La enigmática ciudadela arqueológica de Teotihuacán, ubicada cerca de la capital de México, guardará sus secretos bajo el cemento del crecimiento urbano, quizá para siempre.
En 20 años más quedarán sólo 263 de las de 3.500 hectáreas originales de Tollan Teotihuacán, nombre nativo que significa allí donde los hombres se convierten en dioses, advirtieron arqueólogos.
Teotihuacán es el nombre que le dieron al lugar los aztecas, quienes lo descubrieron alrededor del año 1300 de la era cristiana. Nadie conoce su denominación original.
La ciudadela de carácter religioso fue edificada a inicios de la era cristiana y alcanzó su esplendor entre los años 450 y 600. Para el 700 sus habitantes lo abandonaron por causas desconocidas.
Los aztecas, impresionados por las edificaciones abandonadas, pensaron que habían sido construidas por gigantes con la ayuda de los dioses, según historiadores.
Pero la mancha urbana que rodea lo principal del sitio, donde se encuentran las pirámides del Sol y de la Luna, varios templos y la llamada Calzada de los Muertos, crece sin descanso.
De Teotihuacán sólo va a quedar el principal centro ceremonial, que ahora está rodeado por mallas y muros, pues los lugares donde hubo casas, sembradíos, tumbas y otras edificaciones van sucumbiendo al crecimiento urbano, dijo a IPS el arqueólogo Fernando Cortés.
Las investigaciones arqueológicas en el lugar aún no lograron descifrar los misterios de la ciudad, que atrae a miles de visitantes de todo el mundo. Y quizá ya nunca lo hagan.
Edificaciones y caminos construidos en los últimos 20 años sobre lo que fue la antigua ciudad dejaron únicamente a salvo el centro ceremonial de 263 hectáreas y parte de otras 200 hectáreas que lo rodean.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) mantiene disputas con las autoridades municipales de los pequeños poblados que rodean la zona turística de Teotihuacán, que, según el organismo, desconocieron expropiaciones y prohibiciones de desarrollar nuevas construcciones.
El INAH asegura que el crecimiento urbano se está atendiendo a través del diálogo con pobladores y autoridades, pero reconoce que en los últimos años se salió de control.
No obstante, afirma que logrará conseguir la demolición de varios edificios y evitar que sigan las construcciones.
Eso está por verse, pues hasta la fecha el INAH se ha mostrado incapaz de frenar el crecimiento urbano, muy ligado al comercio turístico, expresó Cortés.
En gran parte de lo que fue Teotihuacán, ciudad donde llegaron a vivir 200.000 personas, ahora existen nuevas casas y caminos.
Dentro del perímetro de las 3.500 hectáreas que ocuparon los antiguos habitantes se ubican zonas pobladas como San María Coatlán, San Martín de las Pirámides y San Sebastián Xolapan, entre otros.
Si no se hace algo con urgencia sobre el crecimiento urbano será imposible investigar algo más sobre la cultura de lo que se conoce como Teotihuacán, pues gran parte quedará bajo el cemento, lamentó Cortés, quien trabajó para el INAH en los años 90.
A 45 kilómetros de la ciudad de México, en Teotihuacán y sus alrededores viven más de 500.000 personas, muchas de la cuales viajan a diario a la capital para trabajar.
Cada año visitan Teotihuacan más de un millón de personas, entre ellas arqueólogos que se declaran maravillados por la simetría y tamaño de las construcciones y su alineamiento con los planetas.
El conjunto ceremonial está formado por las pirámides del Sol y de la Luna y por templos, plataformas y lugares de residencia distribuidos a los lados de la Calzada de los Muertos, de cinco kilómetros de longitud y un ancho que varía entre 50 y 100 metros.
El edificio mayor, la pirámide del Sol, tiene una altura equivalente a un edificio de 20 pisos y cuatro lados simétricos de 215 metros. El tamaño de su base es semejante al de la mayor de las pirámides de Egipto.
En Teotihuacan están representadas en pinturas y esculturas diferentes deidades que, bajo distintos nombres, fueron venerados después por otros pueblos mesoamericanos.
Figuran, por ejemplo, representaciones de los dioses de la lluvia y el agua, el Sol y la Luna y la serpiente emplumada, a la cual los aztecas llamaron Quetzalcóatl.
La mitología azteca indica que hombres gigantes y dioses poderosos se reunieron en Teotihuacán para crear los astros celestes.
Los arqueólogos no tenemos respuestas contundentes sobre la inspiración que dio origen a las construcciones, pero no desmayamos en buscarlas, declaró el arqueólogo Cortés.
Lo triste es que ahora debamos preocuparnos más por la supervivencia de la zona que por la investigación científica, indicó. (