El muro de 365 kilómetros con que Israel pretende encerrar Cisjordania es para muchos israelíes la mejor defensa a los ataques suicidas, mientras los palestinos ven en él otro instrumento de la ocupación.
Las negociaciones de paz con Palestina y la presión de los colonos judíos sobre el gobierno israelí determinarán el ritmo de construcción de la barrera, pero su permanencia parece inevitable.
Para los palestinos, el muro de apartheid (como lo llaman en alusión al régimen segregacionista blanco que rigió en Sudáfrica hasta 1994) es otro intento de Israel por anexarse el territorio en que aspiran a crear su estado.
El muro tendrá en algunos tramos casi 60 metros de ancho, y contará con numerosos dispositivos de vigilancia electrónica y torres de control. De un lado habrá un camino para las patrullas, así como una franja de tierra para detectar eventuales pisadas.
Buena parte de la instalación constará de un simple vallado, pero en algunas secciones será de bloques de hormigón. El costo final se calcula en 1.000 millones de dólares.
La división que Israel construye entre lo que considera su territorio y Cisjordania es otro motivo de conflicto entre ambas partes, mientras la primera fase de la instalación, en el norte de Cisjordania, está próxima a terminar.
El gobierno dejó pendiente la aprobación de la próxima etapa, en las cercanías de Jerusalén, pues los colonos del asentamiento judío de Ariel pretenden que el trazado se desplace hacia el este, de modo que sus casas queden del lado israelí y no del palestino.
Pero ese reclamo sirvió para alimentar las acusaciones palestinas de que el gobierno de Ariel Sharon usa la barrera para asegurarse la posesión de más tierras palestinas.
El sector del muro en el norte de Cisjordania, área que incluye la ciudad palestina de Jenín, está en construcción desde el año pasado, pero no está claro en qué dirección continuará la obra.
Eso dependerá del grado de presión de los colonos sobre el gobierno de Ariel Sharon. De hecho, ya se dispusieron algunos cambios en la primera etapa para que ciertos asentamientos quedaran del lado israelí, aunque según el trazado inicial muchos quedaron en territorio palestino.
La mayoría del público israelí quiere que la construcción del muro concluya lo antes posible, pero los reclamos de los colonos podrían retrasar el fin de las obras.
El trazado de esa barrera será crucial para el futuro de la región. Resulta difícil imaginar un futuro con dos estados que se acepten mutuamente divididos por ese muro.
Muchos palestinos advierten que la creación de un estado independiente, prevista en el plan de paz que auspician Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas, no será viable si sus territorios no conservan cierta integridad.
Cisjordania es una zona de 5.600 kilómetros cuadrados al oeste del río Jordán, que fue ocupada por Israel en la guerra de 1967, junto a Jerusalén oriental.
Los palestinos aspiran a crear un estado independiente con Jerusalén oriental como capital sobre el territorio cisjordano y el de la franja de Gaza, un área en la costa del mar Mediterráneo de sólo 370 kilómetros cuadrados donde viven un millón de personas.
Cisjordania constituye 23 por ciento del territorio que Palestina tenía durante el periodo de control británico. Jordania renunció a su reclamo de soberanía sobre ese lugar en 1988, con la intención de abrir paso a una solución pacífica al problema palestino.
Allí viven dos millones de árabes y 220.000 colonos judíos.
Israel tiene seis millones de habitantes en 20.000 kilómetros cuadrados de superficie.
Cuarenta y dos por ciento de Cisjordania pasó a manos de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), si bien el gobierno israelí mantuvo el control de la seguridad, como consecuencia de los acuerdos de paz firmados en Oslo en 1993.
Desde el estallido en septiembre de 2000 de la segunda intifada (insurgencia popular contra la ocupación israelí), Israel recapturó buena parte del territorio cuyo control había cedido a la ANP.
Esas operaciones despertaron la ira entre los palestinos. La muralla agudizó el resentimiento. No se construye un muro como éste para moverlo voluntariamente en seis meses o en dos años, sostuvo Saeb Erekat, quien fue hasta el mes pasado el principal negociador palestino.
El muro constituye una forma de anexión progresiva de territorio palestino, sostuvo el relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, el sudafricano John Dugard.
He visto partes del muro, y el viejo muro de Berlín queda muy pequeño en comparación, agregó Dugard.
Expertos en defensa israelíes advierten que la barrera en construcción es vital para la seguridad, y recuerdan en ese sentido la efectividad que tuvo una valla mucho más primitiva, que rodea Gaza: uno solo de varias decenas de atentados suicidas cometidos en Israel en los últimos 32 meses se preparó en esa área.
Si el terror continúa, el muro es esencial. El vallado alrededor de Gaza y los levantados en las fronteras con Líbano y Jordania ya probaron su eficacia, dijo a IPS el ex jefe de la División de Planificación Estratégica del ejército israelí Shlomo Brom, hoy investigador del Centro de Estudios Estratégicos Jaffee en Tel Aviv.
Los soldados israelíes se apostarán a ambos lados del muro una vez que esté construido. Pero los derechistas israelíes temen que la barrera se convierta, en definitiva, en la futura frontera del estado palestino. De todos modos, su oposición se desvanece a medida que recrudecen los atentados suicidas.
Si la intención es proteger a los israelíes, el trazado debería seguir más o menos las fronteras de 1967. Los factores políticos momentáneos, como las presiones para empujar el vallado hacia el este, obligan a rediseñarlo, lo cual enlentece la construcción y dificulta el patrullaje, sostuvo Brom.
Los palestinos consideran que el muro pone en peligro la viabilidad de su futuro estado. Además, muchos agricultores ya sufrieron expropiación de haciendas para que las aplanadoras israelíes allanen el terreno donde se levantará la cerca.
Otros palestinos se han percatado de que el muro separa sus viviendas de los predios agrícolas donde trabajan, o de las fuentes de agua que los alimentan. Y no creen que los israelíes les permitan el acceso mediante la construcción de puertas.
Dos por ciento de Cisjordania terminó expropiado por Israel en la primera etapa de construcción, y al menos 30 aldeas perdieron territorio, según organizaciones ambientalistas palestinas.
Todo indica que la construcción de la barrera continuará. Si logrará crear buenos vecinos es otra historia. (