Cuando la guerra en Iraq haya terminado, Estados Unidos deberá reponer todas las armas que haya descargado sobre ese país ya devastado por 13 años de embargo, para satisfacción de la industria militar estadounidense.
En los 14 días transcurridos desde el lanzamiento del ataque, las fuerzas invasoras lanzaron sobre objetivos militares y civiles de Iraq más de 8.700 bombas, incluidos más de 3.000 misiles, y millones de cartuchos de municiones.
No se sabe cuántos miles de bombas más utilizará la coalición estadounidense-británica para lograr su objetivo de derrocar al régimen de Saddam Hussein, en vista de la fuerte resistencia ofrecida por soldados, milicianos y civiles iraquíes.
El reemplazo de esas armas y todas las que se utilizarán o serán destruidas hasta que termine el conflicto otorgará un enorme impulso a la industria armamentista estadounidense, que no obtenía una oportunidad de negocios tan grande desde la primera guerra del Golfo, en 1991.
El Departamento de Estado (cancillería) predijo en su última Justificación del presupuesto del Congreso para operaciones en el extranjero que este año las ventas de armas estadounidenses superarán los 14.000 millones de dólares, la mayor cantidad en casi dos décadas, frente a 12.500 millones de dólares en 2002.
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Un indicador trágico de los valores de nuestra civilización es que no existe un negocio más grande que la guerra, comentó Douglas Mattern, de la War and Peace Foundation (Fundación de la Guerra y la Paz), con sede en Nueva York.
Creo que la venta de armas aumentará más allá de la impresionante cantidad de la actualidad, debido a la continua desestabilización de la región (Medio Oriente) y a la presión de la industria armamentista, dijo Mattern a IPS.
Una escritora describió el círculo encantado del capitalismo estadounidense por el que los misiles Tomahawk y crucero destruirán Iraq, y luego Bechtel Corporation (que dirigió el actual vicepresidente Dick Cheney) reconstruirá el país, con el dinero procedente del petróleo robado a los iraquíes.
Los contratistas de armas estadounidenses obtendrán enormes ganancias de esta guerra, destacó Natalie Goldring, directora ejecutiva del Programa de Seguridad Mundial y Desarme de la Universidad de Maryland.
Las compañías cobrarán para reemplazar las armas usadas o destruidas en este conflicto y luego proclamarán su éxito en la próxima Feria Aérea de París, buscando nuevos compradores, dijo Goldring a IPS.
El gasto militar mundial sumó 780.000 millones de dólares en 1999, en 2001 aumentó a 840.000 millones de dólares, y este año se prevé que superará el billón de dólares, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En las primeras dos semanas de conflicto se destruyeron equipos militares por decenas de millones de dólares.
Sólo el helicóptero Apache derribado por campesinos iraquíes cuesta 22 millones de dólares. El vehículo de combate de infantería Bradley, también en la lista de equipos destruidos, vale más de 1,2 millones de dólares. También fue destruido por primera vez en combate un tanque Abrams.
Goldring destacó que Washington ha armado a Kuwait, Arabia Saudita, Turquía y Jordania durante décadas.
La estrategia era darles y venderles armas para que pudieran defenderse por sí mismos y Estados Unidos no tuviera que desplegar fuerzas en la región. Esta estrategia claramente ha fracasado, concluyó.
De los 10 mayores compradores de armas estadounidenses el año pasado, cinco eran países de Medio Oriente: Egipto (1.100 millones de dólares), Kuwait (1.000 millones), Arabia Saudita (885 millones), Omán (826 millones) e Israel (710 millones de dólares).
Los cinco compradores siguientes fueron Corea del Sur, Japón, Canadá, Grecia y Gran Bretaña.
Hemos armado regímenes inestables con nuestras armas más sofisticadas, y luego usamos la proliferación de armas como argumento para producir otra generación de armas más costosas. Así se alimenta el círculo vicioso, señaló Goldring.
La verdadera fuente de riqueza para los fabricantes de armas está en el presupuesto anual del Pentágono (Departamento de Defensa), que aumentó de 294.000 millones de dólares en 2000 a unos 400.000 millones en 2003, destacó Mattern.
Si sigue aumentando al ritmo actual, el presupuesto llegará a 500.000 millones de dólares en 2010.
El Pentágono gastará unos 60.000 millones de dólares para comprar nuevas armas este año y más de 30.000 millones en investigación y desarrollo de nuevos equipos, señaló Mattern.
La industria armamentista de Estados Unidos es la segunda más subsidiada, después de la agricultura, observó.
La guerra también afectará la lucha mundial contra la pobreza, debido a su alto costo. También degradará el cuidado de la salud y otras necesidades en Estados Unidos, advirtió el experto.
La mitad de los gobiernos del mundo gastan más en sus fuerzas armadas que en la atención de la salud. Por eso, el negocio de la guerra es la actividad más criminal del mundo, concluyó Mattern.