Las tácticas aplicadas en la segunda guerra del Golfo supondrán grandes combates en las ciudades de Iraq. Eso, a su vez, elevará el uso de municiones reforzadas con uranio empobrecido por parte de Estados Unidos y sus aliados, advierten expertos.
”Nos preocupan particularmente las tácticas de guerrilla empleadas por los iraquíes, que aumentarán la presencia de tanques y vehículos de combate en zonas urbanas”, dijo a IPS el activista Henk van der Keur, de la no gubernamental Fundación Laka, dedicada a investigar la contaminación radiactiva.
Los proyectiles reforzados con uranio empobrecido, generalmente en aleación con titanio, se caracterizan por su gran poder de penetracion en tanques y otros vehículos blindados.
Para la fabricación de esas municiones se emplean los remanentes del isótopo uranio 235, altamente radiactivo, luego del enriquecimiento del mineral para su utilización en armas nucleares o en centrales de energía.
La alta densidad del uranio, aun empobrecido, permite a las municiones cargadas con ese tóxico atravesar blindajes de acero muy resistentes, e incluso edificios de hormigón. La radiactividad de ese desecho, barato y accesible, es la mitad de la del uranio natural, pero conserva gran toxicidad.
Las fuerzas invasoras en Iraq disparan esos proyectiles desde los tanques estadounidenses M1A1 y M1A2 Abrams, desde vehículos de combate Bradley y desde aviones A10, conocidos como ”quiebra- tanques”. También desde tanques británicos Chalenger y lanzacohetes, dijo Keur.
”Cuando esas municiones alcanzan el blanco, se liberan partículas microscópicas que pueden ser inhaladas. Muchos soldados que combatieron en la guerra del Golfo de 1991 cayeron enfermos por culpa del uranio empobrecido, pero aún no hay estudios exhaustivos” al respecto, agregó.
Los fabricantes de armas estadounidenses y británicos también utilizan este material para reforzar el blindaje de tanques, por lo cual también podría afectar el organismo de los soldados que los operan.
Las autoridades militares estadounidenses y británicas niegan que el uranio empobrecido pueda dañar la salud de los soldados que manejen los tanques, manipulan los proyectiles o a la población de las áreas donde éstos son disparados.
De todos modos, hay ”consenso científico” en que la alta exposición a este material causa enfermedades renales, desórdenes neurológicos y cáncer de pulmón y de huesos, dijo a IPS el activista Ian Willmore, de la filial en Londres de la organización ambientalista Amigos de la Tierra Internacional.
También se le atribuyó a esta sustancia el ”síndrome de la guerra del Golfo”, que afecta a los veteranos de 1991 y que se caracteriza por fatiga, pérdida de memoria y dolor en las articulaciones.
De todos modos, Keur admitió que los temores en torno del uranio empobrecido no están ”respaldados por un estudio empírico completo”, pero esa misma falta de análisis es un motivo adicional de preocupación, advirtió.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) expresó su preocupación por las consecuencias de largo plazo del uso intensivo de estas municiones en los Balcanes en 1998 y reclamó un análisis completo sobre sus efectos en la salud.
”Pero la Organización Mundial de la Salud no realizó grandes estudios”, sostuvo Keur.
El Departamento de Defensa estadounidense (Pentágono) admitió el uso de unas 300 toneladas de uranio empobrecido en la última guerra del Golfo, cantidad que otros estudios independientes elevan a 1.000 toneladas.
Los proyectiles reforzados con uranio empobrecido son ”casi con seguridad un arma ilegal, según varios acuerdos internacionales”, dijo Willmore.
Entre esos tratados multilaterales, Willmore incluyó las convenciones de Ginebra, normas que constituyen la base del derecho internacional humanitario, que se refiere a la protección de civiles en tiempos de conflicto armado y de los prisioneros de guerra.
Las armas cargadas con uranio empobrecido ”emiten radiación, y las consecuencias serán inevitablemente peores cuando se los utilice en grandes ciudades o en espacios cerrados”, agregó el activista.
No se han realizado estudios en Iraq sobre las consecuencias del uso de estos proyectiles en 1991, pero han surgido algunos signos de alarma. En un solo hospital de Bagdad se registraron ocho casos de niños nacidos sin ojos, cuando la proporción normal de esa malformación es de uno en 50 millones, dijo Willmore a IPS.
”Entre la mitad y 95 por ciento de las partículas liberadas por las explosiones de proyectiles reforzados con uranio empobrecido son de tamaño tal que pueden ser inhalados al respirar. El cuerpo humano carece de mecanismos para remover esas partículas, que permanecen en el sistema”, agregó.
La limpieza de un área donde se diseminó uranio empobrecido también es muy difícil, y puede costar 5.000 millones de dólares cada 200 hectáreas, sostuvo el director de Políticas e Investigación de Amigos de la Tierra, Duncan McLaren.
También hay evidencia de que este material puede penetrar en el suelo y permanecer allí largos periodos, afirmó Willmore. ”Mayor será el daño a la población y al ambiente cuanto más larga sea la guerra”, advirtió.