble de la cifra de 22 millones de indigentes que manejaba la administración anterior de Fernando Henrique Cardoso.

En Uruguay, se estima que el número de indigentes aumentó de 31.000 en 1999 a 52.700 en 2002 como consecuencia de la crisis, mientras el número general de pobres, que incluye a la población en extrema pobreza, creció en el mismo período de 408.000 a 646.000, lo cual equivale a casi 24 por ciento de los habitantes del país.

Colombia presentaba en 1999 un índice de 64 por ciento de pobreza y 23 por ciento de extrema pobreza, mientras en Venezuela los últimos datos disponibles, del año 2001, indican que 45 por ciento de la población vive en la pobreza y 18,69 por ciento en la indigencia.

El informe elaborado por la Cepal, el PNUD y el IPEA incorporó una metodología innovadora, al no considerar sólo la evolución de los índices históricos de pobreza, sino también el comportamiento de la distribución del ingreso en los 18 países analizados.

”Para la mayoría de los países considerados, bajar en uno o dos puntos el índice Gini, que mide la concentración del ingreso, lograría la misma reducción de la pobreza que muchos años de crecimiento económico”, señaló Cepal.

Un crecimiento económico que no afecte a la desigual distribución del ingreso no mejorará demasiado los niveles de vida de la población en extrema pobreza, pero ”el remedio económico de reducir la desigualdad parece difícil de recetar”, advirtió el informe.

”Hay que tener políticas de largo plazo. No sólo hacer política social, sino hacer también política económica con un sesgo hacia la equidad, con fomento de la micro y pequeña empresa, donde está concentrada la mayor proporción de empleo”, expresó Feres.

El experto subrayó la necesidad de reducir también la brecha de educación como requisito para elevar la productividad de los sectores económicos más rezagados.

La acción del Estado en América Latina ha permitido contrarrestar, pero no neutralizar, la tendencia natural de los modelos económicos imperantes que apuntan hacia la concentración del ingreso, observó Feres.

Pero al mismo tiempo, si no hay una peor distribución del ingreso es gracias a acciones deliberadas de los gobiernos, como ocurrió en los cinco primeros años de la década de los 90 en Brasil y Uruguay, afirmó.

Mario Ossandón, director ejecutivo del Fondo de Solidaridad e Inversión Social (Fosis) de Chile, manifestó a IPS que este país ha tenido éxito en reducir la pobreza a través del aumento del empleo, sobre todo entre las mujeres.

Pero el caso de Chile es la prueba más clara de que la pobreza extrema no se reduce automáticamente con el crecimiento económico, señaló Ossandón.

”Desde 1996, (la indigencia) no ha bajado y se mantiene en torno al 5,7 por ciento. Chile sigue creciendo, sigue disminuyendo la pobreza, pero la extrema pobreza se mantiene absolutamente estática”, comentó.

El gobierno del presidente Ricardo Lagos propuso el Programa Chile Solidario como una nueva forma de acción, orientada por el Estado y focalizada exclusivamente en las 250.000 familias (entre 800.000 y 900.000 personas) que forman esa franja de 5,7 por ciento de extrema pobreza, destacó el responsable del Fosis.

* Con aportes de Yadira Ferrer (Colombia), Mario Osava (Brasil), Raúl Pierri (Uruguay), Diego Cevallos (México) y Humberto Márquez (Venezuela).

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