IRAQ: Chiítas emergen de las sombras

Los líderes musulmanes chiítas no hablan de su anhelo de dominar el nuevo Iraq, sino de su confianza en la democracia y la voluntad popular. Pero en una elección justa, ambas cosas podrían convertirse en una sola.

Los musulmanes chiítas, que constituyen 65 por ciento de los 24 millones de iraquíes, intentan por primera vez controlar el destino del país, aunque muchos de sus líderes prefieran no decirlo.

”Quienquiera que resulte electo por la mayoría será aceptado”, sostiene Hamid Al Bayatti, del Consejo Supremo para la Resistencia Islámica en Iraq (SCRI), influyente en el norte del país donde controla un gran grupo de militantes chiítas, conocido como la Brigada Badr.

No es necesario que ”los líderes chiítas hablen a los chiítas, los sunitas a los sunitas y los kurdos sólo al pueblo kurdo”, sostiene Latif Rashid, de la Unión Patriótica del Kurdistán.

Todos queremos construir ”un nuevo Iraq, que no excluya a nadie y donde el poder provenga sólo de las urnas”, abunda.
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Pero las tensiones entre musulmanes chiítas y sunitas ya alcanzaron grados terribles en las calles de Bagdad y en todo el país.

El brutal asesinato del líder chiíta Abdul Al-Khoei, quien viajó a Iraq desde Gran Bretaña dos semanas atrás, es apenas una señal de esas tensiones.

Al Khoei, quien se había reunido con el primer ministro británico Tony Blair varias veces, fue muerto por una multitud armada de espadas frente al sepulcro de Alí, en la meridional ciudad de Najaf, uno de los lugares más sagrados para los chiítas.

En 1991 había escapado a Londres tras la represión que el ahora depuesto presidente Saddam Hussein abatió sobre los chiítas, luego de la primera guerra del Golfo.

Al Khoei regresó a Najaf poco después del inicio de la invasión británico-estadounidense y comenzó de inmediato a trasmitir mensajes radiales exhortando a respaldar a las tropas extranjeras.

”Este fue un muy mal comienzo”, admite Al Bayatti.

”Es una señal del grado de tensión entre los iraquíes. Y esto ocurrió en una ciudad sagrada. Permite imaginar lo que ocurrirá en otras ciudades a menos que la situación sea controlada”, señala el académico Laith Kubbah, quien ha ejercido liderazgo en la oposición iraquí en los últimos 20 años.

Kubbah es también cofundador del Grupo Nacional Iraquí, con sede en Washington.

Musulamnes chiítas y sunitas tienen una larga historia de violencia.

Los chiítas fueron históricamente defensores de Alí, el yerno del profeta Mahoma, creador del Islam. El califa (líder religioso y político) Alí fue asesinado en 661, y reemplazado por su rival Muawiya.

Quienes reivindicaban los derechos al poder religioso y político de los descendientes de Alí fueron conocidos como chiítas, en contraposición a los sunitas, que admitían la tradición y el derecho a la libre sucesión.

El cisma se mantuvo en las generaciones siguientes. Muawiya fue sucedido por su hijo Yazid. El hijo de Alí, Hussein, desafió a Yazid, y eso condujo a una batalla entre los seguidores de ambos.

Hussein y los suyos fueron masacrados en Karbala, actual territorio iraquí, en 680. Este acontecimiento convirtió a la central ciudad en uno de los lugares más sagrados para los chiítas, y a Iraq en tierra santa.

Los chiítas creen que un imán llegará a la tierra a salvarlos de la opresión en que han vivido desde entonces.

Las divisiones entre ambos sectores musulmanes se mantuvieron en la historia reciente de Iraq. Las fuerzas iraquíes bajo comando sunita combatieron durante ocho años, desde 1980, al Irán chiíta.

En el régimen de Saddam Hussein, la minoría sunita mantuvo el control del gobierno y las Fuerzas Armadas. Los sunitas también ocuparon el liderazgo en el sector empresarial y son mayoría entre los profesionales iraquíes.

Los saqueos que desde el miércoles afectan a Bagdad y otras ciudades son, según los reportes de prensa, obra de la marginada mayoría chiíta.

El primer lugar donde la muchedumbre comenzó a saquear todo tipo de instalaciones fue Ciudad Saddam, en Bagdad, un área donde viven un millón de chiítas.

En este distrito y en el sur, los chiítas se lanzaron a una abierta rebelión al final de la guerra del Golfo. Pero se sintieron traicionados por las tropas estadounidenses, que primero parecieron ofrecerles respaldo y luego los dejaron a merced de Saddam Hussein.

Miles fueron torturados y muertos por las fuerzas de seguridad del régimen.

La actual estructura de Iraq es creación del imperio británico en los años 20, cuando las fuerzas coloniales invadieron el territorio.

Londres colocó las áreas chiítas del sur, las controladas por los sunitas en el centro y la región kurda del norte en un único país, por razones administrativas. Pero, históricamente, los diferentes grupos se habían autogobernado como entidades separadas.

El ensamblaje de esos pueblos en un único Estado que aspira a elecciones por primera vez, da a los chiítas una oportunidad de poder sin precedentes.

La grieta no es sólo visible, sino creciente. Los chiítas saludan a los invasores estadounidenses, mientras son casi siempre sunitas los que los rechazan.

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