AFRICA AUSTRAL: Zimbabwe pone a prueba la diplomacia sudafricana

El presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, parece haber convencido a su par de Estados Unidos, George W. Bush, que la crisis política de Zimbabwe se resolverá a fin de año, cuando el mandatario Robert Mugabe abandone el poder.

Bush prometió a su vez que si el cese de Mugabe se concreta, sea por renuncia o derrocamiento, entregará 10.000 millones de dólares para la reconstrucción de Zimbabwe.

En los últimos dos años, Sudáfrica aplicó la ”diplomacia silenciosa” con Zimbabwe, confiando en que el único camino posible para salir de la crisis era la negociación entre el partido gobernante y el opositor Movimiento por el Cambio Democrático (MDC).

Pero ese diálogo está suspendido desde hace meses.

La suma anunciada por Bush es necesaria para aplicar la Nueva Sociedad para el Desarrollo de Africa (NEPAD), un programa de la Unión Africana (UA) impulsado por Mbeki y otros presidentes para alentar la economía del continente con apoyo de la comunidad internacional.

El lanzamiento del plan insumirá 60.000 millones de dólares aportados por el Norte industrial, que además otorgará beneficios comerciales a los países africanos que cumplan ciertos requisitos de gobernanza política y económica.

Pero la gran preocupación de Mbeki es la posibilidad de que, más temprano que tarde, una guerra civil en Zimbabwe vierta un gran flujo de refugiados sobre Sudáfrica y sobre Angola, Botswana, Mozambique, Namibia y Zambia. Cerca de dos millones de zimbabwenses se han trasladado a Sudáfrica en los últimos años.

Hasta ahora, el presidente sudafricano desarrolló hacia Zimbabwe una política de delicada persuasión.

Una amplia gama de dirigentes oficialistas que va de la emisaria de Mbeki a Zimbabwe, Nkosazana Zuma, al parlamentario de izquierda Pallo Jordan, persistente crítico de Mugabe, alertaron en reiteradas ocasiones que el respeto por la soberanía de las naciones es el principio rector de la diplomacia sudafricana.

La figura de Mugabe divide a los expertos, políticos y activistas. El neocelandés Stephen Chan, ex asesor del gobierno de Mugabe y ex funcionario del secretariado de la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealth), considera que el mandatario ”ha sido malo para Zimbabwe últimamente”.

Bush intentó este mes en su primera gira por Africa que los gobiernos del continente —en particular Sudáfrica— ejercieran más presión para que Mugabe deje el poder, que retuvo en las elecciones de marzo del año pasado, consideradas fraudulentas por la oposición, la Unión Europea (UE) y Estados Unidos.

La situación económica es lo que ahora concentra la atención. El banquero residente en Harare Goodson Nguni, por ejemplo, consideró que la crisis es ”hiperinflacionaria”.

El Banco de Reserva (central) decidió a mediados de este mes liberar miles de millones de dólares de Zimbabwe en el mercado cambiario. Aumentar la liquidez no tiene sentido, según los economistas, porque ”hay demasiado dinero para muy pocos bienes”.

Zimbabwe también enfrenta una crisis económica exacerbada por la inestabilidad política y la sequía, que provocó la escasez de alimentos y combustible, y por la reforma agraria por la cual confiscó tierras de hacendados de la minoría blanca y las repartió a campesinos negros.

Mugabe, héroe de la independencia de Zimbabwe, está en un callejón sin salida. Su figura se ha vuelto polémica aun para aquellos que, como él, lucharon por la descolonización de Africa.

Por ahora, el gobernante Congreso Nacional Africano (CNA) de Sudáfrica, la principal de las organizaciones que luchó contra el apartheid (régimen segregacionista blanco que rigió hasta 1994), se muestra decidido a que Mugabe se retire del poder por su propia voluntad.

Por otra parte, la mayoría de los observadores africanos consideran que los generales de Zimbabwe, todos ellos designados por el presidente, mantendrían su lealtad en caso de un intento de golpe de Estado o de una rebelión violenta.

Los dirigentes del CNA tampoco están convencidos de que el líder del opositor MDC, Morgan Tsvangirai, sea una alternativa creíble, a pesar de sus antecedentes como sindicalista, dado su escaso historial como activista por la independencia.

De todos modos, Mbeki parece comprometido con la búsqueda de una resolución gradual de la crisis, mientras procura además respaldo para la implementación de la NEPAD. El presidente nigeriano Olusegun Obasanjo respalda su postura.

Mbeki necesita que se resuelva el problema regional que implica la permanencia de Mugabe en el gobierno de Zimbabwe porque necesita a Bush, aunque preferiblemente a cierta distancia.

Mugabe parece haberse alejado mucho de los principios socialistas y de los ideales de empatía humana, solidaridad y derechos humanos que abrazó en los años 70 y en la primera mitad de los 80, al punto que su imagen actual parece una burla de la que le granjeó entonces simpatías en todo el mundo. (

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