El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat, y su primer ministro Mahmoud Abbás, conocido como Abú Mazen, mantienen una sorda disputa por el poder con el telón de fondo de una confusa ”hoja de ruta”.
”Arafat está a la cabeza de la ANP. A él nos referimos, independientemente de lo que Estados Unidos o Israel piensen de él. Para nosotros es el presidente electo del pueblo palestino. No hacemos nada sin su aprobación”, afirmó esta semana Abbás, en una entrevista con el diario egipcio Al-Mussawar.
Ante los micrófonos, ningún funcionario palestino admite que exista una lucha de poder entre el ”rais” (presidente) y su correligionario Abú Mazen, durante décadas secretario general del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y convertido en marzo en primer ministro.
Pero la opinión pública palestina lo sabe. ”Es el secreto más conocido por todos”. ”Está clarísimo que cada vez se llevan peor”, dijeron a IPS palestinos de la central ciudad de Ramalá, que prefirieron no dar sus nombres.
Probablemente, la verdad se halle en algún punto medio. Abú Mazen tiene claro que Arafat sigue siendo un símbolo para todos los palestinos, y no puede ni intenta desafiar ese concepto.
Sin embargo, el primer ministro fue uno de los protagonistas del proceso de análisis y crítica interna que los palestinos comenzaron hace más de un año respecto del significado de la intifada (levantamiento) iniciada en septiembre de 2000 contra la ocupación israelí.
Fueron Abú Mazen y su actual ministro de Información, Nabil Amer, quienes más condenaron los atentados suicidas contra Israel y recalcaron que éstos dañaban los intereses palestinos.
El entorno de Arafat se refería entonces al ”golpe de Estado” supuestamente organizado por Abú Mazen en su contra.
Esto fue evidente cuando el presidente de la ANP permanecía recluido por uno de los sitios impuestos por Israel a su cuartel general en la central ciudad cisjordana de Ramalá, la Muqataa, y Abú Mazen convocó a su casa a dirigentes del movimiento Al Fatah, al que pertenecen ambos, para analizar la situación.
Sin embargo, las relaciones entre el presidente de la ANP y su primer ministro no necesariamente deben verse en blanco y negro, como suelen hacer las autoridades israelíes.
”Son como hermanos. Siempre trabajaron juntos y se van a ajustar bien a su nueva dinámica”, dijo a IPS el diputado palestino Abbas Zakki, de la meridional ciudad cisjordana de Hebrón.
Resulta interesante la forma en que Abú Mazen —a quien Arafat suele llamar ”hermano”— expone la cuestión.
”No permitiré que haya ninguna diferencia seria entre Arafat y yo”, declaró en la entrevista publicada por Al-Mussawar. ”Puede haber discrepancias en los temas del día a día. Pero no habrá problemas serios que conduzcan a un divorcio”.
La razón original de las diferencias se halla en que la creación del puesto de primer ministro le fue impuesta a Arafat por presiones de Estados Unidos y la Unión Europea (UE), ante la negativa israelí de dialogar con el líder palestino.
Esas diferencias se expresan en el poderío en el terreno. Arafat aún retiene el control de los organismos de seguridad esenciales.
Los comandantes de varios cuerpos de seguridad, como los poderosos servicios de Inteligencia en Gaza y Cisjordania y el Consejo de Seguridad Nacional fueron nombrados por Arafat. Son oficiales que acompañaron su regreso desde Túnez, en 1994, y que mantienen hacia él una lealtad personal.
Las instancias centrales de la OLP dependen de Arafat, su jefe máximo.
Poco antes de que el secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos Colin Powell visitara la zona el sábado para reunirse con Abú Mazen en Ramalá, Al Fatah convocó una manifestación y huelga general en protesta por la exclusión de Arafat.
Según un artículo del analista Roni Shaked, publicado este viernes en el diario israelí Yediot Ahronot, esas medidas fueron ordenadas por Arafat.
Cuando Abú Mazen y el ministro para Asuntos de Seguridad Muhamad Dahlan destituyeron a los comandantes y a 17 altos oficiales de la policía y la defensa civil, considerados fieles a Arafat, el presidente respondió ordenando que los gobernadores de distrito no estarían bajo la jurisdicción del ministro del Interior (cargo que también ostenta Abú Mazen), sino bajo su mando.
Y ante el nombramiento de Dahlan, una figura que Arafat no quería en el gabinete, el presidente creó el Consejo de Seguridad Nacional, con mayor autoridad y encabezado por Hani al-Hassan, uno de sus hombres.
Por otra parte, la figura de Arafat parece irremplazable. El analista del diario israelí Haaretz, Danny Rubinshtein, recordó una cita que refleja cómo el pueblo palestino ve a su líder.
”El sol de Arafat brilla ahora sobre la patria”, había escrito un periódico palestino en 1994, cuando Arafat retornaba de Túnez a Gaza para construir la ANP en el marco del proceso de paz con Israel.
”Abú Mazen jamás llegará a eso, no cuenta con el apoyo con el que cuenta Arafat en la calle. No es una personalidad que logre imponer su autoridad”, dijo a IPS el periodista palestino Khaled Abú Toemah.
Las encuestas revelan tendencias nada alentadoras para el primer ministro. Aunque los sondeos no adjudican a Arafat más de 35 por ciento de apoyo, el de Abú Mazen no pasa de tres puntos porcentuales.
”La calle ve a Abú Mazen y su ministro Dahlan como a quienes hacen el trabajo del presidente estadounidense (George W.) Bush y el primer ministro israelí Ariel Sharon, como agentes, colaboradores. Lo que ellos están haciendo es un suicidio”, opinó Abú Toemah.
Por otra parte, ”Abú Mazen nunca quiso ser el líder y nunca buscó poderío, pero esta es la primera vez que puede parecer una amenaza” para Arafat, señaló.
Una de las metas de su gobierno es lograr el fin de los ataques terroristas contra Israel, que ha condenado por dirigirse contra civiles inocentes, y por considerarlos perniciosos para los propios palestinos.
El primer ministro elude un choque frontal con las organizaciones radicales Hamas, Jihad Islámica y las Brigadas de Mártires de Al-Aqsa (brazo armado de su propio partido Al Fatah), e intenta disuadirlas de poner fin a la violencia.
Abú Mazen sostiene que no puede tomar medidas contra el terrorismo en tanto Israel no haya aprobado la ”hoja de ruta”, el plan de paz que impulsan Estados Unidos, la UE, la Organización de las Naciones Unidas y Rusia.
En el terreno, la verdad combina su falta de poder para enfrentarse a Hamas y Jihad y su convicción de que ese choque conduciría a una guerra civil.
”¿Por qué hay que calmar la situación mediante la violencia, si podemos intentar hacerlo mediante el diálogo?”, se preguntó el ministro Dahlan, quien participa de los contactos iniciados con Hamas.
Israel teme que ese diálogo para a lograr una ”hudna” (tregua) de un año no conduzca a nada positivo, pues supone que los radicales no la verían como primer paso hacia la paz, sino como un espacio para fortalecerse.
La nueva ola de atentados alimenta esa tesis. Entre el 17 y el 19 de este mes, 12 israelíes murieron y unos 100 resultaron heridos en seis ataques palestinos, cinco de ellos explosiones provocadas por cuatro hombres y una mujer suicidas.
La mayoría fueron obra de Hamas y uno de Jihad Islámica. Miembros de los Mártires de Al-Aksa también ingresaron a un asentamiento judío en Cisjordania, donde fueron muertos por personal de seguridad.
Este viernes, una carga explosiva colocada por militantes de Hamas al paso de un autobús que transportaba colonos del asentamiento de Netzarim, en la franja de Gaza, dejó nueve personas heridas.
Con esta compleja situación de fondo, las acusaciones mutuas son cosa de todos los días.
”No combaten al terrorismo y tenemos que hacerlo nosotros”, dicen los israelíes.
”No nos dejan trabajar, agravan la atmósfera y arruinan nuestras perspectivas de éxito”, responden los colaboradores de Abú Mazen, acusando a Israel por sus incursiones y operativos militares en Cisjordania y Gaza.
”No tengo dudas de que uno de los responsables de la situación es el lado israelí cuyas acciones militares complican la posición de Abú Mazen, que quisiera lograr una mayor calma en los territorios”, dijo a IPS el director del Centro Peres por la Paz, Ron Pundak, uno de los protagonistas del primer diálogo con los palestinos, celebrado en 1993 en Oslo.
”Además, arrinconan a Arafat y eso lo enloquece”, añadió.
”Arafat es escéptico respecto del rumbo de la situación actual, pero no creo que quiera consciente o intencionalmente que Abu Mazen fracase”, opinó el profesor Sari Nusseiba, director de la Universidad Al-Quds en Jerusalén.
”Esta es una situación nueva para los dos. Han sido colegas durante mucho tiempo. No me parece que sea totalmente sorprendente que haya problemas. Ambos deben aprender a vivir en esta nueva situación”, dijo Nusseiba a IPS.
”De todos modos, más allá de lo que Arafat, Abú Mazen o Sharon piensen, lo que cuenta es que hay aquí millones de personas, israelíes y palestinos, y que por sus generaciones venideras hay que pensar en un futuro mejor”, concluyó. (