El sudafricano Nelson Mandela es un caso raro en Africa. El premio Nobel de la Paz y líder mundial de la lucha contra el racismo limitó su permanencia en la presidencia a un solo periodo de gobierno, entre 1994 y 1999.
Mientras, el resto del continente parece estar sufriendo el síndrome del presidente vitalicio.
Robert Mugabe está al frente del gobierno de Zimbabwe desde 1980, cuando el país se independizó de Gran Bretaña. En 1985, las urnas lo consagraron por primera vez primer ministro. En 1987, ese cargo fue sustituido por el de presidente y pasó a ocupar ese cargo. Fue confirmado en las urnas en 1990, 1996 y 2002.
Hoy, en medio de una aguda crisis política y económica, no da señales de querer retirarse de la política activa a pesar de las presiones de la oposición y de gobiernos extranjeros, entre ellos Estados Unidos y Gran Bretaña.
En otros países, la ciudadanía logra que los presidentes abandonen la idea de eternizarse en el poder.
En Zambia, las protestas masivas hicieron en 2001 desistir al entonces presidente Frederick Chiluba, elegido en 1991 con 84 por ciento de los votos y reelegido en 1996, de presentarse como candidato a una segunda reelección consecutiva.
En Malawi, que ya había sufrido por 27 años la dictadura de Kamuzu Banda, la presión de la población llevó al parlamente a rechazar este año una enmienda constitucional que habría permitido la tercera candidatura consecutiva del presidente Bakili Muluzi, elegido en 1994 y por segunda vez en 1999.
Pero esos casos son raros, en especial en países con una débil sociedad civil, como Namibia.
Sam Nujoma es presidente desde que el país se independizó de Sudáfrica en 1990. Fue elegido en las urnas en 1994 y reelegido en 1999, para lo que debió promover una enmienda constitucional. Ahora, propone una segunda reforma para volver a presentarse como candidato.
Pero en un país con fuertes organizaciones de base, como Uganda, el presidente desde hace 17 años, Yoweri Museveni, trata de mantenerse otro periodo en el poder. Museveni se encaramó en la presidencia con un golpe de Estado en 1986, fue elegido en las urnas en 1996 y reelegido en 2001.
Ugandeses opuestos a un tercer periodo de gobierno a cargo de Museveni recuerdan el reinado de Idi Amín Dada (1971-1979), muerto este mes en Arabia Saudita a los 80 años. Amín se había proclamado president vitalicio.
El debate también se calienta en Benin, donde se registran resistencias a los intentos del presidente Mathieu Kerekou de volver a postularse por tercera vez consecutiva en 2006.
Kerekou llegó al poder en un golpe de Estado en 1972, en 1976 se proclamó presidente tras declarar un sistema comunista, fue elegido en las urnas —pero como candidato único— en 1979, reelegido en 1984 y en 1989. En 1991, perdió las elecciones. Volvió a ser elegido en 1995 y en 2001.
”Debemos luchar por todos los medios a nuestra disposición para cambiar en Benin y en el resto de Africa”, dijo el ex ministro de Planificación Albert Tevoedjre.
La constitución aprobada en 1990 en Benin prevé periodos presidenciales de cinco años, con posibilidad de una sola reelección consecutiva, así com un máximo de 70 años de edad para un candidato a la jefatura de Estado.
Kerekou ha gobernado el país por 28 años en total, y tendrá 73 años cuando cuando concluya su mandato en 2006.
La constitución de Gabón ya ha sido reformada para que Omar Bongo, desde hace 36 años en la presidencia, tenga derecho ilimitado a la reelección.
Bongo sucedió en 1967, en su carácter de vicepresidente al presidente Léon M'ba, que falleció ese año. Fue elegido presidente en las urnas en 1973, como candidato único. En 1975 abandonó el cargo, pero conservó el poder político a través del liderazgo del Partido Democrático Gabonés, el único legal.
En 1980 y 1986 volvió a ser candidato único. En 1993 volvió a ganar, pero en elecciones multipartidarias. Bongo fue reelegido en 1998, esta vez para un periodo de siete años.
También en Togo la constitución permite a Gnassingbe Eyadéma volver a presentarse como candidato, tras 36 años en el poder. Eyadéma se proclamó presidente en 1967, tras dar un golpe de Estado, y fue elegido en las urnas por tiempo indefinido como candidato único en 1972, con casi todos los votos.
En 1979 y en 1986 fue reelegido, también como candidato único y con casi 100 por ciento de los sufragios. La oposición boicoteó las elecciones de 1993, a las que concurrieron 40 por ciento de los ciudadanos, 95 por ciento de los cuales votaron por Eyadéma.
En 1998, volvió a ser elegido con 52 por ciento de los votos en unas elecciones consideradas fraudulentas por observadores internacionales.
Al presidente de Guinea, Lansana Conté, la constitución también le permite presentar su candidatura tantas veces como lo desee.
En 1985, Conté ocupó la presidencia al encabezar un golpe de Estado. Fue elegido en elecciones multipatidarias, aunque boicoteadas por algunos partidos opositores, en 1993, con 51 por ciento de los votos. La ciudadanía lo reeligió en 1998 con 54 por ciento de los sufragios.
Africa septentrional está en la misma situación que la subsahariana.
Una reforma constitucional en Túnez permitirá a Zine El Abidine Ben Alí presentarse com candidato para un cuarto periodo. Se trata del mismo Ben Alí que prometió en 1987 acabar con las presidencias vitalicias, cuando derrocó en un golpe de Estado a su mentor y entonces presidente Habib Bourguiba.
Los partidos de gobierno prestan rara vez atención a los opositores, y gozan del beneficios del monopolio de los medios de comunicación del Estado.
Para justificar sus reformas dirigidas a mantenerse en el poder, los presidentes africanos se refieren con frecuencia a Gran Bretaña y Francia, las antiguas potencias coloniales, donde no hay limitaciones para los periodos de gobierno ni para la edad de los candidatos.
Pero los líderes africanos evitan mencionar el hecho de que aun cuando el francés Jacques Chirac fuera candidato para un tercer periodo en 2007, cuando tenga 75 años de edad, no podrá contar con una reelección automática, pues el cargo no le da autoridad sobre los organismos de contralor electoral.
Por el contrario, cuando Eyadéma, Bongo, Conté, Ben Alí o Kerekou hacen campaña por reformas constitucionales que les permitan presentarse a la reelección, siempre están seguros de que serán, eventualmente, reelectos.
Las elecciones en la mayoría de los países de Africa son objeto de grandes cuestionamientos en materia de limpieza, transparencia y legitimidad.
La práctica de las reformas constitucionales debilita y desacredita a las jóvenes democracias, y conllevan el riesgo de violencia y de golpes de Estado. Como dijo el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, no hay democracia sin alternancia en el gobierno. (