Munira se queda horas enteras mirando absorta a través de una ventana del Hospital Shafakham Mulki, como si sus ojos reflejaran la incertidumbre sembrada en Afganistán por décadas de violencia.
Esta madre de cuatro hijos sufre depresión, insomnio y taquicardia, síntomas típicos del trauma posbélico, enfermedad de la que muchos de los 27 millones de afganos tienen pocas posibilidades de recuperación.
Este es un caso de ataque de pánico y desorden depresivo, explicó el médico Mohamed Nadir Alemyi, jefe del departamento de neurología y psiquiatría en este hospital de la septentrional ciudad de Mazar-I-Sharif.
El Hospital Shafakhan Mulki es uno de los pocos que sobrevivieron a los bombardeos, primero desde los aviones de la Unión Soviética, que invadió este país entre 1979 y 1990, y luego desde los de Estados Unidos, cuyas fuerzas derrocaron al régimen radical islámico Talibán en 2001.
Las mujeres son las que más sufren los efectos de las más de dos décadas de guerra civil y conflictos bélicos en este país de Asia central.
Varios estudios, incluyendo uno de la prestigiosa revista Journal of American Medical Association, indican que más de 90 por ciento de las mujeres en Kabul y en los campamentos de refugiados afganos del fronterizo Pakistán muestran síntomas de ansiedad y depresión.
Pero estos estudios fueron realizados antes de la invasión estadounidense que siguió a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
El caso de Munira es uno más entre las frías estadísticas, que confirman el creciente problema del trauma psicológico causado por la guerra.
En circunstancias normales, más de tres por ciento de la población de un país sufre graves desórdenes mentales en algún momento de su vida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero en países donde hay conflictos, una de cada 10 personas terminan con graves problemas de salud mental, y otra es propensa a desarrollar un comportamiento que puede entorpecer su capacidad de desempeñarse en forma efectiva.
En Afganistán, cerca de cinco millones de personas son propensas a sufrir algún problema psicológico. Los más comunes son la depresión, la ansiedad y los problemas psicosomáticos, como el insomnio o dolores de espalda y de estómago, señala un estudio de la OMS.
Muchos trabajadores de ayuda humanitaria afirman que al menos la mitad de los 27 millones de afganos necesitan atención médica urgente.
Un informe del llamado Proyecto Atlas de la OMS —sistema mundial de información sobre políticas de salud mental— indica que en 2001 había en Afganistán sólo ocho médicos psiquiatras, 18 enfermeras especializadas en atención psiquiátrica y 20 psicólogos.
Las mujeres y los niños son particularmente vulnerables a estos problemas, pues muchas veces carecen de apoyo de las familias y de las comunidades, destruidas por décadas de combates.
La situación es peor para aquellos que se recuperan de heridas causadas por bombas y minas antipersonales.
La extrema pobreza en este país asolado por las guerras también contribuye al trauma. De hecho, la ansiedad de Munira tiene que mucho que ver con la inseguridad financiera, explicó Alemyi.
El esposo de Munira hace trabajos esporádicos por las calles de Mazar-I-Sharif, la segunda ciudad de Afganistán. En un día de suerte gana apenas dos dólares. El hospital carece de medicinas, equipos y personal médico, pero sigue siendo el último refugio para muchas personas con problemas psicológicos.
Ni los soviéticos, ni los mujaidines (combatientes islámicos) ni los soldados de Estados Unidos atacaron este hospital ubicado cerca de la mezquita de Hazrat Ali, que data del siglo XV.
Entre marzo y septiembre de 2002, cerca de 1,7 millones de refugiados regresaron a Afganistán de los fronterizos Pakistán e Irán, agravando la situación en los hospitales.
Necesitamos nuevos cursos sobre los últimos avances en atención de la salud mental, dijo Alemyi, que también integra la Loya Jirga, especie de parlamento nacional afgano instaurado tras la caída de Talibán.
El gobierno del presidente Hamid Karzai ahora estudia privatizar el sector de la salud, pero expertos sostienen que esto no funcionará en las áreas rurales, donde muy pocos pueden pagar los servicios básicos.
La insensibilidad del sector privado ante las reales necesidades de la población es un asunto de gran preocupación, dijo el coordinador de Asia de la organización no gubernamental ActionAid, Surappasamy Parasuraman.
Afganistán es uno de los países con peores indicadores sobre salud. Uno de cada cuatro niños no sobreviven luego de los cinco años, y la mortalidad materna es de 1.600 muertes por 100.000 nacimientos.
Ni siquiera las agencias internacionales reconocen la importancia de los problemas psicológicos de los afganos, señalan activistas y expertos. La salud mental no está en la agenda de nadie, afirmó Alemyi. (