Estados Unidos deberá hacer concesiones para que el inminente proceso de diálogo con Corea del Norte dé frutos, advirtieron expertos. Las negociaciones directas se reanudarán la semana próxima en Beijing, con la participación de China.
Pero algunos analistas prevén que el gobierno de George W. Bush, alentado por su victoria bélica en Iraq, podría mantener su exigencia de que Pyongyang desmantele sus programas de desarrollo nuclear como condición para eliminar al país comunista de su lista de posibles objetivos.
”No veo señales de que el gobierno Estados Unidos esté preparado para ceder, pues creo que ve en las negociaciones una vía para presionar aun más a Corea del Norte”, dijo el experto en asuntos coreanos Selig Harrison.
Un equipo dirigido por Harrison urgió en febrero a la Casa Blanca a entablar un diálogo directo con el régimen de Kim Jong Il para arrancarle el compromiso de desmantelar sus programas nucleares. A cambio, Corea del Norte debía recibir garantías de que no sería objeto de un ataque.
Sin embargo, en Washington no hay una única posición al respecto. El ala más conservadora del gobierno, encabezada por el vicepresidente Dick Cheney y el secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld, se niega a cualquier concesión. Mientras, el Departamento de Estado (cancillería) muestra flexibilidad.
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”Dentro del gobierno persiste el conflicto acerca de qué se ofrecerá a los norcoreanos”, dijo el ex embajador estadounidense en Corea del Sur Donald Gregg, también consejero de Seguridad Nacional de George Bush, padre del actual mandatario, cuando éste fue vicepresidente (1981-1989).
Lo mejor sería que la semana próxima concluyera con ”un acuerdo amigable para seguir conversando”.
Corea del Norte pretendía participar en conversaciones estrictamente bilaterales, pero cedió al admitir la participación de China, una decisión que es interpretada por la derecha estadounidense como un signo de debilidad.
Para el ala más conservadora del gobierno de Bush, quien incluyó a Corea del Norte en su ”eje del mal” junto con Irán e Iraq, el régimen de Kim se dispone a ceder a las demandas de Washington a la luz de la derrota militar de Saddam Hussein.
”La gente debe saber que hablamos en serio de detener la proliferación de armas de destrucción masiva”, dijo el propio Bush el domingo, cuando se le preguntó si, según él, el anuncio de Corea del Norte tenía origen en el éxito de la campaña militar contra Bagdad.
La mayoría de los analistas estadounidenses creen la presión de China y de Rusia fueron más decisivos en el cambio de política de Corea del Norte que la victoria estadounidense contra Saddam Hussein.
”Tenemos que agradecer a los chinos, pues convencieron a los norcoreanos de retroceder un poco”, dijo el experto en asuntos coreanos Don Oberdofer, de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins.
”Creo que los chinos dijeron a los norcoreanos, incluso antes de la guerra en Iraq, que el asunto se les estaba yendo de las manos y que debían evitar una profundización de la crisis en beneficio de sus propios intereses nacionales”, agregó Oberdofer.
A fines de febrero, China interrumpió el suministro de petróleo a Corea del Norte durante tres días, y, si bien atribuyó el corte a problemas técnicos, ”fue una señal muy poderosa”, dijo Gregg a IPS.
El diálogo convocado para la próxima semana tiene el propósito de poner fin a una crisis de seis meses que comenzó en octube pasado.
El secretario de Estado asistente de Estados Unidos para Asia, James Kelly, había viajado entonces a Corea del Norte para exigir el inmediato desmantelamiento de un programa secreto de enriquecimiento de uranio supuestamente utilizado para fabricar armas nucleares.
Washington advirtió que el programa violaba, entre otros tratados internacionales, el Acuerdo Marco bilateral firmado en 1994, según el cual Pyongyang debía poner fin a las actividades en la central nuclear de Yonbyon, a cambio de lo cual recibiría petróleo estadounidense y asistencia japonesa y surcoreana para instalar dos reactores nucleares de menor porte.
Pero el gobierno de Corea del Norte agravó la crisis al expulsar a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) que controlaba la actividad en la central de Yongbyon, que se reanudó. Además, anunció su retiro del Tratado de No Proliferación de Armas Nuleares.
Pyongyang también advirtió que comenzaría a reprocesar 8.000 varillas de combustible radiactivo usado almacenadas en la central de Yongbyon y poner fin a la moratoria de sus pruebas de misiles de largo alcance. A comienzos de año, la fuerza aérea norcoreana amenazó con derribar un avión espía estadounidense.
Estados Unidos insistió oficialmente en que no invadiría Corea del Norte y reiteró su disposición a dialogar con el régimen en un contexto multilateral, pero algunos funcionarios en Washington también sugirieron la posibilidad de un ataque militar.
El Departamento de Defensa, incluso, ordenó el despliegue lanzaderas de misiles de largo alcance en posiciones desde las cuales podría atacar a Corea del Norte en cualquier momento.
En ese contexto, el anuncio de la reunión de la próxima semana en Beijing es percibida como un avance, para lo cual Estados Unidos deberá hacer concesiones.
Pyongyang renunció a dialogar solo con Washington, ”pero la posición estadounidense también cambió, al menos en su definición de multilateralidad, que originalmente implicaba un grupo más grande” de países que incluía a Corea del Norte, Japón y Rusia, sostuvo el experto Alan Romberg, ex funcionario del Departamento de Estado y actual investigador del Centro Henry L. Stimson.