Estados Unidos controla Iraq hace siete semanas, sin hallar las armas de destrucción masiva y los vínculos con el grupo extremista Al Qaeda cuya existencia alegó para la invasión, y eso causa creciente inquietud en los poderes Legislativo y Ejecutivo.
El ataque contra Iraq, lanzado el 20 de marzo, fue defendido por el presidente George W. Bush con el argumento de que su par iraquí Saddam Hussein poseía grandes cantidades de armas de destrucción masiva, y podía transferirlas a Al Qaeda o a otros grupos terroristas para ataques contra Estados Unidos o sus aliados.
Según el gobierno estadounidense, Al Qaeda fue responsable de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, quizá con apoyo de Saddam Hussein.
Pero los militares estadounidenses no han encontrado ni un gramo de material bélico biológico, químico o nuclear, pese a una intensa búsqueda realizada por equipos con entrenamiento especial, en todos los sitios señalados por los servicios de inteligencia de Washington como probables escondites de armas de destrucción masiva.
La gran campaña publicitaria de Bush y su equipo sobre las armas de destrucción masiva en Iraq, como justificación de una invasión preventiva, se ha vuelto más que incómoda, afirmó el senador Robert Byrd, del opositor Partido Demócrata, decano del Congreso y el más duro crítico de la campaña iraquí.
Hay graves preguntas sobre engaños y uso temerario del poder. ¿Se puso a nuestras tropas en peligro sin que fuera necesario? ¿Hubo incontables civiles iraquíes muertos o mutilados en una guerra que no era realmente necesaria? ¿Se confundió al público estadounidense en forma deliberada? ¿Y al mundo?, dijo la semana pasada en el Senado.
Inquietudes similares fueron expresadas por legisladores del gobernante Partido Republicano.
Obviamente, nos preocupa que no aparezcan las armas (de destrucción masiva) cuya existencia se señaló en informes que considero fundados, comentó el presidente de la comisión de inteligencia de la Cámara de Representantes, Porter Goss.
Goss y su homólogo del Senado, el también republicano Pat Roberts, planean realizar audiencias de las comisiones que presiden para evaluar información de servicios de inteligencia empleada por el Poder Ejecutivo para ganar apoyo de la población a la guerra.
La Agencia Central de Inteligencia Agency (CIA) también investiga la cuestión, y según versiones periodísticas lo hace a pedido del secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, quien sin embargo es considerado responsable de la existencia de informes distorsionados por ex funcionarios de inteligencia.
Esa acusación se debe a que Rumsfeld creó el año pasado la Oficina de Planes Especiales (OSP, por sus siglas en inglés), dirigida por el viceministro de Defensa, Paul Wolfowitz, porque consideraba insuficiente la evidencia reunida por la CIA contra Bagdad, en relación con la existencia de armas de destrucción masiva, y en especial de vínculos con Al Qaeda.
La OSP comenzó a reunir cosas que podían apoyar su tesis, y a vincularlas en razonamientos que pudieran plantear al presidente, dijo el ex director de análisis de Medio Oriente de la Agencia de Inteligencia de Defensa, W. Patrick Lang, en una entrevista publicada por el diario The New York Times.
Eso no es 'intel' (inteligencia, en la jerga del oficio), es propaganda política, añadió.
El Departamento de Defensa niega veracidad esas acusaciones, y lo mismo hace la CIA, pese a informes de que algunos de sus expertos se enfurecieron por lo que consideraban manipulación de datos de inteligencia por parte de Rumsfeld.
La CIA admite que nunca tuvo evidencia firme sobre vínculos entre Bagdad y Al Qaeda, pero insiste en que sus poseía datos sólidos sobre significativas cantidades de armas de destrucción masiva iraquíes.
La OSP y la CIA tienen sus tesis sobre el motivo de que esas armas no hayan aparecido. El subsecretario de políticas del Ministerio de Defensa, Douglas Feith, arguyó ante el Congreso hace 12 días que sólo hubo inspecciones en 20 por ciento de unos 600 sitios sospechosos en Iraq, pero admitió que ya se había examinado la mayorìa de los más sospechosos.
Confío en que lograremos articular un recuento bastante completo de los programas iraquíes de armas de destrucción masiva, pero el proceso llevará meses y quizás años. Todos los días nos enteramos de la existencia de nuevos sitios, arguyó.
Otros subordinados de Rumsfeld alegan que el derrocado presidente iraquí Saddam Hussein puede haber destruido todas esas armas poco antes de que comenzara la invasión de su país, que los componentes de las mismas pueden haber permanecido separados y escondidos a la espera de órdenes de ataque, o que las armas pueden estar enterradas en áreas montañosas de difícil acceso.
Algunos funcionarios sostienen que los depósitos de armas de destrucción masiva fueron saqueados antes de las inspecciones estadounidenses, y el propio Rumsfeld insinuó, tras la caída de Saddam Hussein, que las armas podían haber sido llevadas a otro país.
Kenneth Adelman, asesor de Rumsfeld y uno de los grandes impulsores de la invasión, dice ahora que quizá Bagdad destruyó todas sus armas de destrucción masiva a comienzos de los años 90, cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) le ordenó que lo hiciera, pero actuó luego como si aún las poseyera, y lanzó una masiva campaña de desinformación en la materia.
Hace dos semanas, se descubrieron en Iraq dos vehículos que, según funcionarios del Departamento de Defensa, sólo pueden haberse empleado como laboratorios móviles para producir armas biológicas, pero esos funcionarios no han informado aún sobre residuos ni otros indicios que prueben ese uso.
Antes de ese descubrimiento, ese ministerio había ordenado el cese de operaciones y el comienzo de preparativos para regresar a Estados Unidos del equipo creado para buscar armas de destrucción masiva en Iraq, integrado por biólogos, químicos, especialistas en material nuclear, en computación y en tratados de desarme, además de traductores.
Washington ha tratado en los últimos tiempos de reducir las expectativas en relación con el hallazgo de esas armas, y de destacar la importancia, como justificación retroactiva de la guerra, de fosas comunes descubiertas en Iraq, de las cuales fueron exhumadas presuntas víctimas de Saddam Hussein.
Uno de los principales testimonios en los que se apoyó Washington en relación con las presuntas armas de destrucción masiva iraquíes fue el del científico nuclear y desertor iraquí en 1994 Kidhir Hamza, quien aseguró que Saddam Hussein había reanudado su programa de desarrollo de armas nucleares.
Pero el desertor iraquí de mayor rango, Hussein Kamel, yerno de Saddam Hussein, dijo en 1995 a interrogadores estadounidenses, británicos y de la ONU que todas las armas de destrucción masiva iraquíes fueron destruidas a comienzos de los años 90, y les aseguró que Hamza era un mentiroso profesional.
En la actualidad, Hamza trabaja en Bagdad para las fuerzas de ocupación estadounidenses.
Este podría ser el mayor fraude de inteligencia de todos los tiempos, comentó la semana pasada la legisladora demócrata Jane Harman, integrante de la comisión de inteligencia de la Cámara de Representantes.