La sustitución por fibras vegetales en condiciones sustentables puede ser el camino para que Brasil elimine el uso industrial del peligroso asbesto, ante las dificultades enfrentadas por el movimiento que reclama su proscripción.
Este mineral tiene propiedades que lo convirtieron en materia prima de unos 3.000 productos industriales, pero sus minúsculas fibras de fácil ingreso al organismo humano son causa reconocida de enfermedades que atacan el pulmón, como asbestosis (fibrosis pulmonar), mesotelioma (un tumor maligno) y otros tipo de cáncer.
La comprobación de sus daños —que se manifiestan sobre todo en los trabajadores que lo manipulan— condujo a su prohibición en 36 países, la mayoría de ellos de Europa, indicó la Asociación Brasileña del Expuesto al Amianto (Abrea). Amianto, nombre de origen latino, es el mismo asbesto, denominación proveniente del griego.
Pero Romildo Toledo, investigador del Programa de Posgrado en Ingeniería de la Universidad Federal de Río de Janeiro, cree haber obtenido una solución con viabilidad económica para reemplazar al asbesto.
Entre las fibras alternativas, Toledo y su equipo eligieron el sisal (o agave), una planta que se cultiva en tierras semiáridas del nordeste brasileño, amenazadas de desertificación por falta de cobertura vegetal y en las que habita población muy pobre. Con ese material se fabrican hoy sacos para productos agrícolas.
Revertir la decadencia de ese cultivo cumpliría fines ambientales y sociales, además de económicos, observó Toledo en entrevista con IPS.
Brasil produce 209.000 toneladas de asbesto por año y exporta un tercio a 25 países, en especial de Asia y América Latina, según la empresa SAMA Minería de Amianto, la única autorizada a extraer el mineral en este país y cuarta mayor productora mundial, respondiendo por un décimo del consumo mundial.
Los datos empresariales también indican que 90 por ciento del consumo brasileño se destina a la producción de fibrocemento, un material barato que sirve principalmente para fabricar techos y depósitos de agua. En su composición sólo hay casi 10 por ciento de asbesto.
En tanto, Rusia presenta hoy el mayor caudal de producción de este mineral del mundo, mientras que el segundo lugar es ocupado por Canadá, que se ha constituido en el más importante exportador al comerciar 98 por ciento de su producción de 585.000 toneladas anuales, según datos de Abrea.
Al menos 100.000 personas mueren cada año a causa de la exposición al asbesto. Pero esa cifra sigue creciendo, incluso en los países que ya prohibieron su uso, debido a que las enfermedades llevan hasta 30 años en manifestarse, calcula la Organización Internacional del Trabajo.
En Estados Unidos ya había en 2001 medio millón de reclamos de indemnizaciones por víctimas del asbesto y se espera el doble en el futuro. Las estadísticas señalan que unas 27 millones de personas en ese país estuvieron expuestas al mineral entre 1940 y 1979.
En Brasil, en el meridional estado de Sao Paulo se prohibió en 2001 la utilización del asbesto, con lo cual se esperaba una reducción drástica ya que ese distrito responde por 70 por ciento del consumo del país, narró a IPS la coordinadora de la Red Latinoamericana Ban Asbesto, ingeniera Fernanda Giannasi.
Pero hace dos meses se registró un retroceso, lamentó Giannasi, también vinculada a Abrea y hoy funcionaria del Ministerio de Trabajo encargada precisamente de inspeccionar la industria de amianto.
El Superior Tribunal Federal (corte suprema de justicia) consideró inconstitucional la ley aprobada por la Asamblea Legislativa de Sao Paulo, así como otra del estado de Mato Grosso del Sur, por tratarse de una cuestión sujeta exclusivamente a legislación nacional, explicó.
Como el gobierno y el Congreso legislativo de Brasil no adoptan medidas al respecto, pese a las 2.500 víctimas de enfermedades ya reconocidas e indemnizadas por la industria del asbesto, este país sigue produciendo y utilizando en su industria el peligroso mineral, deploró Giannasi.
Es cierto que es difícil encontrar un sustituto con igual resistencia al esfuerzo mecánico, al fuego, a microorganismos y a elementos químicos, además de tener durabilidad, flexibilidad y calidad de aislante térmico y acústico.
Las alternativas usadas hasta ahora, desde la petroquímica hasta fibras de madera, son más caras y sin la misma eficacia, admitió la ingeniera.
Toledo observó que el gran problema de la sustitución es que las fibras vegetales, como el sisal, en contacto con el cemento se petrifican, pierden resistencia, haciéndose quebradizas con el tiempo, afectando así la durabilidad.
Por eso en lugar de actuar sobre las fibras, quitándoles substancias negativas, como hicieron otros investigadores, el equipo de Toledo buscó la solución alterando el cemento.
Para ello aprovechó un proyecto anterior que creó el hormigón ecológico, con adición de ceniza de cáscaras de arroz, bagazo de caña de azúcar y otros residuos como polvo de piedras trituradas o de cerámica.
Tales desechos, además de abaratar el cemento, manteniendo la calidad, eliminan la cal, o hidróxido de calcio, con que reacciona la fibra de sisal, debilitándose, explicó el ingeniero Toledo.
Las pruebas en laboratorio fueron exitosas en materia de durabilidad y otras propiedades del fibrocemento. Ahora falta perfeccionar propiedades secundarias, como la impermeabilidad, y probar todo en producción industrial de gran escala, señaló. El costo es mucho menor, aseguró.
Sin embargo, Emilio Alves Ferreira Junior, presidente de la Comisión Nacional de los Trabajadores del Amianto, una red de sindicalistas, comentó a IPS que ya no hay riesgo laboral en la forma como se emplea el amianto en Brasil.
Será bienvenida una alternativa viable y saludable, sólo porque se generarán más empleos, sostuvo.
Una legislación rigurosa y un acuerdo entre sindicatos y empresas en 2000 permiten fuerte protección a los trabajadores, con control por comisiones en cada fábrica.
Y en la única mina, en Minaçú, en el centrooccidental estado de Goias, las tareas más expuestas al amianto son mecanizadas, sostuvo Ferreira.
Giannasi, en cambio, no cree en ese uso controlado dé riesgo cero, considerando que países industrializados no lograron evitar enfermos y muertos y que las condiciones de trabajo en países en desarrollo son mucho más precarias.
Queda, sin embargo, la cuestión del empleo. La minería de Minaçú emplea a 1.800 trabajadores y las 23 fábricas de productos de amianto ofrecen 12.000 empleos directos, destacó Ferreira.