La ira causada por el ataque a Iraq en los países musulmanes de Asia no es acompañada por simpatías hacia el presidente iraquí Saddam Hussein, pese a que éste se esfuerza por reivindicar su pertenencia al Islam.
Desde los días previos a ese ataque, que comenzó el 20 de marzo y es encabezado por Estados Unidos, el gobernante de Iraq trata de presentarse en sus discursos como un líder musulmán, al citar frases del Corán y pedir la ayuda de Alá contra los invasores.
Una semana después del inicio de los bombardeos, Saddam Hussein dijo en un mensaje a su país: Oh iraquíes, combatan como Dios les mandó hacerlo.
Y añadió, para los más de 1.000 millones de musulmanes del planeta: Oh árabes, oh creyentes de todo el mundo, oh enemigos del mal, Dios está de vuestro lado.
Pero los musulmanes asiáticos que se manifiestan masivamente contra el ataque a Iraq, entre ellos los más de 100.000 que se reunieron el domingo en Yakarta, no parecen convencidos por el presidente iraquí.
La solidaridad musulmana (en Indonesia) se dirige al pueblo iraquí. Lo que importa es el padecimiento de los musulmanes de Iraq, no Saddam Hussein, dijo a IPS el académico Moeflich Hasbullah, de la estatal Universidad de Ciencia Islámica, con sede en la meridional ciudad indonesia de Bandung.
Lo mismo ocurre en Pakistán, donde los sentimientos de la mayoría son antiestadounidenses, no de apoyo a Saddam, según Abdul Aziz Hanif, secretario general del partido religioso paquistaní Jamiat Ahle-Hadith, uno de los que han reunido a multitudes contra la guerra en los últimos días.
De hecho, el énfasis en el sufrimiento del pueblo iraquí ha determina en Malasia que los musulmanes sean acompañados en las protestas callejeras por muchos cristianos, budistas e hindúes, según organizadores de esas manifestaciones.
El saudita Osama bin Laden, acusado por Washington de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, cuenta con numerosos simpatizantes entre los musulmanes asiáticos, y su imagen fue enarbolada en protestas realizadas a fines de ese año contra la guerra en Afganistán, pero muchos piensan que Saddam Hussein es en gran parte responsable del ataque contra su país.
Líderes musulmanes como Hanif, por ejemplo, destacan que el presidente iraquí intentó reprimir al Islam en su país para impulsar un nacionalismo árabe socialista y laico, según la ideología de su partido Baath, que tomó el poder en 1963 y es poco popular entre los musulmanes asiáticos.
La comunidad musulmana chiíta iraquí, que es casi 60 por ciento de los 25 millones de habitantes de Iraq, fue blanco de esa represión. Saddam Hussein proviene de la minoritaria comunidad musulmana sunnita, que ha dominado a los chiítas durante décadas.
Otras víctimas fueron los musulmanes de la etnia kurda, residentes en el norte de Iraq.
Saddam Hussein asumió la presidencia en 1979, y desde entonces ha intentado ser visto como un gran líder árabe, pero nunca cosechó grandes simpatías en los países musulmanes, donde muchos perciben sus ocasionales invocaciones a la religión como actos de oportunismo.
En los años 80, durante la guerra entre Iraq e Irán, el presidente iraquí realizó una publicitada peregrinación a la Meca. En 1991, durante la primera guerra del Golfo contra Iraq, dejó de lado el histórico secularismo del Baath y decidió añadir a la bandera de Iraq las palabras Allahu Akbar (Alá es grande).
Pero en 1991, aumentó la oposición a Saddam en el Islam, porque invadió Kuwait, otro país musulmán, afirmó Hanif.
El país musulmán de Asia en que hay peor opinión sobre el presidente iraquí es sin duda Irán, el único en que los participantes en protestas contra la guerra portan carteles con la leyenda Abajo Bush. Abajo Saddam.