La tardía respuesta a la epidemia de síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) en China podría tener un efecto positivo: forzar a las autoridades a emprender la siempre postergada reforma del sistema de salud pública.
Al demorar la revelación de las verdaderas dimensiones de una crisis de salud que se propagó a todo el mundo, China desató una cadena de reacciones negativas, desde la pérdida de prestigio internacional hasta perjuicios económicos y tensiones sociales en todo el país.
China es el país con más casos de SRAS o neumonía atípica, con 5.309 casos y 308 muertes reportados hasta el fin de semana, en un total mundial de 8.141 infecciones y 696 fallecimientos, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Este lunes, el gobierno informó de ocho nuevos casos y dos muertes por la enfermedad en todo el país, el primer incremento de un dígito desde que las autoridades ordenaron la publicación diaria de estadísticas.
Para prevenir la repetición de una crisis de salud de dimensiones similares, China deberá iniciar una auténtica reforma de su olvidado y subfinanciado sistema de salud pública, recomendaron expertos.
La crisis del SRAS es ideal para demostrar al mundo los profundos problemas de la salud pública en China, destacó Han Deqiang, profesor de política y administración de la Universidad de Aeronáutica de Beijing.
La atención médica en China, en especial en las áreas rurales, se ha deteriorado mucho. Los campesinos y los desempleados no tienen dónde tratarse. Las familias de los trabajadores despedidos tienen problemas para alimentarse, mucho más para pagarse la atención médica, comentó Han.
Investigadores de la OMS consideran que el gobierno chino ha aprendido lecciones de la actual crisis.
Realmente apreciamos más cooperación y movilización en varios niveles. Espero que esto sea el comienzo de la reconstrucción del sector de la salud pública en China, expresó Keiji Fukuda, un experto de la OMS en Beijing.
Daniel Chin, jefe del equipo de investigadores de la OMS, es aún más positivo.
Creo que la viceprimer ministra y ministra interina de Salud, Wu Yi, considera la epidemia de SRAS como una oportunidad de lanzar reformas en el sistema de salud. Podría decirse que ella considera que la reforma del sistema es su mandato, comentó Chin.
Después que el gobierno dejó de ser el principal proveedor de servicios de salud a comienzos de los años 80, cuando las reformas de libre mercado se pusieron en marcha, los servicios más afectados fueron los de prevención, vigilancia de enfermedades y control médico.
En el ámbito rural, el colapso del sistema era un desastre a la espera de ocurrir, dado que los campesinos constituyen más de 70 por ciento de los 1.300 millones de habitantes del país, pero reciben apenas 20 por ciento de los fondos de salud pública.
El colapso de las comunidades rurales de China a fines de los años 70 y principios de los 80 puso fin a la era de la salud preventiva y el tratamiento médico universal.
Bajo el antiguo sistema colectivo, 90 por ciento de la población rural disponía de servicios médicos gratuitos. Ahora, en cambio, apenas 10 por ciento de los residentes rurales poseen seguro de salud, lo que deja a 700 millones de chinos sin cobertura alguna, a menos que la paguen de su propio bolsillo.
El gobierno central abandonó de hecho toda responsabilidad por la atención de la salud en las áreas rurales y la dejó en manos de las autoridades locales, pero muchas regiones pobres no pudieron financiar sus propios programas de salud pública.
Por lo tanto, las clínicas rurales cobran los medicamentos, los inyectables y otros servicios, porque los fondos que reciben de los gobiernos locales no les alcanzan.
El abandono de los servicios preventivos en favor de tratamientos curativos, más rentables, provocó un marcado aumento de las enfermedades infecciosas.
Sólo el tétanos neonatal mata a más de 200.000 niños chinos cada año, mientras la hepatitis, la tuberculosis y el sida se propagan rápidamente.
El SRAS se convirtió entonces en la última amenaza a la salud de la abandonada población rural.
Las medidas anunciadas a mediados de este mes por el gobierno de Wen Jiabao para combatir la enfermedad sientan las bases para el establecimiento de una Oficina de Respuesta de Emergencia que coordinaría los esfuerzos nacionales contra nuevas epidemias.
Las nuevas normas exigen a los gobiernos locales reportar de inmediato los datos epidémicos a Beijing y establecer fondos de reserva para hacer frente a futuros brotes.
Además, el gobierno central comenzó a asignar recursos al sistema de salud rural, que durante décadas careció de fondos.
Beijing asignó el equivalente a 180 millones de dólares para la construcción de una red nacional de prevención y control de enfermedades y otros 96 millones para mejorar la infraestructura.
Las autoridades anunciaron otros 241 millones de dólares para mejorar el nivel de la atención médica rural.
Nos concentraremos en el apoyo a las regiones rurales central y occidental, anunció Liu Jian, jefe del grupo de trabajo sobre asuntos rurales de la Oficina Nacional para la Prevención y el Control del SRAS.
Sin embargo, algunos dudan que las nuevas medidas representen un cambio real en la política del gobierno.
El gasto social no puede sostener el crecimiento económico, y el gobierno es consciente de esto, observó Robert Ross, experto en ciencia política del Boston College, de visita en Beijing.
Por estos motivos, el crecimiento económico debe dejar de ser la única obsesión del gobierno, opinó Mao Shoulong, profesor de administración pública de la Universidad del Pueblo.
En un artículo publicado por la revista Nanfengchuan, Mao criticó a las autoridades por pasar por alto el interés público en favor del crecimiento económico y la estabilidad social.
Esta es una dura acusación contra el gobierno de renovados líderes comunistas que se instaló este año, con el objetivo proclamado de construir una sociedad próspera.
Según Ross, el gobierno debería mantener su estrategia de invertir dinero en infraestructura en la esperanza de cerrar la brecha entre las áreas rurales y urbanas, para prevenir el estallido de una crisis social grave.