Biblioteca Ayacucho, la editorial del Estado venezolano con 240 títulos latinoamericanos editados en casi 30 años de vida, pasa por el peor momento de su historia sin director ni fondos para publicar.
La editorial aún no recibió los fondos presupuestarios que se le habían asignado para el segundo semestre del año pasado, y eso le ha impedido cumplir su cronograma previsto de publicaciones.
Esa situación llevó a que el 14 de este mes presentara renuncia su director, el antropólogo y poeta Alfredo Chacón, quien se mantiene en el cargo a la espera de que el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes designe a su sucesor.
De 12 títulos cuyo lanzamiento se había previsto para 2002, sólo ocho fueron a imprenta y apenas seis han llegado a las librerías durante los primeros meses de este año.
La crisis de la Ayacucho se enmarca en la de todo el sector cultural venezolano, cuyas instituciones estatales afrontan grave escasez de fondos, y en especial en la de las editoriales, cuyas ventas se contrajeron 40 por ciento en 2002.
Durante el primer trimestre de 2003 se registró una disminución en ventas de 70 por ciento en relación con el mismo periodo del año anterior, por razones que los libreros remiten a la crisis económica del país, cuyo producto interno bruto se contrajo casi nueve puntos porcentuales el año pasado.
La editorial estatal fue creada en 1974, en el 150 aniversario de la batalla de Ayacucho, ganada en Perú por el venezolano Antonio José de Sucre, héroe de la independencia latinoamericana.
Su propósito fue rescatar los mejores textos de la literatura y la teoría política de América Latina, desde la época precolombina hasta nuestros días.
La Biblioteca Ayacucho surgió como una iniciativa del Estado venezolano cuando éste disponía de importantes recursos financieros, debido a los altos precios petroleros, dijo a IPS el crítico literario Atanasio Alegre.
En los años 70 se cuadruplicaron los precios de exportación del petróleo.
Esa editorial ha sido una experiencia única en el ámbito latinoamericano porque ha publicado lo mejor del clasicismo, a diferencia de otras editoriales de la región, que al ser privadas se guiaron más por criterios comerciales, opinó Alegre.
La amplitud de autores que rescató, y el cuidado de sus prólogos y cronologías, a cargo de verdaderos especialistas, infundió un gran respeto y demostró el gran potencial de la industria del libro en América Latina, añadió.
Entre sus títulos están Comentarios reales, del peruano Inca Garcilaso de la Vega, la recopilación Teatro rioplatense (1886- 1930, la obra completa del poeta colombiano José Asunción Silva, la compilación Pensamiento político de la emancipación (1709- 1825, e Ideario político, del mexicano Servando Teresa de Mier.
También Ensayos literarios, del brasileño Silvio Romero, la compilación Literatura guaraní del Paraguay, América espera, del venezolano Francisco de Miranda, Historia de las Indias, de Bartolomé de las Casas y obras del belga-argentino Julio Cortázar, el cubano Alejo Carpentier y el guatemalteco Miguel Angel Asturias, entre otros.
La mayor parte de la obra de esos autores se encontraba perdida, porque las editoriales latinoamericanas han sido muy indolentes, según Alegre.
Chacón dijo a IPS que la elaboración de un libro Ayacucho es diferente a la de cualquier otro, porque implica el restablecimiento crítico del texto, (y) la elaboración de una cronología del tiempo de la obra.
Además, plantea serios problemas de derechos de autor, pues muchas veces se trata de escritores ya desaparecidos y hay que averiguar quiénes han quedado como beneficiarios.
Sin embargo, Chacón señaló que cuando asumió la dirección de la editorial en 2001 había una lista de 50 libros para editar, de los cuales fueron seleccionados 40, y que en la actualidad hay 10 títulos listos para ir a imprenta apenas se reciban recursos.
La Biblioteca Ayacucho fue boyante durante sus primeros 10 o 12 años. Después ha tenido siempre problemas presupuestarios. La diferencia (de la situación actual) con crisis anteriores es que antes los recursos eran insuficientes pero llegaban, ahora ni siquiera se reciben, dijo Chacón.
A esas dificultades se suman desde hace más de tres meses restricciones del mercado cambiario impuestas por el gobierno, que complican el acceso a divisas para comprar papel. Chacón señaló que eso afectará indirectamente a la editorial, al golpear a las imprentas con las cuales trabaja.
La Biblioteca Ayacucho no tiene parangón ninguno en el continente. Es lamentable que se haya venido abajo, porque además era un tren que ya corría solo. No es posible que la crisis económica acabe con ella. La cultura debe ir aparejada al ingenio y no a las finanzas, sentenció Alegre. (