Las altas temperaturas y el sol abrasador que soporta Cuba por estos días ponen en peligro los planes gubernamentales de ahorro energético y de reducción de importaciones, para paliar las graves dificultades económicas.
”A más calor, más gasto en electricidad, pues los ventiladores y equipos de aire acondicionado se disparan. Es lo usual en esta época” de comienzo del verano boreal, precisó a IPS un investigador familiarizado con ese sector económico.
El pago de importaciones de combustible sigue siendo uno de los principales problemas financieros de Cuba, pese a que la generación de electricidad se garantiza en su mayoría con petróleo producido en el país.
A ese cuadro de dificultades se puede añadir los posibles magros resultados de la zafra azucarera, que se dio por finalizada esta semana, aunque sin un reporte oficial sobre su desempeño.
Medios diplomáticos entienden que esa ausencia de información parece confirmar el pronóstico de especialistas de que la cosecha de azúcar se ubicaría entre 2,1 millones y 2,2 millones de toneladas, muy por debajo de los 2,7 millones previstos por el gobierno.
En caso de confirmarse esas estimaciones, este país podría perder alrededor de 180 millones de dólares por azúcar dejada de exportar, dijo a IPS uno de esos analistas.
Cuba arrastra problemas financieros derivados, en parte, de la merma del turismo provocada por los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, así como del azote de tres huracanes, que en conjunto provocaron pérdidas por más de 2.000 millones de dólares.
El gobierno de Fidel Castro, obligado por los altos precios internacionales del petróleo y la débil situación financiera local, aplicó a partir del segundo semestre de 2002 un plan de medidas para reducir importaciones y el consumo de energía.
El programa, que según cuentas oficiales podría llevar a ahorrar casi 400 millones de dólares en un año fiscal, incluye restricciones en el uso de electricidad en empresas no vinculadas directamente a la producción y en el comercio.
A la vez, se aumentaron las áreas de cultivos agrícolas con sistemas de riego que utilizan la electricidad en vez de combustible para motores diesel, muy necesario para el transporte colectivo.
El regadío de esas plantaciones se realiza en horas de la madrugada para que no compita con el sector residencial, responsable de casi la mitad del consumo de energía eléctrica en esta isla de régimen socialista.
Las dificultades por escasez de combustible, unidas a las de parque automotor, alcanzan también al transporte urbano, reducido en La Habana a la mitad de su capacidad, según fuentes especializadas.
En el marco de una estrategia a más largo plazo, el gobierno creó en octubre de 2002 un Frente de Energía Renovable (FRE), con el fin de impulsar y fortalecer el empleo de fuentes alternativas como la eólica, la solar y la fotovoltaica.
Como parte del proyecto, todos los organismos de la administración central del Estado deben incluir en su plan económico para 2004 los recursos destinados al desarrollo de la energía renovable.
Expertos sostienen que ese plan ayudará no sólo a enfrentar los altos precios del petróleo sino que también preparará al país para elevar el uso de esos portadores, acorde al compromiso asumido por América Latina en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, realizada el año pasado en la ciudad sudafricana de Johannesburgo.
Estadísticas oficiales indican que este país de 11,2 millones de habitantes consume unos ocho millones de toneladas de petróleo al año, alrededor de cinco millones menos de lo que recibía de la desaparecida Unión Soviética hasta comienzos de los años 90.
En 2002, la producción petrolera y gasífera alcanzó a 4,1 millones de toneladas, un volumen que garantiza alrededor de 90 por ciento de la generación eléctrica del país, toda la producción de cemento y casi 20 por ciento del total de crudo refinado.
Esos porcentajes representan alrededor de 50 por ciento del consumo nacional, mientras que el resto se completa con importaciones de Venezuela y de otros mercados.
Sin embargo, la crisis política de Venezuela ha impactado desde el año pasado sobre el acuerdo bilateral, que pauta el envío de ese país a Cuba de 53.000 barriles diarios de crudo y derivados, entre los que se cuentan combustibles para diesel y aviones y gasolina para automotores.
El paco establece que Cuba paga 80 por ciento de los suministros de hidrocarburos venezolanos a precios de mercado y 90 días después de su entrega, mientras que el restante 20 por ciento se abona a 15 años de plazo, con dos de gracia, y a dos por ciento de interés anual.
Los envíos de crudo por ese convenio se interrumpieron dos veces en los últimos 14 meses.
Primero a raíz del frustrado golpe de estado contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en abril de 2002, y luego por la huelga general de dos meses contra ese mismo gobierno convocada el 2 de diciembre por empresarios, sindicalistas y gerentes de la industria petrolera.
”Los incumplimientos de PDVSA (Petróleos de Venezuela SA) nos ocasionaron daños económicos por cientos de millones de dólares de abril de 2002 a la fecha”, se quejó el 9 de este mes un portavoz de la cancillería cubana.
Las suspensiones de los envíos provocaron una deuda acumulada que ambos países han debido renegociar para poder reanudar el acuerdo, vigente desde 2000 y fuertemente impugnado por sectores contrarios a Chávez.