PALESTINA: Una pequeña revolución interna

La investidura de Mahmoud Abbas como primer ministro de Palestina implica, además de un voto de confianza a una figura política, una pequeña revolución interna, según reformistas palestinos.

La medida encaja en la creación constitucional de un primer ministro con poder y responsable ante el Consejo Legislativo palestino.

Esta reforma, que inicia una nueva fase del proceso político interno de Palestina, no fue pasada por alto por la ciudadanía y el sector empresario.

El cargo de primer ministro responsable ante el Consejo Legislativo y con quien el presidente Yasser Arafat deberá compartir el poder es una rareza en el mundo árabe, donde predominan los líderes autocráticos, estimó el director del Centro Palestino de Investigación Política, Khalil Shikaki.

Un primer ministro con poder en Palestina podría originar un gran cambio democrático en el mundo árabe, según Shikaki.

De cualquier manera, la tarea de Abbas no será fácil. La población tiene grandes esperanzas de que se cree su estado independiente para 2005, expectativas alentadas por promesas de Estados Unidos y de la Unión Europea.

Abbas, durante muchos decenios aliado de Arafat y su delfín, deberá lidiar con difíciles desafíos, entre ellos la intransigencia de los militantes palestinos más radicales y del gobierno conservador de Israel. Al mismo tiempo, deberá asegurarse de satisfacer a Arafat.

No le será fácil. Una manifestación atribuida al cerno de Arafat se realizó el domingo en la central ciudad cisjordana de Ramalá en protesta contra la reunión de Mazen con el secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, Colin Powell, celebrada ese mismo día en la meridional ciudad de Jericó.

El primer ministro palestino dependerá de su ministro de Finanzas, Salam Fayyad, para mejorar la situación económica, combatir la corrupción y restaurar la confianza de los exiliados palestinos, reticentes a invertir en los territorios autónomos.

En cuanto a la seguridad, Abbas deberá reducir las acciones violentas contra Israel y alcanzar un acuerdo con los líderes de las organizaciones que las planifican. Asistido por el gobierno egipcio, en los últimos meses hubo un diálogo tendiente a acordar un cese del fuego unilateral por un periodo limitado.

Abbas —también conocido como Abú Mazen— deberá apelar a su capital político personal, pero también al de los dos organismos políticos palestinos que integra: el comité central de Al Fatah, el partido gobernante, y el comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Pero ninguno de los dos órganos, que aceptan sin fisuras el liderazgo de Arafat, han hecho hasta ahora mucho para aumentar la popularidad del primer ministro, que, según las últimas encuestas de opinión, se mantiene en porcentajes de un solo dígito.

Para colmo, Abbas concede entrevistas a la prensa en rarísimas ocasiones, y no suele vérsele en público. No se cree que se lance sobre los medios de comunicación, pero sus colaboradores intentarán mejorar su presencia tanto en la prensa palestina como en la israelí.

El hecho de que Abú Mazen actúe más como un funcionario público sin brillo que como un líder carismático podría ser una mala noticia para muchos en Israel y en Estados Unidos.

Los gobiernos de Ariel Sharon y de George W. Bush realizaron un gran esfuerzo internacional para desacreditar la figura de Arafat, con la esperanza de que Abú Mazen lo reemplazara como líder del pueblo palestino.

Pero analistas políticos advirtieron a Sharon y a Bush que el voto de confianza parlamentario a Abbas implica una censura al liderazgo de Arafat. Esta no sería la primera vez que se ha declarado la muerte política de la máxima figura de la OLP, quien reaparecía poco después con el mismo poder.

En los últimos meses, Abbas y Arafat tuvieron diferencias en torno de la composición y facultades del nuevo gobierno, pero están de acuerdo en asuntos políticos básicos, como el modo en que deben negociar con Israel y las demandas palestinas mínimas palestinas más allá de las cuales no deberán hacer concesiones.

Al contrario de lo que parecen creer Bush y Sharon, la combinación de Abbas y Arafat consolidará la posición palestina en las próximas negociaciones.

En los últimos meses, quedó claro que la ciudadanía palestina está interesada tanto en la lucha contra la ocupación israelí como por la constitución de un gobierno transparente que satisfaga las necesidades de la población.

Arafat y Abbas deberán aprender a compartir el espacio. Y, mientras muchos tratan de establecer cuál de los dos predominará en la política palestina, emerge como figura clave el presidente del Consejo Palestino, Ahmad Qureei, con la función de facilitar los acuerdos. (

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