Yusuf emprende todos los días a las 3.30 de la madrugada el camino desde su poblado en Cisjordania hacia Israel, donde limpia casas. Como debe esquivar los puestos de control militar, este palestino tarda 90 minutos de ida y otros tantos de vuelta. Y tiene suerte.
Yusuf, de 24 años, tiene trabajo. La mayoría de los palestinos, no. El desempleo en Cisjordana asuela a más de 50 por ciento de la fuerza de trabajo. Los 600 dólares que Yusuf gana por mes son una fortuna en Palestina.
”Un tío mío tiene cinco hijos y no trabaja desde hace 18 meses. La situación económica es mala. La cosa era mejor antes de la intifada”, dijo Yusuf. Intifada es el nombre en árabe de la insurgencia popular palestina contra la ocupación israelí.
En septiembre de 2000, cuando comenzó el levantamiento, 128.000 palestinos trabajaban en Israel y en asentamientos judíos instalados en Cisjordania y en Gaza. A fines de 2002, ese número se redujo a 16.000.
Todos los indicadores señalan una caída dramática de los indicadores económicos y sociales de la población de Palestina.
Sesenta por ciento de los más de tres millones de palestinos residentes en territorio ocupado viven por debajo de la línea de pobreza, pues cuentan con menos de dos dólares por día, informó en marzo el Banco Mundial.
Las importaciones y el consumo de alimentos por persona cayeron un tercio, las exportaciones y el ingreso interno bruto (suma del producto interno bruto y las remesas desde el exterior) se redujeron a la mitad, y la inversión descendió 90 por ciento, agregó el Banco.
La causa de esta decadencia generalizada es el bloqueo militar del territorio palestino a manos de Israel. Los movimientos de bienes y personas dentro de Cisjordania y Gaza y entre los territorios e Israel están muy restringidos.
Para el gobierno israelí, los únicos culpables se encuentran en Palestina. El bloqueo, advierte, es clave para frenar los atentados suicidas.
Los palestinos replican que tal medida constituye un castigo colectivo cuya finalidad real es aplastar la resistencia a la ocupación.
”El derecho de Israel a la legítima defensa no es cuestionable. El desafío es encontrar mecanismos para ejercerlo sin destruir la economía y el modo de vida de los palestinos”, sostuvo el Banco Mundial.
La gran cantidad de puestos de control carreteros instalados por el ejército israelí dentro de Cisjordania devastaron la vida económica de los palestinos. El camino del poblado de Yussuf al centro financiero palestino de Ramalá llevaba 20 minutos antes de la intifada. Hoy, insume dos horas y media.
Un camionero que transporte productos de primera necesidad deberá detenerse en el confín de cada ciudad por la que pase, bajar toda su carga para que los soldados la inspeccionen y volver a cargarla en otro camión.
En el trayecto de la septentrional ciudad cisjordana de Naplusa y la meridional de Hebrón, por ejemplo, una carga cambia de camión tres veces.
El sector manufacturero se contrajo 35 por ciento en los últimos tres años. ”El bloqueo crea muchas incertidumbres”, dijo a IPS el director del programa de Cisjordania y Gaza del Banco Mundial, Nigel Roberts.
”Para las fábricas, hay problema de movimientos hacia y desde el lugar del trabajo, y el costo de todas las interrupciones de la tarea. Cumplir los pedidos a tiempo también es extremadamente difícil, y así se pierde credibilidad con los clientes”, agregó Roberts.
El empresario Sam Bahour, nacido en Estados Unidos, pasó los últimos cinco años intentando construir lo que él denomina ”la primera cadena moderna de supermercados en Palestina”.
Bahour abrirá finalmente este mes un supermercado de 2.000 metros cuadrados y una zona de juegos infantiles. ”Durante las obras, los materiales no llegaban, los trabajadores no llegaban al sitio y de repente uno se percatabz de que algún técnico había sido arrestado por los israelíes”, dijo a IPS.
Los juegos electrónicos para niños encargados por Bahour en Francia pasaron tres meses en el puerto meridional israelí de Ashdod, esperando por la inspección de seguridad.
Luego, la inspección de las columnas compradas en Jordania se atrasó porque ”parecían pequeños misiles”, recordó Bahour. ”Los oficiales de seguridad cortaron cinco de ellas por la mitad para asegurarse de que no tuvieran nada adentro. Eso nos retrasó otros tres meses”, se lamentó Bahour.
La economía palestina se salvó del colapso total por la cohesión de la sociedad, según expertos. Yusuf, por ejemplo, ayuda a mantener a sus padres y a siete de sus hermanos. En muchos casos, este tipo de red de asistencia familiar se extiende a los tíos, primos y sobrinos sin trabajo.
Este fuerte sentido de responsabilidad social se fortalece por la percepción de un enemigo exterior y el involucramiento común en la lucha nacional.
”A pesar de la violencia, las dificultades económicas y la frustración diaria de vivir en estado de sitio, prestar y compartir son actitudes generalizadas y la mayoría de las familias mantienen su funcionalidad”, indica el informe del Banco Mundial.
El desempleo en Cisjordania y Gaza ”habría destruido el tejido social en muchos otros países”, concluyó el estudio.
El desgobierno y la corrupción de la Autoridad Nacional Palestina ha agravado la situación. El proceso de reformas políticas iniciado con el consentimiento del presidente Yasser Arafat es vital para alentar la credibilidad en la comunidad internacional de donantes.
El gobierno israelí también ha manifestado preocupación por el supuesto desvío de fondos procedentes del exterior a organizaciones terroristas.
Las donaciones ascienden a 1.000 millones de dólares anuales — 75 por ciento desde países árabes—, el doble que antes de la intifada. Sin apoyo de los países donantes, la Autoridad Nacional Palstina, que da trabajo a un tercio de los empleados, colapsaría, y las escuelas y hospitales caerían detrás de ella.
El financiamiento de los donantes asciende a 320 dólares anuales por habitante, explicó Roberts. ”Es el promedio más alto en un proceso prolongado desde la segunda guerra mundial. Pero en el mismo periodo, el ingreso real cayó más de 40 por ciento”, agregó.