En un salto atrás hacia sus campañas sanitarias de los años 50, el Partido Comunista Chino lanzó la guerra del pueblo para combatir a la neumonía atípica, que afectó al menos a 3.638 personas y mató a 170 en este país de 1.300 millones de habitantes.
Las autoridades desplegaron 1.200 médicos y enfermeros militares para ayudar a controlar la epidemia de síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), también llamado neumonía atípica o asiática, que según los expertos se originó en China.
La policía y las comisiones barriales de Beijing, que son grupos administrados por el gobernante Partido Comunista, recibieron órdenes de vigilar a unas 12.000 personas que permanecen en cuarentena.
Mientras, la prensa se ocupa de reciclar frases propagandísticas que ensalzan el heroísmo de las máximas autoridades, la devoción de los guerreros de túnica blanca y la decisiva contribución del Ejército de Liberación del Pueblo, en especial de sus laboratorios de investigación.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad atacó hasta el jueves a 5.865 personas y provocó 391 muertes en 30 países.
Los estados más afectados son China continental (3.638 casos), Hong Kong (Región Administrativa Especial china, con 1.600 casos), Singapur (201), Canadá (147) y Taiwan (provincia separada de China, con 89 casos).
Dentro de China, la epidemia se propagó a 26 de las 31 provincias y regiones autónomas, lo que decidió al gobierno a lanzar una campaña de movilización masiva y a exhortar a todos los ciudadanos a participar de la batalla contra el SRAS.
El Partido Comunista tuvo un éxito incuestionable en las campañas sanitarias de los años 50, que casi erradicaron la sífilis y la lepra, así como en las iniciativas de vacunación contra la viruela, el tifus, la difteria, la poliomielitis, la tos convulsa y el sarampión.
Pero con estrictas medidas de cuarentena, la bolsa de valores suspendida y las oportunidades de recreación limitadas, la capital china comienza a contar no sólo las consecuencias económicas de la epidemia sino también el costo emocional de las drásticas medidas para combatirla.
El gobierno cerró las dos bolsas de valores chinas, las de Shangai y Shenzhen, del 1 al 9 de este mes, para evitar aglomeraciones de personas.
Mientras, la feria industrial y tecnológica de Guangdong, la provincia más rica China, fue clausurada un día antes de lo programado, con pedidos por apenas 4.420 millones de dólares, apenas un cuarto de la cifra del año pasado.
Los expertos económicos están revisando a la baja sus previsiones de crecimiento del producto interno bruto (PIB), que el año pasado se situó en ocho por ciento.
Según un grupo de académicos de la Universidad de Beijing, el SRAS restará de uno a dos puntos porcentuales del crecimiento económico nacional en 2003.
Además, el turismo (tanto interno como externo) perderá el equivalente a 16.800 millones de dólares, estimó el Centro Chino de Investigaciones Económicas de la Universidad de Beijing.
Cuando era evidente que la epidemia amenazaba son salirse de control, el gobierno decidió acortar la tradicional semana de vacaciones por el Día de los Trabajadores de siete a cinco días, y recomendó a la población que no viajara.
El año pasado, 87 millones de chinos gastaron unos 3.900 millones de dólares en viajes y compras durante la semana dorada de mayo.
En contraste, este año la mayoría de los chinos pasaron los feriados en su casa. Los centros de compra de Beijing tienen prohibido realizar ventas de liquidación, y las aglomeraciones de personas son desalentadas en general.
Algunos expertos en salud aconsejaron a las parejas recién casadas que pospongan la paternidad.
Los paseos públicos de los alrededores de la capital también fueron suspendidos. Hasta las piscinas están cerradas, se quejó Zhang Shengyun, un empresario que se preguntaba cómo matar las horas libres de sus vacaciones.
Las autoridades establecieron al menos tres líneas telefónicas para dar apoyo psicológico a los residentes de Beijing afectados por el llamado síndrome de temor al SRAS.
Recibí 20 llamados telefónicos en la última hora, afirmó Liu, una de las funcionarias que atiende la línea creada por el Instituto de Salud Psicológica.
A las personas en cuarentena que llaman, trato de explicarles que el aislamiento no está dirigido contra ellas, sino contra la enfermedad, agregó.
Más de 42 por ciento de los residentes de la capital están aterrorizados por la propagación descontrolada de la epidemia, reveló una encuesta oficial realizada por el Instituto Chino de Investigación e Información Socioeconómica.
Las autoridades de Beijing se negaron a reconocer la verdadera dimensión de la epidemia hasta el 20 de abril, cuando admitieron que en la capital había 339 casos y 402 presuntos casos, en lugar de los 37 admitidos hasta entonces. Los casos sospechosos fueron convirtiéndose en infecciones confirmadas en los días siguientes.
Ahora, uno de los principales problemas de Beijing es que la confianza del público en el sistema de salud es casi inexistente. Muchos residentes evitan ir a los hospitales, por temor a que una eventual cuarentena junto a otros casos sospechosos aumente el riesgo de infección.
Más de 100 instituciones de tratamiento médico del SRAS fueron acordonadas en Beijing, luego de que el alcalde interino Wang Qishan admitiera que esos hospitales y clínicas eran epicentros de la epidemia.
Otro 13,4 por ciento de las personas entrevistadas dijeron que no estaban seguras de si las medidas de seguridad aprobadas por las autoridades para controlar la epidemia eran las adecuadas.
El jueves, la OMS advirtió que China podría precisar ayuda adicional para los hospitales de las empobrecidas provincias del occidente y el norte del país, incluso instalaciones para aislar y tratar a los pacientes de SRAS.
Los próximos meses serán cruciales para los esfuerzos por contener al SRAS en todo el mundo, que dependen en gran parte del control de la enfermedad en China, declaró la OMS.