La pesadilla de las bombas apenas empieza para los iraquíes. Los hospitales de Bagdad reciben cada vez más personas, en su mayoría niños, que pisaron o recogieron del suelo municiones que no habían explotado.
Hanan Efan es una de esas víctimas. La niña de ocho años yace gimiendo de dolor, apenas consciente, en el pabellón infantil del centro médico Medical City, ahora despojado del nombre Saddam, al igual que el resto de los edificios públicos.
Muchos sostienen que la causa de estas tragedias son bombas de racimo, pero es difícil determinar la naturaleza de los explosivos, probablemente variada.
El ejército iraquí dejó atrás tanques, piezas de artillería y municiones desperdigados cuando el régimen de Saddam Hussein se derrumbó, mientras las fuerzas invasoras de Estados Unidos saturaron algunas áreas con varios tipos de explosivos que no necesariamente explotaron al hacer impacto.
Los hospitales no dan abasto para atender este nuevo flujo de heridos. Algunos cerraron total o parcialmente por falta de personal, de energía o de ambos, y la mayoría carecen de los medicamentos y equipos médicos necesarios.
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Los niños como Hanan tienen prioridad para la administración de calmantes, pero Medical City no tiene suficientes. Un hombre que fue atacado por saqueadores y recibió un disparo en la pierna hace cinco días sólo recibió un inyectable desde entonces, y está desesperado de dolor.
Las víctimas de saqueadores son una nueva categoría de pacientes que abarrotan las salas de emergencia, además de los quemados.
Como los habitantes se han quedado sin combustible, intentan sacar el que queda en los tanques abandonados a través de métodos inseguros, y esto es causa de muchos accidentes.
Pero Hanan sólo estaba cuidando ovejas en un terreno cercano a su casa en la aldea de Youssefiyeh, cerca de Bagdad, contó Saad Alí, un pariente lejano que cuida de Hanan y sus siete hermanos.
Ella estaba con su hermana mayor cuando pisaron algo. Su hermana murió, y mire cómo quedó Hanan, dijo.
Alí está sentado junto a la niña herida en su cama sucia, abanicándola con un trozo de cartón para darle aire fresco en medio de la atmósfera sofocante y maloliente del hospital. El hombre parece devastado.
Tendremos que amputarle el pie izquierdo, dice el doctor Bassam Al-Taye, señalando las vendas ensangrentadas. La niña también está herida en el estómago, pero los médicos no pueden operarla hasta que su organismo se estabilice.
Mientras Al-Taye habla, otro niño ingresa en la sala, herido en la mano y el brazo. Recogió una lata y la arrojó lejos. En ese momento, explotó, contó su madre.
Muchas de las primeras víctimas de los bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña todavía necesitan tratamiento médico, pero ante la enorme demanda de camas, la mayoría de los pacientes son enviados a casa luego de un tratamiento rápido.
Uno de los mayores problemas que enfrentan los hospitales es la falta de seguridad. Algunos fueron saqueados inmediatamente después de la caída de Bagdad, y otros tienen graves dificultades para funcionar porque gran parte de su personal no puede presentarse a trabajar.
Como resultado, varios hospitales y clínicas cerraron, o sólo funcionan sus salas de emergencia. Otros carecen de agua limpia y electricidad, aunque la Cruz Roja y la Media Luna proveen cierta ayuda.
Tenemos suficientes medicinas y equipos, afirmó Roland Huguenin, portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja en Bagdad.
La organización humanitaria entrega fármacos a los hospitales cuando los precisan, y también les ayuda a restaurar el suministro de agua limpia.
Huguenin considera que la falta de seguridad y energía es la mayor amenaza para los iraquíes, aparte de la inminente escasez de alimentos. Tanto la seguridad como la energía son esenciales para la distribución de la ayuda y la reanudación de la vida normal, señaló.
Todos los edificios ministeriales fueron destruidos, excepto el del Ministerio de Petróleo. No hay nada con qué empezar un nuevo gobierno. Temo que el caos se transforme en una amenaza para la situación sanitaria, expresó Huguenin.
La Cruz Roja hizo retornar a Bagdad su personal el fin de semana. Médicos sin Fronteras también tuvo voluntarios en la capital desde el comienzo de la guerra, pero muchas otras organizaciones internacionales todavía consideran que Bagdad es demasiado peligrosa.
Huguenin está muy preocupado por la situación alimentaria. Estimaciones previas a la guerra sugerían que los residentes tenían reservas para cuatro o cinco semanas, y eso significa que los alimentos ya se están agotando.
Algunos mercados reabrieron y venden verduras y huevos traídos del interior a precios relativamente altos, pero 60 por ciento de la población dependía de las raciones que les entregaba el gobierno antes de la guerra, y ahora esa dependencia parece haber aumentado.
El Programa Mundial de Alimentos envió un convoy con ayuda alimentaria desde Ammán la semana pasada, pero está preocupada por los saqueos en Bagdad e hizo detener la caravana en las afueras de la ciudad.